Despertar doloroso

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Emma se había despertado temprano esa mañana y había pasado largos minutos, apoyada en su codo, mirando a la mujer que se encontraba a su lado. Acostada boca abajo, con la espalda al descubierto y las sábanas solo cubriendo la parte baja de su cuerpo, Regina dormía profundamente con un rostro sereno. La rubia contemplaba ese espectáculo con una sonrisa no disimulada, apreciando el instante. Era hermoso, Regina era hermosa, y ella acababa de hacerle el amor. Emma casi tenía la impresión de que no merecía vivir ese momento, que no era posible ser tan feliz en tan poco tiempo después de haber vivido en el infierno. Cuando Regina la besaba, cuando Regina acariciaba cada parcela de su piel, cuando Regina le confesaba en murmullos que se estaba enamorando de ella, Emma olvidaba su pasado. Y era inesperado.

Regina le había dicho que se estaba enamorando de ella...Los sentimientos que había experimentado en ese momento fueron indescriptibles, incapaz de pronunciar la menor palabra, Emma simplemente la había besado una última vez, mezclando fuerza y dulzura, rezando para que ese beso tradujera lo que ella no había sabido decirle.

Con un gesto lento, teniendo cuidado para no mover mucho el colchón, la rubia se inclinó hacia la alcaldesa y le depositó un ligero beso en su omoplato. Le pareció ver una ligera sonrisa dibujarse en los labios de la morena, pero que, sin embargo, no quebró su sueño. Delicadamente ella salió de la cama, único testigo de su noche, después se vistió con presteza antes de bajar.

Dos horas más tarde, Regina abrió los ojos con la sensación de sentirse terriblemente bien. Pero cuando sintió que la plaza a su lado estaba fría, tuvo un flash de aprensión. Tenía miedo. Miedo de lo que la ausencia de Emma pudiera significar, miedo de ser la única en lo que las dos habían comenzado ayer por la noche. Sin embargo, cuando escuchó ruido en la planta de abajo, resopló de alivio. Emma no había huido, se había quedado...

Regina tenía la impresión de que la noche que acababan de pasar juntas nunca podría olvidarla, había sido muy importante para ella. Los gestos no habían sido perfectos, nada más lejos. Pero todas las caricias, todos los gemidos, todos los suspiros de placer...No pudo evitar esbozar una enorme sonrisa. Sí, había logrado devolver la confianza a una persona que le había hecho vivir un momento maravilloso entre sus brazos. Si le hubieran dicho tres meses antes que una noche como esa la esperaba, jamás lo habría creído.

La alcaldesa se levantó, se puso rápidamente su bata antes de bajar a la cocina. La rubia se encontraba allí, con una taza de café entre las manos, perdida en sus pensamientos. Ella se acercó a la rubia para darle un beso, pero esta giró la cabeza en el último momento, dejando que el beso muriera en la mejilla. La morena frunció el ceño, incapaz de comprender la situación.

-Esta noche ha sido...- comenzó a decir la morena con una sonrisa no disimulada

-No me ha gustado, Regina- dijo ella fríamente

-Oh...Pensaba que...

-Bueno, pensaste mal- dijo duramente

-¿Emma? ¿Qué te ocurre?

-Todo esto...- dijo ella señalando con un gesto a su interlocutora y a ella misma -Ha sido un error

-¿Un error?- repitió la morena sorprendida, intentando comprender lo que pasaba por la cabeza de Emma -¿Qué entiendes exactamente por todo?- continuó ella más molesta de lo que hubiera querido.

-Todo. Mi llegada aquí, nuestro acercamiento, los momentos que hemos pasado, anoche...Me dejé llevar por el momento, pero...no lo deseaba

El vientre de la morena parecía contraerse a medida que la rubia hablaba. Todo iba bien anoche, aún podía escuchar a Emma gemir su nombre cuando posaba sus manos sobre su cuerpo.

Por nuestra segunda oportunidadWhere stories live. Discover now