7: Chismes.

6.3K 497 10
                                    


Al llegar al mercado, no es una sorpresa que todos saluden a la señora Emeliette y que unos pocos me reconozcan. Ella me manda por unas cuantas cosas y yo trato de ser lo más fiel posible a sus pedidos. Conozco este mercado más que ella, y sé a quiénes es bueno comprarles y a quiénes no.

- ¡Amaia, preciosa! -La señora Cassandra se acerca a mí en cuanto me mira seleccionado las frutas-. No sabía que tú compraras alimentos en el mercado. Creí que los cosechaban ustedes mismos.

-Mis hermanos y mi padre lo hacen -explico-. Yo ya no vivo con ellos.

- ¡Entonces es cierto! -Exclama con verdadera emoción-. Te vas a casar.

-Eh, sí -respondo, aunque no estoy muy segura de lo que digo-. ¿Quién le ha dicho?

-La noticia se ha regado por todo Pèrouges -explica-. Al igual que la boda de Amelia.

- ¿De quién?

-Oh, sí, tu hermana se casará con el nieto del señor Martier -dice y me siento un poco chismosa-. ¡Ayer fue una de las más grandes bombas! Al parecer, él vio todo lo bueno en ella, y te lo agradeció a ti, pero ya no estabas.

-Me fui un poco temprano, Adam necesitaba descansar -respondo y pago las manzanas que he elegido-. Ha sido un gusto volver a verla, señora Cassandra.

Ella parece no querer irse, y me sigue a cada puesto, haciéndome preguntas sobre Adam que yo evado con astucia. Luego, cuando la señora Emeliette vuelve a mi lado con sus compras, ella se marcha.

- ¿Qué te dijo esa vieja chismosa? -pregunta.

-Preguntó un par de cosas -explico-. Y me comentó que mi hermana se casará, no presté mucha atención.

- ¡Pues maravilloso! -dice-. Gina me dijo que Amelia se casa y es una grandiosa noticia.

-Estoy muy feliz por ella -admito-. Y de verdad espero que encuentre el amor en Branden.

-Seguro lo hará. Los adolescentes se enamoran muy fácil.

No puedo evitar sonreír ante sus inocentes palabras, a sabiendas de que no es sencillo enamorarse cuando ya no eres una adolescente. Amelia es cuatro años menor que yo; y con veintiún años es muy difícil enamorarse. O al menos, eso creo yo.

Pasamos un rato corto hablando, y me hace bien el olor fresco de la parte menos lujosa de Pèrouges, mas el tiempo de volver a la mansión de Adam llega y con ello el de preparar el almuerzo. Yo me ofrezco a ayudarle y le digo que sé hacer unos postres deliciosos, ya que parece no tener ideas de qué hacer. Ella acepta mi ayuda encantada y volvemos a la mansión.

Nanette y Naiely están estudiando al lado de una señora que se presenta como Holga, su nueva institutriz. Amablemente me pregunta si soy la madre de ellas, pero no le respondo yo. Adam baja en cuanto ella hace la pregunta y me saluda con un abrazo cortés que me deja casi temblando.

-Ella es su madre -miente-. ¿Por qué?

-Bueno, simplemente quería que supiera que he reemplazado a Matilda durante este tiempo, nada más.

-Maravilloso -respondo yo y miro a Adam-. Eh, iré a ayudar a Emeliette, Adam. Si me permiten.

Él me suelta y yo voy casi corriendo a la cocina. Emeliette ya ha vaciado las bolsas y tiene las cosas justas para preparar el almuerzo. Le digo que debió esperarme un rato y luego, empiezo a ayudarle con la preparación del pollo.

Al finalizar de preparar el pollo con verduras, los medallones de plátanos y el arroz, procedemos a hacer el postre que ella desea tanto hacer. El crème brûlée nos queda para chuparse los dedos. Las niñas son las primeras en sentarse a la gran mesa, luego llega Adam y yo ayudo a Emeliette a servir la mesa. Y no me queda más opción que sentarme con ellos a comer; solo Nanette, Naiely, Adam y yo.

- ¡Amaia! -Exclama Naiely llamando mi atención-. Hoy hemos aprendido el abecedario, ¿sabes?

-Guau -exclamo fascinada-. A mí me costó mucho aprendérmelo, ¿puedes decirlo?

-A, B, C, D, E, F, G, H -inicia a decir.

-I, J, K, L, M, N, Ñ, O, P -procede Nanette.

-Q, U, R, S, T, U -continúa Naiely.

-V, W, X, Y, Z-finaliza Nanette.

Soy la única que les aplaude, mientras Adam me mira como si estuviera loca. Ambas sonríen como si hubiesen ganado un premio mayor y terminan su almuerzo cantando canciones sobre el abecedario. Al final, solo nos queda el postre. Adam le da un bocado y alza las cejas impresionado.

-Está muy rico -dice-. Emeliette se ha lucido con este postre.

Emeliette aparece en el lugar, sonriendo, y niega con la cabeza, pero antes de que diga algo, yo la interrumpo.

-Sí, te ha quedado muy rico -me encojo de hombros-. Todo te ha quedado rico, Emeliette. Muchas gracias.

Adam se termina todo y abandona la mesa sin decir más nada. Las niñas también, y yo me quedo ayudando a Emeliette a lavar los trastos. Hablamos un largo rato sobre recetas, y me permito servirle la comida en un plato grande. Luego, me retiro junto a Angie, que termina de comer pronto y damos un paseo por los alrededores.

- ¿Qué te gusta hacer, Amaia? -me pregunta.

-Hay muchas cosas que me gusta hacer -respondo viendo la piscina en medio del césped, rodeada por plantas preciosas.

- ¿Como cuáles?

-Como leer, cuidar mis rosas, regalarle rosas a las personas, cocinar, cantar y bailar -respondo-. Descubrir lugares nuevos mientras monto a Madame, escuchar historias de ancianitos, cuidar de las personas y escuchar. ¿Y a ti?

-Me gusta comer -responde-. Y vestir a las personas, también me gusta cuidar a las personas.

-Pues algo tenemos en común -sonrío.

-Sí -asiente con la cabeza-. Me alegra que por fin alguien ame a Adam.

Me quedo casi congelada, no era el tema que quería abordar, en realidad. Yo no sabría qué responder a este tipo de cosas, no conozco a Adam en absoluto y estoy completamente segura de que no lo amo.

-Puede llegar a ser un poco mandón, algo grosero y terco -dice-. Pero ha sufrido mucho. Merece que alguien tan guapa y gentil como tú le ame.

-No digas eso, Angie -río nerviosa.

-Es la verdad. Desde la señorita Helena no ha sido nada muy fácil con él -comenta-. Seguro debe estar muy enamorado de ti.

¿Helena? ¿Quién es Helena? ¿Qué rayos ha pasado con ella?

-Sí -digo no muy segura de qué estoy diciendo-. Fue un poco difícil conquistarlo, pero ha valido la pena.

-Y las niñas te aman -dice-. Si esas preciosas niñas te aman, él te amará más.

Una rara sonrisa sale de mis labios, casi como una mueca horriblemente forzada. Es realmente incómodo que me digan cosas como estas cuando en realidad ni siquiera conozco el segundo apellido o el segundo nombre de Adam, ni su color favorito o las cosas que le disgustan. Tan solo sé que tiene dos hijas, que es rico, se llama Adam Voinchet y que me ha "comprado".

Angie parece notar que no es un tema cómodo y yo noto lo mal que está que Adam les mienta a todos sobre mí; yo soy mucho menos de lo que puede ser una aceituna en esta casa, y ellos me han tomado como si yo fuese algo realmente valioso.

Por la tarde no hacemos gran cosa. Juego durante casi dos horas con Nanette y Naiely, y trato de distraerme con ellas hasta que cae la noche. Ayudo a Emeliette a preparar la cena y luego ayudo a las gemelas a vestirse para dormir. Le leo un cuento a Naiely y dejo que Nanette me ayude a inventar algo para seguir la historia, hasta que ambas se duermen.

En cuanto salgo del cuarto de las niñas Víctor me avisa que Adam me espera en su oficina para hablar de quién sabe qué, y me pone nerviosa la manera en la que lo dice.

Me guía por el pasillo de la izquierda hasta una puerta antes de las dos grandes puertas negras del final. Ahí está Adam sentado tras un escritorio en una oficina bastante hermosa, que me recuerda a la oficina que mi padre tenía cuando vivíamos en aquella mansión que le pertenecía a mamá.

-Pasa y siéntate -me ordena. Y de golpe sé que no son muy buenas noticias.

Belleza y RencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora