18: Consecuencias.

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Veo a todo el mundo a nuestro alrededor, nos observan con la ilusión de que esto termine en un montón de insultos y una familia rota. No lo hará. No pienso insultar a mi familia, y no va a romperse. Ya está malditamente rota, está completa y totalmente rota.

-Vienes -me acusa con su dedo índice-, vestida como una princesa, tomas la atención que debería ser mía y me haces quedar como una idiota. Tú siempre, siempre eres... eres tan perfecta. Y te detesto, Amaia.

»Tienes un maldito hombre millonario que no te pertenece, te casas con él y finges amarlo, aunque muy en el fondo, lo haces por su dinero -escupe y yo aprieto los puños, furiosa-. Eres siempre tan mojigata y tan ridícula. Regalas rosas estúpidas creyendo que con eso resolverás el mundo, finges tener paciencia y crees que eres como ella, pero no lo eres. ¡Eres peor de lo que Anabelle y yo podemos ser!

La sola mención implícita de nuestra madre me hiela la sangre y me hace retroceder un paso, dispuesta a contenerme, como siempre.

-Te robas la atención y luego la botas, pero Anabelle y yo... nosotras debemos hacer todo para que nos noten. Nos haces quedar mal con todo. ¿Y esperas que no te odiemos?

»Nos haces esto, te vas con el señor dinero-por-todos-lados, nos quitas lo que quieres y tienes todavía el descaro de aparecerte en mi maldita boda y robarte toda la jodida atención -maldice entre dientes-. Estoy sentada en la misma maldita silla desde que firmé la maldita acta y nadie, ni siquiera mi maldito esposo, me ha invitado a bailar. Nadie me habla, y...

No tengo ni la menor idea de qué podría decir justo ahora. Tal vez ellas lo ven de esa forma, tal vez luzca como que yo deseo hacer eso a propósito, pero no es así.

-Estás haciendo un drama por algo que no vale pena -digo, tranquilamente-. Si no hay alguien que baile contigo, puedes hacerlo sola. ¿Qué acaso nunca me escuchas? Eres hermosa, y eso no está mal. Las personas suelen ignorar la belleza durante mucho tiempo, ya tendrás tiempo de brillar. Yo ni siquiera deseaba arruinarte nada. Quise verte feliz, siempre he deseado lo mejor para ustedes y he tratado de mantenerme de última. Yo no brillo, ustedes brillan de verdad, Amelia.

Ella niega con la cabeza.

-No sabes ni qué decir, ¿cierto? -Pregunta-. Sabes que es verdad. Amaia, lo único que quería era estar bien, quería tener mi momento y brillar de verdad, yo...

-Esto no se trata de brillar, Amelia -escupo ya harta-. No se trata de quién se casa primero, de quién usa el vestido más caro, el peinado más bonito o tiene el esposo millonario. Tú crees que todo se trata de dinero, brillar, belleza y crees que en eso se basa la felicidad. Pero estás mal.

» ¿Sabes lo ridículo que es que estés así de tomada en tu boda? ¿Sabes lo ridículo que es que no puedas invitar a tu esposo a bailar? ¿Lo ridículo que es que te quejes conmigo porque algo no sale como quieres? -pregunto-. Quieres que todo sea a tu manera, que todo lo bueno sea para ti, que la vida te pague lo que no te debe y quieres opacar al mundo. Yo no brillo. Soy una mujer común; vendí rosas en el mercado para sobrevivir, ayudé a nuestra familia como dio lugar, les di todo lo que tenía y ahora... justo ahora, que empiezo a ser feliz, ¿tú me reclamas?

- ¡Es que eso era lo que tú querías! -exclama-. Tú siempre quieres que aprendamos, que seamos esto, que seamos aquello, pero, ¿y si no es eso lo que Anabelle y yo deseamos?

-No era lo que yo quería, pero cuando dejé de tenerlo, lo anhelé más. Quise verte como una de esas mujeres millonarias que poco existen, que tienen todo lo que tienen porque han trabajado y no por un hombre. Quise que tú te sintiera en orgullosa de ti, pero está bien. Te fallé y está bien.

Belleza y RencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora