Es lo más parecido a un castillo que he visto en mi vida. En las montañas más altas de Pèrouges, se encuentra una mansión de color vino, con aspecto rudo y frío. Es grandísima, como un castillo y su propietario es nada más y nada menos que Adam Voinchet; el hombre con el que ahora viviré.
Las puertas grandes se abren con un pequeño botón en el auto del señor Voinchet, y en la entrada están un par de personas. Dos señoras de aspectos muy amables, dos hombres bastante viejos y serios, un perro precioso y dos niñas que parecen ser gemelas. Son increíblemente hermosas; de cabellos rubios, ojos azulados, vestidas de la misma forma.
Bajo del auto un par de segundos luego de que el señor Voinchet lo haga. Y entonces todos vienen sobre mí. El perro empieza a olfatearme y las señoras alejan a los hombres.
- ¡Mira, mira, la joven Amaia! -Exclama a la que conozco por Emeliette, la señora que va de compras muy seguido al mercado-. Ay, mi pequeña Amaia.
- ¡Y qué hermosa que es esta niña! -Expresa la otra señora, toqueteando mi cabello-. Yo seré tu doncella, te ayudaré hasta que te adaptes a esto, pequeña. Me llamo Angie.
Su piel morena y llena de lunares me hace acordarme de las señoras más amables de México, lugar al que logré ir cuando estaba en tercero de secundaria gracias a un viaje que hizo mi padre, donde perdimos a mamá. Luce tan cálida como las otras señoras que conocí, y su nombre, a pesar de ser francés, me hace querer ajustarlo al español mexicano.
-Yo soy Víctor -saluda uno de los hombres, de tez más oscura-. Soy el encargado de llevarte y traerte adonde quieras ir, de buscar lo que necesites y no dejar que Angie se pierda.
-Yo soy Antonio -el otro señor me saluda, éste tiene barba y cabellos blancos a diferencia de Víctor-. No me necesitarás, pero era necesario que me presentara.
-Yo soy Amaia -me presento, aunque sé que me conocen-. Y... yo... pues... yo trataré de ayudarlos, en lo que pueda.
Todos ríen, y entonces aparece Adam del otro lado del auto, llamando la atención de las gemelas. Ambas corren hacia él y lo llenan de abrazos fuertes, y no es sino hasta que escucho que chillan «¡Papá!», que noto el verdadero parecido a él y lo mucho que me sorprende que tenga hijas. Y probablemente esposa.
¿Entonces qué hago yo aquí?
Emeliette gruñe y les ordena a Víctor y a Antonio que la sigan hasta la cocina. Se despiden y me dejan con Angie, Adam y las pequeñas gemelas que no paran de darle amor a su papá, cosa que me hace querer golpearme; es decir, pensé que él era un hombre grosero y recto, serio y centrado, sin embargo, al ver la sonrisa en su rostro y lo iluminados que están sus ojos al ver a sus pequeñas, se me hace un nudo en el pecho.
-No se han presentado, señoritas -les recuerda a las niñas-. Como lo han practicado.
Las dos niñas bajan a regañadientes de los brazos de él y se acercan a mí. Me veo obligada a ver hacia abajo para poder verlas mejor y sonrío enternecida al ver que son exactamente iguales, aunque una de ellas tiene los ojos casi verdes y la otra, azules.
-Soy Naiely -de presenta la de ojos azulados-. Me gusta jugar, cantar y que me lean libros.
-Yo soy Nanette -ahora se presenta la de ojos verdosos-. Me gusta jugar, bailar y hablar en otros idiomas.
Alzo las cejas sorprendida, porque son bastante pequeñas para decir tantas cosas tan increíbles. Apostaría que tienen cinco años, como mucho. Pero son realmente hermosas.
-Bueno, yo soy Amaia -me presento con ellas-. Me gusta jugar, cantar y bailar, leer y hablar en otros idiomas también.
- ¿Me leerás un cuento? -cuestiona Naiely.
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Belleza y Rencor
RomanceEra quien robaba las miradas de las personas, no era el hecho de que su aspecto era aterrador, también era porque sabían quién estaba con él. Era la maldad, en todo su esplendor, opacador y desgraciado, al lado de la belleza y dulzura de aquella jov...