Instintivamente me abrazo a mí misma para obtener un poco de seguridad. Afuera hace frío y me tiembla la mandíbula del dolor y la furia. Trato de mantener en orden mis pensamientos, pero miles de cosas vienen de golpe a mi mente como un rayo y me siento débil.
-Cinco mil euros -repito-. Y una de nosotras será... suya.
-Es justo lo que ha dicho tu desgraciado padre -dice-. He aceptado porque queda un poco de humanidad en mí; no es justo no darle una oportunidad más a tu padre, sé lo mal que pasan. No soy un ignorante, señorita Foissard. Pero ya he llegado a mi límite, ha sido de más de un año con esta deuda, y no puede quedar sin saldar.
Consigo encontrar un pastizal para sentarme bajo el techo de la caseta de las gallinas. Él me observa durante un tiempo y sé que analiza mi reacción. Estoy deshecha, definitivamente deshecha. Mi padre nos ha vendido. Me ha vendido, ha vendido a mis hermanas a un hombre desconocido, a un hombre millonario y desconocido que resulta aterrador.
Las lágrimas descienden de mis ojos a borbotones y me veo obligada a limpiarlas antes de pensar algo para no llegar a estos extremos.
- ¿Y no puedo... pagar de otra forma?
-Te escucho.
-Bueno... yo no gano mucho -suspiro-. Vendo rosas en el mercado, y tengo unos seiscientos euros ahorrados. Mis hermanos seguro tienen dinero y...
El señor Voinchet se ríe. Detengo mi manera de querer resolver las cosas y veo detenidamente la manera en la que ríe y luego niega con la cabeza. Me siento humillada.
-Tus hermanos estaban felices de dejar que una de tus hermanas viniera conmigo -dice y miro hacia la puerta, donde todos murmuran cosas. Sé que no nos escuchan y no pueden vernos. Puede que el señor Voinchet tenga razón.
-Esto no puede ser -murmuro, sin encontrar una solución.
-No te obligaré a ir conmigo. En cinco días exactos volveré a este lugar, tengo un viaje importante justo ahora y dejaré a tu opción la solución. El dinero me debe ser reembolsado o tu familia irá a la cárcel.
Se da media vuelta, pero yo ya sé que no habrá más solución. Es imposible conseguir cinco mil euros en cinco días y mis hermanos estarán felices de no tener una boca más que alimentar. Anabelle y Amelia podrán estudiar, y por lo menos, sacar lo que les queda de estudios a pesar de que han reprobado un par de veces. Yo no soy mucho, pero no puedo permitir que mi padre sufra por ellas.
-Espere, señor Voinchet -sostengo su brazo con fuerza.
Un extraño frío me envuelve al tocar la fina tela de su traje negro y me sorprendo a mí misma alejando la mano con miedo. Él nota esa horrible reacción y me observa con odio, profundo odio.
-Iré con usted -trago duro-. Mis hermanas necesitan seguir estudiando, mi padre no puede trabajar ya y mis hermanos deben ayudar a la familia. No soy mejor que ellos, pero... pero... pero... yo...
El miedo me ha atacado nuevamente. Las lágrimas no me permiten hablar y me siento ahogada. El señor Voinchet me ayuda a levantarme y me analiza a profundidad con esos ojos tan maliciosos.
- ¿Segura de su decisión?
-Lo estoy, más que nada en el mundo -respondo.
-Entonces pasaré por usted en cinco días, sin falta.
Con un asentimiento de cabeza se aleja de mí. Se despide de mi familia y se aleja de la que es nuestra pequeña cabaña. Me dejo caer nuevamente sobre la comida de los caballos y escucho el repiqueteo de los pasos de Madame, mi yegua.
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Belleza y Rencor
RomanceEra quien robaba las miradas de las personas, no era el hecho de que su aspecto era aterrador, también era porque sabían quién estaba con él. Era la maldad, en todo su esplendor, opacador y desgraciado, al lado de la belleza y dulzura de aquella jov...