2. La primera amenaza Pt.2

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Adenak se dirigió a la cuadra a buscar su caballo, el caballero no podía dejar de pensar en las palabras del hechicero y si serían ciertas. «¿Realmente era peligrosa aquella espada?». Estaba convencido de ello con solo tocarla, aunque nunca se percataron de que la Siseneg fuera tan poderosa. Adenak no tardó en encontrar su viejo caballo, una vez montó a su hijo, él se incorporó detrás para evitar que en ningún momento se pudiera caer, ya que el viaje sería incierto y largo.

Para desgracia de Adenak y Baren la lluvia fue cada vez más intensa y, sin poder avanzar grandes distancias, tampoco podían volver al castillo. El caballero buscó un sitio donde poder refugiarse; pronto llegarían a uno de los pueblos cercanos a la capital. A lo lejos se distinguía la figura de un gran árbol y pensó que sería un buen cobijo hasta que la lluvia cesase. Sin embargo, antes de poder refugiarse, aparecieron seis misteriosos hombres vestidos con atuendos negros y grises con un emblema grabado en la frente, que evocaba a Agnam, el dios de la muerte. El color grisáceo de la piel de sus adversarios era distinto al del resto de criaturas que habitaban en el mundo, parecían carecer de vida, transmitían la sensación de estar frente a una criatura sobrenatural cuya alma había sido absorbida por la oscuridad. Los caballeros oscuros se situaron entre el camino y Adenak. El noble caballero se vio obligado a detenerse y el caballo empezó a ponerse nervioso. Adenak se vio obligado a bajar del caballo antes de que los tirara a él y a su hijo al suelo. Los soldados avanzaban a paso lento con una leve sonrisa en sus rostros sin vida. «¿Qué querrían?». A su mente no le costó mucho pensar en una respuesta y percibió la naturaleza de su misión.

―¿Quiénes sois? ―preguntó Adenak con voz fuerte y amenazante.

Los caballeros guardaron silencio, respondiendo con una sonrisa más amplia en tono de burla. Adenak ocultó a su hijo tras él y, pese a su recelo inicial, desenfundó la espada Divina. Con fuerza la dirigió directamente contra sus adversarios, esperando hacer crecer el miedo a sus oponentes. Este acto tuvo efecto, el temor se reflejó en sus rostros, conocían el poder de aquella arma. En mitad de la locura se lanzaron contra Adenak y su hijo. Esta vez la sonrisa se reflejó en el rostro de Adenak. El caballero realmente era hábil en el arte de la espada y seis rivales no serían problema para él. Los caballeros oscuros respondieron a la amenaza de igual manera. La duda por usar aquella espada volvió a poblar la mente del caballero. Adenak se abalanzó a gran velocidad hacia sus contrincantes y un aura roja envolvió la espada Divina, mostrando su poder. Un simple gesto del caballero eliminó por completo a sus seis adversarios.

Adenak no logró reaccionar, miraba con rostro tembloroso el resultado del poder que ocultaba la espada Siseneg; no había rastro alguno de sus contrincantes, el arma destruyó sus cuerpos por completo. Su hijo se acercó y, agarrando su pierna derecha, lo trajo de nuevo a la realidad. Sus manos temblaban y su corazón se alejaba poco a poco de la oscuridad. Adenak abrazó con fuerza a su hijo y decidió ir al pueblo en busca de un caballo para llevar de vuelta a su hijo, el viaje era demasiado peligroso.

Su caballo había huido hacia el castillo por lo que debían continuar su camino a pie, la lluvia parecía que quería estar presente en todo momento y no dejaba de manifestarse. Un ruido proveniente de los árboles distrajo al caballero, deseaba que sus sospechas fueran infundadas, pero su experiencia en el combate le alertaba de la realidad. El caballero no esperó a averiguar de qué le alertaban sus sentidos, alzó a su hijo en brazos y se adentró en las profundidades del bosque. Adenak logró esquivar diversas flechas que pasaban a la altura de su cabeza, incluso algún arma casi le rebana un brazo. Apretó más fuerte a su hijo contra sí. Pero el número de enemigos era cada vez mayor y, finalmente, una de aquellas flechas alcanzó la pierna del caballero. Adenak no logró mantener el equilibrio y cayó al suelo, consiguió impedir el mismo destino para su hijo con la ayuda de su mano. Sabía que no podría salir de aquella, pero Baren no iba a perecer allí, no lo iba a permitir y sacó fuerzas para intentarlo una vez más.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now