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La verdad es que solo tenía tres palabras para describir mi situación: no me chingues.

Claramente reconocí la habitación al segundo de abrir los ojos, las sabanas, la televisión, las enormes persianas oscuras, todo estaba exactamente igual a la última vez que vine aquí. Entre quejidos y blasfemias tomé mi celular tratando de averiguar por mi cuenta que diablos estaba haciendo yo en lo de Nate pero a decir verdad, los recuerdos que se asomaban en mi mente no me parecían racionales, no viniendo de mi.

Al apretar el home de mi celular, un mensaje se asomó en mi pantalla de inicio: no te pongas paranoica, se lo he pedido yo pues ayer te colocaste como la mierda y no sabíamos que hacer contigo. Si de algo sirve esto, no seas tan dura con el.

Suspire, al menos sé que entre mi estado de ayer no hubo ningún encuentro con el y mucho menos nos confesamos amor otra vez. Quité las sabanas de mis piernas y corri al baño a verme en el espejo, un completo asco, eso es lo que soy. Traté de arreglar el desastre de mi cara y mi cabello para poder salir de su habitación. Y para suerte de los dos, el no estaba ni en la sala ni en el comedor pero Dillon si, y eso era mas que suficiente para tocarme las costillas.

-¿Simón? - Me miró extrañado pero con la característica sonrisa de maniático impregnada en el rostro.

-¿Qué? ¿Pensabas que era la novia de Nate? - Traté de reír.

-¿Novia? - Parecía no entender, se hace tonto. Igual rió y negó con la cabeza. - Es que estás muy diferente, muy delgada, por eso no te reconocí.

Asentí y duré unos segundos parada incomodamente frente a el hasta que me dije a mi misma; ¿que carajos sigo haciendo aquí? Y me dispuse a salir por la puerta. Pero por supuesto que Dillon quería seguir charlando.

-¿Sabes? Nate nunca me dijo porqué terminaron, me hiere un poco porque soy su mejor amigo. - Y se tocó el pecho dramatizando. Desde donde estoy parada el parece un niño pequeño.

-¿Entonces como asumes que terminamos? - Me crucé de brazos.

-Es obvio, ambos lucen como mierda. - Se rió de su propio chiste pero recobró la compostura, es un chico extraño. -Me refiero a que, el siempre está de mal humor y fumando dos cajetillas de cigarros diarias, es más que obvio y no es por nada pero vete esas ojeras de mapache, preciosa.

Dillon puede ofenderme sin ofenderme al mismo tiempo ¿Cómo le hace?.

-¿Dónde está el ahorita? - No pude evitar preguntar.

-Supongo que fue a trabajar, hace una semana que su papá le dio trabajo, ya sabes, nació en cuna de oro, probablemente lo único que hace es darse vueltas en una silla de esas superlujosas de oficina.

Asentí sin saber exactamente qué decir.

-Este es el momento en el que me dices porqué terminaron y sus planes de boda se arruinaron.

-Quizás porque es un fuckboy sin remedio ¿no lo habías pensado?

Ni siquiera sé porqué sigo hablando con el. Dillon siempre se queda en su mundo, como si procesara con exactitud lo que la gente dice o quizas porque está afectadisimo de hierba en el cerebro pero igual no consigo odiarlo del todo, su presencia es tranquilidad aún cuando dice puras babosadas.

-¿Fuckboy sin remedio, dices? - Habló después de segundos. - Yo diría que está enamorado de ti hasta los huesos. - Se encogió de hombros. - Te recuerdo preciosa que soportarte no es tarea fácil y Nathan lo ha hecho hasta cuando no lo quieres cerca.

**

Sorry, capítulo corto.

Creo que todas necesitamos un respiro de Nathan Maloley así que Dillon hizo acto de presencia en mis escritos.

Perdón por la ausencia.

Cigarette || Nate Maloley EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora