Por nuestros males

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A Regina se le cortó la respiración. Emma había hablado, había pronunciado una frase entera y se había dirigido a ella con una infinita delicadeza. Por primera vez desde hacía casi quince días, Emma había hablado. El estómago de la morena parecía dar volteretas de felicidad ante esa poderosa muestra de confianza. Era como si hubiera estado esperando por eso una eternidad.

La morena tenía ganas de gritar su alegría, de mostrarle hasta qué punto estaba feliz de haberse sabido ganar suficientemente su confianza para que se dirigiera a ella. Sin embargo, se conformó con una sencilla sonrisa. Ella cerró los ojos, y después respondió

-Porque usted me ha salvado, Emma...

Eso fue todo. Y era verdad. Sin la llegada de Emma esa tarde, su destino hubiera sido muy diferente. El segundo antes de encontrarla, Regina había decidido dar un paso hacia delante, en línea recta, e introducirse en el agua para nunca más salir.

-No sé nada de usted, señora alcaldesa...- contestó la rubia. Desde el comienzo, la morena siempre se había focalizado en asegurar el bienestar de su desconocida, pero jamás había hablado realmente de su vida. Conocía su profesión y había comprendido que tenía poca gente a su alrededor, dadas las largas visitas que le hacía en el hospital y esos tres días en los que solo su secretaria se había atrevido a llamar a la puerta de la mansión. Pero de resto, no sabía nada. La verdad es que ninguna de las dos conocía la vida de la otra. Y sin embargo, todo parecía estar en su lugar.

-Tiene una hermosa voz- devolvió con naturalidad

-Está eludiendo mi cuestión...

-Es la primera vez que la escucho, creo que mi aclaración es lógica- dijo con una débil sonrisa, aún emocionada por haber escuchado finalmente la voz de la desconocida.

-Hábleme de usted, Regina...Si no soy la única que sufre, entonces es injusto que todo gire a mi alrededor»

La morena suspiró, con la mirada aún anclada en el horizonte. Emma confiaba en ella, eso le abrigaba el corazón. Pero, ¿podía de verdad ella devolverle esa confianza?

Esa cuestión no quedó por mucho tiempo en su mente...¡Por supuesto que confiaba! Sin ninguna razón válida, efectivamente, pero confiaba en ella. Ciegamente. Porque ya hacía casi quince días que Regina se sentía viva, porque ya hacía casi quince días que se sentía en su sitio en este mundo. Emma le había devuelto literalmente el gusto por la vida. Le había permitido aferrarse a esta. Le había permitido volver a respirar de nuevo sin que esto le hiciera daño.

-Había intentado vivir, sobrevivir mejor dicho...Lo había intentado, se lo juro. Pero esa tarde en la playa, ya no podía más. Yo...solo quería que el dolor cesara, me daba igual cómo. Mi vida ya no tenía sentido. Y entonces...apareció usted.

«Entonces la he salvado...- resopló Emma

-Sí-, respondió como si fuera totalmente evidente.

Después el silencio volvió a reinar entre ellas. La noche las acogió con paciencia. Necesitan tiempo, mucho tiempo. Se terminaron sus bebidas, con la mirada anclada en la luna.

«Aquella mañana, iba a buscarla, porque estaba asustada- dijo entonces Emma, rompiendo el silencio entre ellas. Regina se giró entonces hacia su interlocutora, frunciendo el ceño, sin comprender realmente a dónde quería llegar la rubia –Al día siguiente de la tempestad...- aclaró ella antes de continuar –La víspera usted me había prometido ir y no lo hizo. Y llegó la tempestad. Creí que le había sucedido algo grave- hizo una pausa, necesaria para esa confidencia nocturna -Así que quería encontrarla, asegurarme de que estaba bien. Cuidar de usted como usted lo había hecho conmigo durante una semana. Solo quería...encontrarla.

-Lo siento- articuló débilmente Regina. Esa confesión le había hinchado el corazón, pero se lo encogió de nuevo. Por su culpa, la rubia había tenido miedo.

-No tiene por qué sentirlo, no fue su culpa.

-Se lo había prometido.

-Las promesas están hechas para ser rotas.

-Mis promesas están hechas por ser mantenidas- replicó ella inmediatamente.

A continuación, se miraron intensamente. Aunque la falta de sueño se hacía sentir cruelmente, aunque los ojos de las dos jóvenes ardían intensamente, por nada del mundo se habrían movido de ahí. A la luz de la luna, en ese banco, inmóviles. Todo era sencillo.

-No es su encantadora casa lo que me impide dormir. Y tampoco es su culpa...Era más fácil en el hospital porque los calmantes que me administraban a lo largo del día me adormecían. Pero desde que...cada vez que cierro los ojos, él...yo...- pero fue incapaz de terminar su frase. Era aún demasiado pronto. Así que delicadamente, la morena la agarró de la mano, cambiando la situación entre ellas.

-No está obligada a contármelo esta noche.

-Nunca lo lograré...

-Entonces yo seré paciente.

-No querría abusar de su hospitalidad, Regina. Mañana, yo...

-Emma, por favor...No tiene ninguna razón para marcharse. Puede quedarse tanto tiempo como lo desee.

Pero ella no respondió a ese comentario. No quería herirla, pero Emma estaba perturbada. La rubia no quería que la alcaldesa se sintiera mal, pero era necesario que comprendiera que ella necesitaba mantener su libertad. Depender de alguien...ya no era posible.

-No quiero forzarla, ni obligarla a nada, pero...Si no es por usted...Entonces, quédese por mí, Emma.

Una vez más, Regina había leído en ella como en un libro abierto, barriendo sus miedos con una sencilla frase. Emma, que aún tenía sus dedos entrelazados con los de su salvadora, presionó una vez su mano. Era un sí. Inaudible, pero poderoso.

-Su voz es también hermosa, Regina...


Por nuestra segunda oportunidadWhere stories live. Discover now