Nuevas confidencias

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Regina fue la primera en abrir los ojos y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios. Miró hacia el despertador por encima del hombro de Emma que señalaba ya las diez. Había dormido casi seis horas seguidas, sin pesadillas. A pesar de la agotadora noche que las dos habían compartido, le parecía que el mundo era menos gris esa mañana.

Se quedó unos minutos más observando a la rubia, aún en la misma posición en que se había quedado dormida. Era extraño constatar que ninguna de las dos se había movido durante la noche y sus manos seguían aún entrelazadas. Una vez más, el tiempo se había detenido. Emma se había convertido, en solo unos días, en un hombro en el que podía apoyarse. Un estremecimiento le recorrió la espina dorsal cuando se dio cuenta de que todo le parecía perfectamente natural. Esa situación le parecía totalmente inexplicable, pero le daba igual. El destino había sido tan cruel con ella que consideraba justo deleitarse con esa pequeña burbuja en las que las dos mujeres se habían encerrado esos días.

La respiración de Emma se hizo menos regular, señal de que estaba a punto de despertarse también. Casi parecía relajada...Los moratones y cortes que se diseminaban por su rostro cuando Regina la había encontrado casi habían desaparecido totalmente. El tiempo curaba las heridas físicas, eso era un hecho. Sin embargo, la alcaldesa sabía que todavía quedaban secuelas que la rubia escondía con largos ropajes. A veces veía a su amiga crisparse de dolor al hacer algún movimiento en particular, signo de que algunas heridas todavía persistían...

Cuando Emma abrió los ojos, Regina le sonrió con dulzura.

-Buenos días-

-Buenos días- le respondió la rubia con una voz más ronca de lo habitual y una ligera sonrisa escapándose también de sus labios. Se quedaron ahí mirándose sin moverse, sus respiraciones, instintivamente se habían acompasado a la vez, durante unos preciosos segundos.

Pero, sin embargo, presa de un pánico repentino, Emma se levantó bruscamente, soltando la mano de su amiga. Sentada en la cama de la alcaldesa, miraba a derecha e izquierda con los ojos desorbitados.

-¡Regina, he dormido!- dijo ella como si se tratara de un hecho imposible. Parecía asustada, por alguna razón que la morena no comprendía. Esta última se había incorporado también para agarrarle la mano. Tenía que calmarla. Esa mañana se aventuraba relajada, solo hacía falta que la rubia se diera cuenta.

-Todo va bien, Emma. Mírame...Todo va bien-

Y como de costumbre, Emma se calmó al instante. Sus gestos se hicieron repetitivos, sus palabras también. Era la manera que tenían ambas de arreglar las cosas y de avanzar, dadas de la mano, para afrontar el mañana.

Estaban otra vez las dos frente a frente, sentadas con las piernas cruzadas, listas a comenzar un nuevo día. Con seis horas de sueño ininterrumpido, y a pesar de las numerosas horas que aún tenían que recuperar, iba a hacer más fácil. Algo había sucedido esa noche. Regina no sabría describir con precisión de qué se trataba, pero sabía que una nueva vida podía tenderle los brazos.

-Dos años, siete meses, una semana y dos días- pronunció Emma de forma lacónica, con los ojos fijos en sus rodillas, que de pronto cobraron un gran interés. Regina la interrogó con la mirada, sin comprender a dónde quería llegar.

-Es el tiempo que me ha mantenido encerrada la persona que me secuestró- continuó ella para explicarse.

La morena tuvo un violento espasmo cuando se dio cuenta de lo que Emma estaba a punto de confiarle. Y además la palabra "tortura" que el doctor Whale había enunciado le vino violentamente a la memoria. Si la rubia continuaba hablándole, tenía que hacerse a la idea de que podía escuchar cosas horribles. Aunque no estaba segura de estar lista para escucharlas, quería estar ahí para su amiga como ella lo había estado para ella esa noche. Así que agarró la otra mano de Emma y la alentó a continuar.

Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora