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Bajé las escaleras tomándome mi tiempo en cada escalón. Eran las dos de la tarde, sábado y mis padres estaban en casa. Me miraron con paciencia, del mismo modo que lo habían hecho mis amigas ayer y no preguntaron cuando me fui directamente a la cocina por un vaso de agua. Mi madre, entrometida de toda la vida, entró en la cocina segundos mas tarde.

-Nate ha venido hace un rato.

Tan solo su nombre me provocaba náuseas.

-No quiero verlo. -En ningún momento hice contacto visual con ella, me asustaba que viera en mis ojos mi realidad.

-Lo supuse, le he dicho que no estabas. -Dejé el vaso en la encimera. -Se veía desesperado.

Me limité a caminar de vuelta a mi habitación dispuesta a quedarme allí hasta que todo el dolor y el enojo desapareciera. Ya adentro me miré en el espejo, desaliñada y con ojeras asomándose por debajo de mis ojos pero otra cosa me llamó la atención, la gota que derramó el vaso, el collar que me regaló por navidad yacía en mi cuello, ya no lucía bien ni lo recordaba romántico, me lo arranqué y lo tiré en alguna parte de la habitación tratando con todas mis fuerzas de no ponerme a llorar de una vez por todas.

Después miré con enfado el celular apagado con una pizca de deseo por prenderlo y revisar el numero de sus llamadas o el contenido de sus mensajes, pero me contuve y me apresuré a encerrarme en el baño para tomar una ducha y así despejar un poco mi cabeza y mi cuerpo tenso. Así, de esta forma exactamente transcurrieron mis días y cada día me encontraba mas perdida.

Una semana después
Mi madre y mi padre entraron por la puerta, se sentaron con libertad en la cama a mi lado y me miraron con seriedad pero con preocupación al mismo tiempo. La noche estaba comenzando a caer y los notaba cansados.

-Me estas preocupando. -Dijo mi madre y tomó mi mano apretándola suavemente. No la juzgo, cualquier madre estaría preocupada por el estado emocional de su hija pero aun no estaba dispuesta para hablar de eso, con nadie. -Entiendo que no quieras hablar con nosotros pero tampoco quieres ver a tus amigas.

-Estoy bien mamá. -Apenas pude pronunciar sintiendo como el nudo en mi garganta crecía de a poco.

-Cuando eras niña...-Empezó a decir mi padre mirando a un punto fijo. -Solías guardarte las cosas para ti misma, siempre lo hacías y no tenía problema con eso porque eres muy fuerte y resolvías todos tus problemas por tu cuenta, nunca hablaste demasiado con nadie y después llega este chico a tu vida y comienzo a preocuparme por tus problemas, confío en ti pero esta vez no parece que lo estés resolviendo correctamente.

-No quiero hablar de esto. -Bajé la mirada a mis manos que yacían en mi regazo.

-Tampoco haz ido a la escuela, ni comer correctamente y tampoco sales de estas cuatro paredes si no es realmente urgente. Ya eres mayorista, tu sabes tus limites pero estás yendo demasiado lejos, sea lo que sea que sientas ahí dentro -Señaló mi madre a mi pecho. -no puedes permitir que te impida superarlo.

-Está bien mamá. -Alcancé a decir, escuché a mi padre suspirar, quizás estaban exagerando o yo era quien exageraba. Ambos asintieron, mi papá besó mi frente y cuando ambos estaban a punto de salir de mi habitación, los llamé de vuelta.

-Mamá, papá. -Ambos se giraron para verme. -¿Recuerdan las propuesta que me hicieron hace unos meses? Sobre irme a estudiar a México...

Cigarette || Nate Maloley EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora