Encantada

2.4K 245 7
                                    


Como si se tratara de una solemne promesa, Regina Mills se había quedado en la habitación 411 toda la mañana. Sin intercambiar una palabra, se habían quedado mirándose durante un rato antes de que la rubia acabara por cerrar los ojos, agotada por los efectos de los calmantes. La alcaldesa, por su parte, se había sentado en un sillón más cómodo que el de la sala de espera, cerca de la cama y había acabado por quedarse también dormida. No habían dicho nada, ni una frase, ni una palabra.

Sin embargo, Regina frunció el ceño durante su sueño. La voz de doctor Whale resonaba en su mente y la palabra «tortura» daba vueltas en ella. ¿Qué tipo de persona era capaz de cometer tales atrocidades? No conocía nada de lo que había sucedido, solo había visto los cortes, ya bastante numerosos, sobre su rostro, también estaba la escayola en su muñeca y el arnés que sujetaba su tobillo. ¿Por qué se había caído en aquella playa? ¿Por qué el destino había hecho que se la cruzara en aquel momento?

La puerta se abrió con un débil chirrido que despertó a la alcaldesa, el doctor Whale estaba de vuelta. Ella se incorporó entones y le hizo un educado saludo con la cabeza. Estaba de vuelta para auscultarla, como había dicho. Salvo que Regina no estaba segura de que fuera una buena idea. No obstante, el hombre se inclinó por encima de la cama para verificar las constantes de la chica. Y el efecto fue inmediato.

Los ojos de la rubia se abrieron inmediatamente y entró en pánico, de tan intensa manera que empujó al hombre con un vívido gesto y se incorporó en la cama. Todo había pasado tan rápido...El doctor Whale había tropezado y Regina se había lanzado hacia la desconocida.

«Cálmese. Todo está bien, no se preocupe...Yo conozco al doctor Whale, él solo quiere auscultarla para estar seguro de que todo va bien»

Pero la joven mujer sacudió frenéticamente la cabeza de izquierda a derecha. Tenía miedo, un miedo aterrador y las lágrimas estaban de nuevo en su rostro. El doctor Whale se había levantado y ya no se atrevía a moverse, observando la escena que se desencadenaba ante sus ojos. La señora Alcaldesa se había sentado en el borde de la cama, y había plantado su mirada en la de la desconocida. En algunos segundos apenas, su respiración y sus nervios se habían calmado.

«Señora, ¿cómo se llama?» preguntó delicadamente el doctor Whale.

Ella no respondió, pero desvió los ojos hacia el médico, y casi con naturalidad, agarró la mano de la morena que, sin darse, la recibió de buen grado.

«¿Me comprende cuando hablo?» volvió a preguntar él

«Por supuesto que le comprende, ¡su pregunta es idiota, doctor!»

«Nada me demuestra lo que usted afirma, señora alcaldesa» la desconocida se giró de nuevo hacia la morena, visiblemente contenta de saber más de la que le había salvado la vida. La alcaldesa, ¿verdad?

«Ella me ha hablado...en fin, no con palabras, pero...bueno, nos comprende, puede estar seguro»

«La creo...» dijo decepcionado, consciente de que, de todas maneras, mejor era no contradecir las palabras de Regina Mills «Señora, ¿cuál es su nombre?»

Pero ella seguía sin moverse, frunciendo de nuevo el ceño y estrechando un poco más la mano de la alcaldesa.

«Será necesario que nos ayude, señora...No estamos aquí para hacerle daño, solo quiero auscultarla para ver si todo va bien. De verdad, necesito comprobar que todo va bien»

Parecía que él había comprendido que ella necesitaba tiempo, necesitaba ser tranquilizada, y necesitaba que le explicaran lo que sucedía. Entonces, la rubia asintió despacio con la cabeza en señal de afirmación y se recostó de nuevo en la cama, sin soltar la mano de Regina. Era su único puerto seguro, la única persona en quien realmente confiaba. El doctor Whale se acercó entonces y comenzó su examen en un silencio religioso. La desconocida, por su parte, había vuelto la cabeza, como para no ver lo que le estaban haciendo, su mirada aún anclada en la de su protectora. Y durante quince minutos en lo que el médico se encargó de ella, las dos mujeres no apartaron los ojos, la una de la otra. Regina era muy consciente de que ella era la única tabla de salvación de la joven y debía quedarse ahí. A cada momento que él tocaba o simplemente rozaba el cuerpo de la rubia, ella sentía cómo sus dedos se crispaban alrededor de los suyos. ¿Tendría ella todavía la impresión de ser...torturada?

«Parece que está mejor y está recobrando fuerzas, pero su condición física aún es muy débil. Siga descansando, solo le hará bien» él le sonrió con amabilidad, después añadió «aquí está segura, no se preocupe...»

Las dos jóvenes se quedaron de nuevo solas en ese cómodo silencio que se había vuelto el de ellas, las manos aún enlazadas.

«¿Todo bien?» preguntó la morena

La rubia movió débilmente la cabeza asintiendo. Y después, delicadamente, giró la mano de su salvadora para que la palma quedara hacia arriba. Regina frunció el ceño, sin comprender lo que sucedía, Y delicadamente, ella comenzó a dibujar formas precisas con su índice.

«¿Qué está...? Oh...Espere, espere, otra vez, despacio...»

Y entonces, Regina se concentró plenamente en los gestos de la muchacha, intentando descifrar lo que estaba escribiéndole en el centro de su mano.

«Ok...¿E? Sí, de acuerdo. ¿M? De acuerdo, E y M...Sí, sí, comprendo que es una M, ¿qué más? Espere...¿Puede volver a hacerlo? No estoy segura de...¿A?»

Esta vez, la rubia estrechó su mano con la de la morena para señalarle que había acabado. Entonces, la morena la miró de nuevo, concentrándose de manera particular sobre sus manos.

«E, M y A» pareció reflexionar un breve instante, y después dijo con una sonrisa «Emma, ¿es eso? ¿Se llama Emma?»

En ese momento, ella asintió con más aplomo para señalarle que lo había visto bien, como si hubiera ganado un juego muy importante. Y por primera vez desde que habían cruzado sus miradas, la rubia pareció esbozar una ligera sonrisa.

«Encantada Emma...Yo soy Regina»


Por nuestra segunda oportunidadحيث تعيش القصص. اكتشف الآن