2: Decisión.

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Instintivamente me abrazo a mí misma para obtener un poco de seguridad. Afuera hace frío y me tiembla la mandíbula del dolor y la furia. Trato de mantener en orden mis pensamientos, pero miles de cosas vienen de golpe a mi mente como un rayo y me siento débil.

-Cinco mil euros -repito-. Y una de nosotras será... suya.

-Es justo lo que ha dicho tu desgraciado padre -dice-. He aceptado porque queda un poco de humanidad en mí; no es justo no darle una oportunidad más a tu padre, sé lo mal que pasan. No soy un ignorante, señorita Foissard. Pero ya he llegado a mi límite, ha sido de más de un año con esta deuda, y no puede quedar sin saldar.

Consigo encontrar un pastizal para sentarme bajo el techo de la caseta de las gallinas. Él me observa durante un tiempo y sé que analiza mi reacción. Estoy deshecha, definitivamente deshecha. Mi padre nos ha vendido. Me ha vendido, ha vendido a mis hermanas a un hombre desconocido, a un hombre millonario y desconocido que resulta aterrador.

Las lágrimas descienden de mis ojos a borbotones y me veo obligada a limpiarlas antes de pensar algo para no llegar a estos extremos.

- ¿Y no puedo... pagar de otra forma?

-Te escucho.

-Bueno... yo no gano mucho -suspiro-. Vendo rosas en el mercado, y tengo unos seiscientos euros ahorrados. Mis hermanos seguro tienen dinero y...

El señor Voinchet se ríe. Detengo mi manera de querer resolver las cosas y veo detenidamente la manera en la que ríe y luego niega con la cabeza. Me siento humillada.

-Tus hermanos estaban felices de dejar que una de tus hermanas viniera conmigo -dice y miro hacia la puerta, donde todos murmuran cosas. Sé que no nos escuchan y no pueden vernos. Puede que el señor Voinchet tenga razón.

-Esto no puede ser -murmuro, sin encontrar una solución.

-No te obligaré a ir conmigo. En cinco días exactos volveré a este lugar, tengo un viaje importante justo ahora y dejaré a tu opción la solución. El dinero me debe ser reembolsado o tu familia irá a la cárcel.

Se da media vuelta, pero yo ya sé que no habrá más solución. Es imposible conseguir cinco mil euros en cinco días y mis hermanos estarán felices de no tener una boca más que alimentar. Anabelle y Amelia podrán estudiar, y por lo menos, sacar lo que les queda de estudios a pesar de que han reprobado un par de veces. Yo no soy mucho, pero no puedo permitir que mi padre sufra por ellas.

-Espere, señor Voinchet -sostengo su brazo con fuerza.

Un extraño frío me envuelve al tocar la fina tela de su traje negro y me sorprendo a mí misma alejando la mano con miedo. Él nota esa horrible reacción y me observa con odio, profundo odio.

-Iré con usted -trago duro-. Mis hermanas necesitan seguir estudiando, mi padre no puede trabajar ya y mis hermanos deben ayudar a la familia. No soy mejor que ellos, pero... pero... pero... yo...

El miedo me ha atacado nuevamente. Las lágrimas no me permiten hablar y me siento ahogada. El señor Voinchet me ayuda a levantarme y me analiza a profundidad con esos ojos tan maliciosos.

- ¿Segura de su decisión?

-Lo estoy, más que nada en el mundo -respondo.

-Entonces pasaré por usted en cinco días, sin falta.

Con un asentimiento de cabeza se aleja de mí. Se despide de mi familia y se aleja de la que es nuestra pequeña cabaña. Me dejo caer nuevamente sobre la comida de los caballos y escucho el repiqueteo de los pasos de Madame, mi yegua.

Belleza y RencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora