20: Edad.

5.7K 488 30
                                    


No tengo la menor idea de cómo llegué a este lugar. Creí haberlo ganado todo, creí que lo había convencido pero todo fue una mentira. Perdí, bien, ahora estoy acostada a su lado, rodeada por sus brazos y piernas, atrapada como una mascota en una jaula.

Son las seis de la mañana y no consigo dormir para nada, ya que Adam duerme de una manera tan incómoda que resulta difícil conseguir dormir en paz, además que es exageradamente grande y pesado, para ser tan delgado y para lucir tan ejercitado pesa el doble de lo que se le puede calcular.

He intentado unas diez maneras distintas de alejar su brazo de mi cuerpo sin despertarlo, pero siempre termino por hacer algo peor, él se mueve y me aprisiona más contra su cuerpo, como si fuese una almohada.

-Adam -susurro, ya harta-. Adam, por favor, muévete.

-Mmm... -gruñe.

-Me estás aplastando -le aviso.

-Te estoy aplastando con amor -replica, con un ojo abierto y una enorme sonrisa-. Ser aplastado no es lo mismo que ser aplastado con amor, vida mía.

El hecho de que me diga «vida mía» me hace sentir como en las nubes y no puedo evitar sonreírle de verdad.

-Bueno, pero muévete -le ordeno.

Él se levanta y sube a horcadas sobre mí, se acomoda y se acuesta como si fuese una rana sobre mi cuerpo. Con su cabeza bajo mi barbilla, los pies recogidos y una sonrisa gloriosa.

- ¡No, así no! -Grito-. Ah, Adam, por favor, pesas mucho.

-Pero peso mucho porque estoy lleno de amor -insiste riendo.

-Demasiado amor -gruño.

-Es tu culpa -besa mi clavícula, y todo el vello de mi piel se eriza-. Me tienes lleno de amor.

-Te daré menos amor si no te bajas de mí ahora mismo -exclamo, pero también estoy riendo.

-No importa.

- ¿No te importa?

-No, no me importa. Yo tengo amor suficiente para ti y para mí -besa mi cara y aprieta mis mejillas-. Solo es de ver a tan hermoso pececito enojado, en mi cama, llena de amor, y molesta.

-No inicies -lo regaño, pero no se escucha tan serio como lo necesito, gracias a que mis labios están apretados.

Él se ríe un largo instante y me abraza fuerte. Luego, coloca ambas manos a los lados de mi cabeza y me besa en los labios, una y otra vez. No me resisto y lo tomo del cuello, atrayéndolo hacia mí, besando sus labios de verdad, recibiendo todo ese amor que él quiere depositar en mí. Él acuna mis piernas en sus manos y me obligo a enredarlas en su torso, sintiéndome atrevida por un instante. Él no rechista en absoluto y de pronto, ambos sudamos. Nos separamos sin aire y dejo que sus ojos esmeraldas me vean con fiereza, como un cazador ve a su presa.

- ¿Eso significa que me vaya, eh? -pregunta, con una sonrisa de suficiencia.

-Significa que aunque peses mucho, estoy bien contigo -respondo-. Pero bájate, por favor, tu gran amor me quita el aire.

Él sonríe, besa nuevamente mis labios y se hace a un lado. Pasa su brazo a mi alrededor y me atrae hacia él con cuidado, subo mi pierna a la suya y lo abrazo por el torso, cerrando los ojos felizmente cansada.

- ¿Piensas dormir más? -me pregunta, sacudiéndome.

-No me has dejado dormir toda la noche -replico, adormilada.

-Si querías dormirte rápido, yo conocía una forma -me mira, con esa cara que dice las cosas con triple sentido-. ¿Lo intentamos?

-Estás muy urgido, eh.

Belleza y RencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora