Me deposita sobre la cama y de inmediato se deja caer sobre ella, murmurando cientos de malas palabras. La señora Emeliette lo ayuda a subir y lo deja caer a mi lado antes de ayudarme a recuperarme. Con un vaso lleno de agua con hielo me hace recobrar los sentidos y miro a mi lado a Adam, que está casi desangrado.
Con la camisa llena de sangre, las manos y el brazo izquierdo, y además la cara. Su aspecto en vez de causarme temor, me hace sentir culpable de esto.
Bajo de la cama y voy casi corriendo a la cocina por trapos y agua. Lleno un balde con hielos y agua y caliento dos paños con una plancha. Luego regreso a la habitación. Me arrodillo a su lado y le pido a Emeliette que nos deje solos. Ella me dice que estará en la cocina y se va cerrando la puerta detrás de ella.
Quito la camisa de su cuerpo, y me ordeno a mí misma a concentrarme en las heridas y no en lo marcado que tiene el pecho; lleno de cicatrices y músculos bien definidos, con curvas casi perfectas. Meto uno de los trapos que no están calientes en el agua fría y le obligo a abrir los ojos. Poso el trapito y con cuidado limpio la sangre. Él grita casi agonizando y me mira molesto.
-Te va a doler -me encojo de hombros.
- ¡Casi no lo noto! -replica en tono irónico.
-No uses ese tono -lo regaño.
Limpio con cuidado la siguiente herida y él se estira, golpeando nuestras cabezas con fuerza. Me quejo un par de segundos, pero me gana la risa. Rio y rio hasta que el estómago me duele. Él me mira molesto.
-No te rías. Me ha dolido.
-A mí también me ha dolido -replico-. Pero ha sido muy gracioso.
- ¡No me hagas esto! -refunfuña cuando pongo los paños calientes en las heridas, para que no siga sangrando-. ¡Ah, maldita sea, duele!
-Lo siento -murmuro, y con ello también me disculpo por haberlo traído a esto.
-Si no hubieras salido de casa no hubiera pasado esto -gruñe.
-Si no me hubieras tratado mal y hubieras hablado con decencia no me hubiese escapado -replico en el mismo tono.
-No te hubieras metido a mi cuarto, entonces -continúa-. Es prohibido.
-Si no me hubieras tratado tan mal, hubiera dormido y no hubiese necesitado ir a tu maldito cuarto -gruño-. ¡Siempre tienes que complicarlo todo!
- ¿Yo? ¡Si fueras más obediente todo sería más fácil!
- ¡Si fueras menos gritón, grosero, e intimidante esto sería más fácil! -grito también.
- ¡Pero si te he tratado muy bien!
-No, no lo has hecho. Tus hijas, la señora Emeliette, Angie, Víctor y Antonio me han tratado bien -replico-. Tú solo te has encerrado en tu oficina a darnos órdenes, como si fuéramos perros y nos gritas. Ni siquiera les dices por favor o gracias.
-Trabajan para mí, no lo necesitan.
-No lo necesitan, pero lo merecen -lo señalo acusatoriamente.
- ¿Has dicho que querías hablar conmigo? -cambia rápidamente de tema.
Hago ademán de limpiar el «desastre» que hemos creado y me levanto para dejar las cosas a la cocina. Me detengo en la puerta y con voz cansada digo:
-Sí, quería.
En la cocina dejo el balde y lavo los trapos con jabón hasta que queden sin sangre. Emeliette me observa desde su lugar y me dedica una sonrisa a medias.
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Belleza y Rencor
RomanceEra quien robaba las miradas de las personas, no era el hecho de que su aspecto era aterrador, también era porque sabían quién estaba con él. Era la maldad, en todo su esplendor, opacador y desgraciado, al lado de la belleza y dulzura de aquella jov...