Nueva etapa

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Habían entrado en la mansión de la alcaldesa sin decir una palabra más, con ese silencio que siempre habían conocido entre ellas. Tras haber dejado las llaves en la mesita de la entrada, la morena se había girado hacia Emma, inmovilizándola. Las dos mujeres se miraban con un brillo de desafío en los ojos: cólera en una, el perdón en la otra. Dos pequeños charcos de agua se habían formado ya a sus pies, prueba de los largos minutos pasados bajo la tormenta. Cuando Emma se iba a arriesgar a dar un primer paso, Regina se le adelantó, tomando la palabra, interrumpiéndola en su gesto.

-Ya conoce el camino a su habitación, vaya a tomar una ducha para entrar en calor, yo voy a hacer lo mismo.

-¿Y hablaremos?- preguntó la rubia con expresión de niña. Regina suspiró, bajando de nuevo la mirada al suelo

-Ha venido a eso, ¿no?

Sin esperar respuesta, la morena se dirigió hacia la escaleras para subir a su habitación y a su cuarto de baño in suite. Emma, por su parte, se quedó unos segundos más en su sitio, intentando recobrar el ritmo normal de su respiración. Sabía muy bien que la conversación que iban a tener no iba a ser sencilla. Y si estaba convencida de haber hecho lo correcto yendo a buscar a la morena, dudaba más que nunca de su futura conversación. Tenía todos esos sentimientos que se mezclaban en su cuerpo y en su mente, sin que llegara aún a comprenderlos en su totalidad, y tenía que ponerles nombre a esos sentimientos. La misión se acercaba a lo imposible.

Un escalofrío le recorrió la columna sin llegar a saber si era causado por el frío que tenía o por la amalgama de pensamientos que hervían en su cabeza. Cuando entró en la que había sido su habitación hasta apenas dos noches atrás, constató que faltaban las almohadas en la cama. No sin dificultad, se quitó la ropa empapada, que dejó sobre la silla del tocador antes de meterse en el baño. Bajo el chorro de agua caliente, Emma cerró los ojos, disfrutando del calor que abrasaba su piel. El contraste calor frío fue impactante. Se quedó ahí largos minutos, intentando más mal que bien encontrar las palabras adecuadas para su próxima gran conversación, en vano. No buscaba ganar tiempo, buscaba las palabras justas.

Cuando envolvió su cuerpo con una toalla y borró el vaho del espejo con el dorso de la mano, la rubia tuvo un momento de retroceso. Desde su huida, siempre había tomado cuidado de no ver su reflejo, de no ver las numerosas huellas de tortura que aún subsistían en su piel. Era la primera vez que se miraba así, afrontando la verdad. Su pulso se aceleró casi instantáneamente: detestaba verse así. Tan vulnerable, tan afectada, tan fea...

Sin aguantarlo más, salió del baño para sentarse en la cama, con la mirada puesta en el vacío. Le quedaban aún tantas etapas por franquear, tantos progresos por hacer...El tiempo era su aliado, pero sobre todo, sobre todo...no se veía franqueando nada sin Regina a su lado. Entonces se levantó y apretó un poco más el nudo de su toalla antes de salir del cuarto.

-¿Regina?- dijo dando tres pequeños toques en la puerta de la habitación de la susodicha

-Entre...- respondió la morena al cabo de uno segundos. Emma giró el pomo de la puerta, pero se detuvo antes de abrir.

-Regina...¿Puede cerrar los ojos, por favor?

-Cerrar los...¿Por qué?- preguntó intrigada

-Por favor, es importante...- imploró la rubia que seguía sin moverse

-Bien...Ya está, están cerrados.

Emma dudó aún unos instantes antes de finalmente abrir la puerta. Descubrió a la morena sentada en el borde de su cama, vestida con unos vaqueros negros y una camisa blanca, recta como un palo, los cabellos húmedos y los ojos cerrados. La rubia sintió cómo su corazón se saltaba un latido al constatar que Regina aún confiaba algo en ella, a pesar de sus recientes actitudes. Al final, se acercó a su amiga con aprensión.

Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora