11: Regalo.

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El lugar elegido por Geovana -la fotógrafa- para tomar las fotografías ha sido la fuente frente a la mansión. Y me he obligado a lucir realmente natural, sin embargo, Adam parece realmente incómodo con la situación.

-De acuerdo, señor Voinchet, usted va a poner sus manos alrededor de la señora Voinchet y la va a mirar a los ojos -me mira-. Y usted, señora Voinchet, mirará al señor Voinchet a los ojos, pondrá su mano izquierda en el cuello de él y la otra en el hombro. ¡Listo!

Nos tratamos de acomodar y mi corazón se acelera como una bomba al sentir sus manos alrededor de mi trasero. Las tomo y las subo un poco, con las mejillas llenas de color. Él sonríe de verdad, también avergonzado y tratamos de imitar la pose que Geovana nos ha dicho. Ella toma unas quince fotografías y luego nos indica que es tiempo de cambiar de posición.

-De la misma forma en la que están, la señora Voinchet mirará hacia la puerta de entrada, sonriendo y el señor Voinchet la mirará a ella, como si fuese su mundo entero -dice y sonríe encantada-. ¡Esto es tan bello!

Me causa gracia su alegría por algo tan agotador como esto. Yo hago lo que ella dice, al igual que lo hace Adam y con dificultad mantengo la sonrisa unos diez segundos. Ella nos informa que han salido increíbles, pero que falta una más de nosotros dos como pareja para luego pasar a las fotos junto a Nanette y Naiely.

-Como si estuvieran bailando -señala-. Se besan pasionalmente y con eso finalizaríamos la primera parte.

- ¡No, ni de broma! -ambos exclamamos al unísono.

Ella nos mira extrañada y logro comprenderla, porque es extraño que una "pareja recién casada" no quiera darse un estúpido beso -de tantos que se supone que se dan- para una fotografía que no les servirá para nada más que para recordar con papel algo que deberían recordar con el corazón. Pero no planeo besar a Adam, ni loca.

-Es una de las fotografías primordiales -dice y nos mira casi molesta-. Debe suceder.

Adam me mira con duda. Ella nos acerca nuevamente y nos une lentamente. Pega mi frente con la frente de Adam y está a punto de hacer que pase, un beso, pero yo no lo permito. Muevo de lado la cara y mis labios se estampan en la comisura de los labios de Adam. Ella toma la fotografía y nos avisa que la fotografía ha quedado más perfecta de lo que se ha imaginado que quedaría.

Las gemelas llegan cinco minutos después. Nos toman unas siete fotos distintas con ellas y luego nos cambiamos de ropa para hacer la "fotografía familiar". Nos sentamos en el sofá, cargo a Nanette en mis piernas, Adam carga a Naiely y Chunky se coloca en el medio, sonriente también. Luego nos hacen una foto con Antonio, Angie, Víctor y Emeliette. Una mía tan solo con Nanette y Naiely, una de ellas sobre mi regazo y la otra sobre mi espalda, las tres riendo. Y la foto que, a pesar de que no lo admitiera, me gusta más; una fotografía en la que Adam carga a Naiely sobre su espalda, yo cargo a Nanette de la misma forma y las miramos. Y eso me hace sentir que en realidad, yo quisiera ser madre de esas dos preciosas niñas.

Al final, las fotografías se nos entregan en un álbum muy bonito, el almuerzo se nos sirve y todos comemos como si ya no hubiese pasado nada. Naiely y Nanette me acompañan a mi habitación y me ayudan a guardar el vestido en su lugar.

- ¿A ti te gusta papá? -pregunta de pronto Naiely.

- ¿Lo amas? -cuestiona entonces Nanette.

Yo las miro a ambas. Sonrío con complicidad y continúo guardando el vestido en la caja.

-Amaia -Nanette insiste-. ¿Amas a papá?

-Sí, por supuesto que sí -él aparece en el cuarto y la levanta sobre sus hombros-. No hagas preguntas como esas, Nanette.

- ¿Tú la amas? -pregunta Naiely, agarrándose a mi camisa.

La levanto y salimos del armario dirigiéndonos a la cama. Ambas se lanzan y empiezan a saltar mientras ríen.

-Sí, sí la amo -responde y noto que sus ojos se ponen de un color musgo.

Sus ojos se oscurecen cuando miente. Eso me resulta increíble, porque no sucede con cualquier persona. Cuando yo miento, mis mejillas se ponen de color pálido y mis cejas se elevan, las personas que me conocen bien se dan cuenta de que miento cuando lo hago. Es algo que me da mucha vergüenza.

-Vayan a jugar al jardín -les ordena-. Tengo cosas que hablar con Amaia.

Las niñas se quejan un par de segundos pero se van del cuarto. Él me hace una señal para que lo siga y eso hago. Camino detrás de él y atravesamos el pasillo, subimos las escaleras que separan los pasillos de las habitaciones y vamos del lado izquierdo de las mismas. Me muestra lo más parecido a un ático, lleno de pilas y pilas de libros sobre unos tres estantes. La mayoría de ellos parecen ser nuevos. Con una ventana que da vista a la entrada de la mansión y hace que parezca todo muy alto.

-Es un regalo -dice-. Porque has hecho algo que no debías hacer por mí.

Lo miro sorprendida. No puedo evitar lanzarme a sus brazos como una loca y mis ojos se llenan de lágrimas por la felicidad. Ahogo mil y un gritos y dejo que la emoción me llene como nunca.

-Le pregunté al viejo Arthur sobre los libros que habías leído y luego mandé a comprar estos libros -explica-. Algunos son clásicos, pero sé que no te importará que la mayoría no lo sea. No pudieron encontrar tantos clásicos en una tarde. He tomado tu género favorito; el romance y el misterio.

-No importa que sean siquiera usados -digo-. Esto es demasiado. Es más de lo que alguien debería haber hecho. Esto es justo lo que... es lo que adoro. ¡Gracias, gracias! ¿Cómo lo supiste?

-Angie me lo contó, supuse que tomar información de ella no es tan malo -sonríe y besa mis manos-. Puedes venir aquí cuando quieras, y cuando te hayas terminado los libros, podrás pedirme más.

-Yo... ¿y qué podría darte yo?

-Ya me has dado demasiado -se encoje de hombros y se da media vuelta-. ¿Te quedarás aquí? Iré al pueblo, ¿quieres venir o quieres algo?

-No... No, gracias -respondo.

Sé que es realmente inoportuno, pero no puedo evitar abrazarlo de nuevo. Él se queda estático. Siento su corazón latiendo fuerte y no puedo evitar sentir que algo ha cambiado. Es como si él hubiese cambiado. Lo suelto y deposito un beso en su mejilla antes de volver a agradecerle y dejarlo irse.

Me acerco a las estanterías y veo los libros. Uno a uno paso y leo los títulos.

«Los hermanos Karamazov», «Crimen y Castigo», «Jane Eyre», «Lo que el viento se llevó», «Grandes Esperanzas», «Rojo y Negro», «Cumbres borrascosas». ¡«El retrato de Dorian Gray»!

Libros maravillosos, de autores nuevos, libros clásicos y maravillosos. Miro del otro lado los libros nuevos.

«Uno más uno», «La chica del tren», «El descubrimiento de las brujas», «Blood Stains», «Aguas Oscuras», «Belleza Atormentada» y un sinnúmero de obras que esperan por ser devoradas por mí. Y sin duda lo haré.

Por la noche me siento ahí luego de la cena y miro el cielo estrellado. Pienso en lo mucho que me gustaría darle un regalo a Adam, pero no tengo nada para obsequiarle. Lo único de valor que tengo es una cadena que mi madre me dio cuando nací y no la he vuelto a usar desde hace casi cinco años. Está sarrosa y podría romperse. Podría regalarle una rosa, pero sé que es algo demasiado pequeño en comparación a lo que él me ha dado.

Una rosa tiene muchos significados. Y no me parece mala idea. Ya tendré tiempo de ir con Emeliette por semillas para plantar una rosa para Adam. A él le va a encantar, yo sé que le encantará.

Belleza y RencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora