Capítulo 35

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 El estridente chasquido de la compuerta al cerrarse alertó a Sangwoo. Sus puños ensangrentados se detuvieron en el aire justo antes de depositar otro golpe en el remedo de ovillo amoratado que  yacía debajo de él. 

-- ¡ESA PERRA!

Exclamó, y de inmediato se incorporó,  hecho un torbellino de furia cuyas pisadas parecían hacer el suelo vibrar, se precipitó hacia las escaleras y comenzó a golpear la compuerta, que se sacudía enérgicamente ante cada descarga. 

El candado de la puertecilla no se encontraba por ningún lado y no había tiempo para buscarlo, así que Ji Eun había amarrado una prenda que había visto a un lado de la cama en la misma habitación, atravesándola por el orificio destinado originalmente para el candado, con la esperanza de que le diera suficiente tiempo para poder escapar. Mientras la compuerta parecía ceder más y más tras cada arremetida que Sangwoo realizaba, en un frenesí de pánico y desesperación la chica corrió hacia la puerta principal de la casa solo para percatarse, tras forcejear inútilmente con el picaporte, que no conocía el código para abrir la puerta.

-- ¡AYUDA! ¡ALGUIEN, AYÚDEME! -- Gritó, sin recibir respuesta alguna.

El ominoso sonar de cada embestida bajo la puerta del sótano parecía marcar el ritmo de su corazón, que latía desbocado amenazando con explotar en cualquier momento. Miró a su alrededor, deslizando los ojos a una velocidad vertiginosa sobre todas las superficies cercanas. Un instinto primitivo se había apoderado de ella y aún sin saber exactamente qué era lo que buscaba, entró a la cocina e ignorando la mordaza que aún apresaba sus dos muñecas, hurgó con presteza cada cajón, cada alacena a su alcance. Y en el momento en que sus piernas se comenzaban a dar por vencidas y pensaba que se iba a desmayar, mirando hacia la sala, lo vio, atrancado en una de las esquinas, junto a un par de paraguas.

-- ¡MALDITA ZORRA! ¡TE MATARÉ! ¡NO PUEDES SALIR DE AQUÍ! ¡¿LO ENTIENDES?! ¡ESTÁS ACABADA! 

Sangwoo continuaba arremetiendo contra la compuerta. Una y otra vez. Incrementando la fuerza exponencialmente. No habían pasado ni cinco minutos pero Bum ya podía ver cómo el poco a poco se abría aquél pedazo rectangular de metal. La luz que entraba durante cada golpe oscilaba sobre su rostro. Como si lo saludara. Como si bufara en su cara. Ahí estaba el exterior y Ji Eun había logrado salir. Pero aún podía escuchar sus gritos, provenientes de la primer planta. Las comisuras de sus labios se curvearon hacia arriba débilmente. 

<<Es inútil... >> Pensó. Fugaces memorias de sus anteriores intentos de escape le cruzaron la mente, aquellas que habían ocurrido mucho antes del embarazo <<Incluso en la calle... nadie vendrá... yo lo sé...>> 

Un estridente sonido interrumpió sus pesares. 

Ese no había sido Sangwoo golpeando la puerta. Era algo diferente. Algo que venía desde arriba. Incluso el alfa se había detenido, con la mirada fija en la compuerta. Como si intentase agudizar el oído. Atento. Bum se incorporó, y aunque su cuerpo dolía, su rostro sangraba y sus vista se nublaba intermitentemente, pudo percibir una forma larga que se extendía como serpiente justo en el lugar donde había visto a Ji Eun por última vez. Era una cuerda. Separada en tres diferentes pedazos, notó que los bordes estaban hechos un estropajo sanguinolento. Las fibras en los extremos parecían pompones deshilachados, empapados de la rojiza sustancia. 

El mismo estruendo, pero ahora más potente.

Los ojos de Oh Sangwoo se abrieron y en su rostro se esculpió una expresión mezclada. Entre inexorable furia y alguna otra emoción que no se podía expresar en palabras, pero que ahí estaba. Posiblemente la conciencia de algo que se avecinaba, algo que ni siquiera él podría contener. 

KILLING STALKING OMEGAVERSE FICTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora