Ponerse en guardia

1.9K 207 8
                                    


Regina aún estaba sentada, con la boca abierta, intentando en vano comprender lo que pasaba a su alrededor. Había dejado a Emma veinticuatro horas antes y la que tenía ahora delante era una nueva desconocida. Su actitud, sus gestos, su sonrisa...Tanta cosas que ella jamás había tenido la posibilidad de entrever en dos semanas de vida en común. Se negaba a sacar conclusiones apresuradas, pero ya sentía cómo su corazón se estrechaba y la cólera se insinuaba en ella.

Se sentía traicionada y se estaba dando cuenta de que ella ya no era, o simplemente no era, la que hacía que la rubia se sintiera mejor. Un día al lado de Granny y de Ruby, y listo, se encontraba frente a una mujer completamente diferente. Y como si eso no bastara, Emma hundió el dedo en la herida cuando se sentó frente a ella

-Buenos días, Regina, ¿cómo se encuentra hoy?

¿Se? ¿En serio? ¿Acababa Emma de tratarla de usted después de todo lo que se habían dicho, de todo lo que se habían confiado? ¿La morena había sido demasiado estúpida para confiar en alguien que era capaz de cambiar de chaqueta en tan poco tiempo? ¿Había sido Emma al menos sincera durante sus conversaciones? Estaba desolada, y esa palabra no alcanzaba a expresar cómo se sentía.

La rubia, por su parte, había pronunciado esa frase con más naturalidad de la que hubiera querido. Vio un ligero fruncimiento en el rostro de la alcaldesa cuando se había dirigido a ella, pero no pensó tenérselo en cuenta. Ese tratamiento era puramente instintivo.

-Bien- se contentó en responder, incapaz de decir más ya que su respiración estaba cortada - ¿Y usted?- replicó ella con naturalidad, consciente de que su respuesta monosilábica corría el riesgo de parecer sospechosa.

-Yo estoy bien, creo. Estoy poco a poco recobrándome. Ruby ha sido adorable conmigo, y también Granny. Me han acogido bajo sus alas y gracias a ellas, tengo un trabajo y voy a poder revivir- dijo con un entusiasmo poco conocido para la morena.

Regina pensaba haber encontrado en Emma a alguien que finalmente iba a poder comprenderla. Comprender sus dolores, sus angustias, sus penas. Pero se había equivocado. En apenas unas horas, Emma actuaba casi como todos los otros habitantes de ese desgraciado pueblo, dirigiéndose a ella de manera educada, estableciendo una distancia inhumana. Era como los demás. Efectivamente, ella había ayudado a Emma haciendo lo necesario para curarla y hacerla recobrar la confianza, pero la rubia por lo que se veía ya no la necesitaba. Se sentía vulgarmente abandonada.

-Y hablando de otra cosa, espero que tenga bastante hambre para llegar al postre, hoy he sido yo la que ha hecho la tarta de manzana y deseo que la pruebe.

Regina tenía la sensación de estar en un mundo paralelo, de haber dormido durante seis meses y haberse perdido todo. ¿Por qué diablos la actitud de la rubia la afectaba tanto? Odiaba la idea de haberse aferrado tan rápido a alguien que no lo merecía. Se había equivocado, una vez más. ¿Acaso la próxima conversación que tendrían sería sobre la lluvia y el buen tiempo?

Su cerebro iba a toda velocidad para encontrar la correcta respuesta, para no parecer demasiado seca, interpretar su estupendo papel para que nadie se diera cuenta del dolor que se amparaba de ella. He ahí su credo habitual, la máscara que se había puesto desde que había salido del hospital tras la muerte de Daniel. Felizmente, Ruby llegó a su rescate.

-Entonces, señoras, ¿qué les sirvo?- dijo la joven golpeando discretamente su bloc de notas

-Para mí será el plato de la casa, completo- dijo alegre Emma

-Yo voy a tomar una ensalada, por favor.

-¿Una ensalada? ¿De verdad? ¡Deme el gusto, Regina, para celebrar nuestro reencuentro!

Por nuestra segunda oportunidadWhere stories live. Discover now