Henry

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El trayecto hacia Granny's se hizo en silencio. Emma había girado su rostro hacia la ventanilla y observaba el paisaje desfilar bajo sus ojos. En cuando a Regina, sus manos sostenían firmemente el volante y su pecho se elevaba a un ritmo mucho más regular. La verdad era que se estaba concentrado en su respiración para no derrumbarse, para no detener el coche en el arcén y besar a Emma, suplicándole que le perdonara los errores que hubiera podido cometer.

Cuando llegaron y echó el freno de mano, ninguna de las dos mujeres se había atrevido a moverse por miedo a que todo se parase. El silencio no era de los más agradables, pero al menos estaban juntas, una al lado de la otra.

-Gracias- terminó por pronunciar Emma en un suspiro

-De nada- murmuró la morena que finalmente se había girado hacia ella

Cuando sus miradas se cruzaron, el tiempo se detuvo. Sus manos se encontraron tan rápidamente que podrían haber sentido vértigo. Sus dedos se habían enlazado con una facilidad desconcertante y Emma cerró los ojos

-A veces tengo la impresión de seguir allí abajo. Soñé tantas veces con poder hacer esto...- dijo ella señalando sus manos enlazadas -...que quizás sigo soñando...quizás él va a acabar por venir a buscarme.

-Mírame, Emma...Mírame bien porque solo te lo diré una vez- dijo la morena con voz serena, calmada, segura de sí misma. Había agarrado dulcemente el mentón de la rubia para obligarla a mirarla a los ojos –Nunca más te hará daño. Nunca jamás. Te lo prometo.

Emma se contentó con asentir débilmente, muy emocionada ante tal promesa. El pulgar de Regina se había perdido acariciando la mejilla de su antigua compañera que ya no se movía.

-Es como si...Tengo la sensación de que nunca más seré yo misma y que una parte de mí se ha marchado para siempre. Y al mismo tiempo, recuerdo lo que era antes, mis recuerdos han vuelto, mi pasado...Lo que me faltaba para saber quién era de verdad.

-Todo acabará por encontrar su sitio...

-No estoy segura de poder tener todo lo que deseo- no pudo evitar responder, al ver que a Regina le era difícil aceptar la situación. A pesar de las varias semanas que habían pasado, las dos mujeres no habían vuelto a hablar de verdad de Henry. Y el pequeño le faltaba terriblemente. Ella quería volver a verlo, a pesar del inmenso miedo que tenía. Debía estar tan grande...Se había perdido tanto...

-Me gustaría que estuvieras aquí mañana, conmigo- se atrevió a añadir Emma

-¿Mañana?

-El día en que saliera del hospital sería el día en que significaría que estaría lo bastante fuerte para volver a ver a Henry. Ingrid me ha prometido coger el coche y venir en cuanto yo se lo pidiera.

Los músculos de Regina se habían, instintivamente, tensado, haciéndola alejarse un poco de la joven, gesto que no pasó desapercibido a la rubia y que le rompió un poco más el corazón.

-¿Piensas en ella, verdad?

-Sí- respondió inmediatamente –Cada día que pasa.

-Lo siento tanto- respondió con algo de torpeza, sin saber realmente cuál era la fórmula ideal en ese tipo de situaciones.

Ella casi se había olvidado del dolor de Regina, la razón por la que la morena se encontraba en esa playa, el día en que se conocieron. Echaba de menos tanto a su hija que estaba lista para irse a su encuentro...

Regina se encogió de hombros y cerró brevemente los ojos. Se produjo un silencio incómodo que Emma no intentó, sin embargo, romper, dándole el tiempo que necesitara a su interlocutora para sus recuerdos.

Por nuestra segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora