9. Algo que empieza Prt.2

4 2 0
                                    


La travesía por el desierto de las Dunas Grises, cuyo nombre se debía al peculiar color de la arena, se vio compensada por el trato agradable al cruzar el paso de las Tierras Húmedas, lugar de prosperidad debido a la fertilidad de sus tierras. El río más largo de aquel lugar desaparecía al aventurarse a la infinidad de las dunas, ocultándose bajo tierra hasta Elader. El viaje fue emocionante para la pequeña Kyria, que permanecía atenta a todo el conocimiento que Nisha le proporcionaba. Tras dos días de recorrido por el corredor de libre comercio que los ciudadanos de Elader disponían por el apoyo durante la guerra de las Nuevas Alianzas; el camino pronto mostró las puertas de la ciudad fortificada de Idej. Aquellas murallas fueron el lugar escogido por Ristel, quien negoció en nombre del ejército del Oso Rojo. Esta vez la figura del caballero vino acompañada de un joven hechicero del fuego para sorpresa de Sagras. Ignorando tal acontecimiento y una vez las negociaciones fueron concluidas, los habitantes de Elader fueron invitados a presenciar el torneo de las espadas, un ofrecimiento difícil de rehusar tras la insistencia de madre e hija.

―Yo creo que Nisha derrotaría al rey ―dijo la inocente Kyria al ver la victoria del rey ante el joven Baren―, ¿verdad padre?

―No existe duda alguna ―dijo para alegrar a su hija―. ¿Qué motivo llevaría a Lumal a abandonar el combate?

―Por las habladurías de los habitantes se trataba del mismísimo general del escuadrón del Oso Rojo. Quizá no deseaba arriesgar su reputación ante aquel joven.

―Hay algo oculto en todo esto ―intervino Nisha―. Las armas fueron encargadas por la misma división del Oso Rojo de Iderio y ahora ¿su general abandona el escenario de una contienda? ―reflexionó alzando la voz.

―¡Logré ver a un elfo! ―La inocencia de la pequeña de nuevo se hizo presente―. Pero sus orejas eran más pequeñas que las que vi en los libros. Parecía muy contento con el joven caballero.

―Debe tratarse de un semielfo, un elfo en este lugar no pasaría desapercibido ―le corrigió su madre. Fue en ese instante cuando una sensación de angustia invadió al antiguo guardián del fuego.

―Jamás lo hubiera imaginado ―dijo Sagras―. Si estoy en lo cierto, el semielfo puede tratarse de Dreiduil, el amigo de mi hermano y ese joven debe tratarse de aquel muchacho... ―El temor crecía en su interior―. Necesito ir al encuentro de Agoyh y el maestro del hielo―continuó el antiguo hechicero.

―Nosotros iremos contigo. ―Lua parecía feliz de conocer al fin a aquel hombre del que tanto había oído hablar.

―Debemos separarnos, un oscuro sentimiento invade mi espíritu. Nisha y yo marcharemos al encuentro del maestro del hielo. ―Tras las iniciales reticencias, Lua entendió la preocupación mostrada por Sagras―. Deberás confiar en mí, una vez lo hiciste, ¿recuerdas? Esperaste mi llegada junto a aquella vieja taberna en Odol. Ahora, debes volver a confiar en mí. ―Sagras se acercó tímidamente a Lua y le agarró fuertemente la mano. Después se agachó y abrazó a su hija―. Mi querida Kyria, muestra a tu madre nuestro lugar secreto, pero esta vez deberás acercarte hasta la puerta. Ellos sabrán quién eres.

«Te esperaré» fueron las últimas palabras que acompañaron al antiguo guardián del fuego ante su partida hacia el norte en busca del Lobo Azul.

Las sombrías criaturas regresaban ya con el reporte del cumplimiento de la misión concluida. Ahora el antiguo general oscuro descansaba bajo las aguas putrefactas de los pantanos de Schaya. Quizá alguno de ellos conseguiría ocupar su puesto. La presencia de Ukog era más tenebrosa a cada instante.

―Amo ―dijo la criatura más voluminosa―, la misión ha sido cumplida. Velker no cuestionará de nuevo vuestros deseos. ―Las sombras estallaron en risas―. Su cuerpo está en lo más profundo del pantano con su espada ―acompañando las palabras con gestos de burla hacia el antiguo general.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now