9. Algo que empieza Prt.1

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Habían pasado alrededor de seis años desde la unión sagrada entre la hija del maestro del hielo y Agoyh. Años de paz, en los que parecía disiparse la amenaza de la Segunda Resurrección. Los jóvenes decidieron formar su propia familia, y fruto de la unión nació Aulon, un pequeño que, al igual que sus antecesores, poseía un extraordinario poder mágico. La decisión de la pareja fue trasladarse a Gatsu, poblado vecino de Libraris, traslado que contó con la obligada aceptación de los administradores, pues desde aquel momento sería el propio Agoyh el responsable de salvaguardar la seguridad del poblado, cumpliendo así lo acordado durante el Séptimo Canto. Aruc, por su parte, se dedicó a continuar con las labores de la panadería en Libraris, así como la apertura de su propio taller de sanación a base de plantas naturales en Gatsu. Eria se lamentaba en secreto del destino de Aruc, sabía del poder interior de su hija, pero jamás sería aceptada por las hechiceras blancas. Sin embargo, Aruc era feliz, había conseguido todo cuanto se había propuesto ya que consideraba que la labor encomendada por Loudim era ayudar a las personas con la ayuda de sus pequeños remedios.

―Buenos días ―saludó Eria al criador de vacas―, ¿en qué os puedo ayudar esta mañana, Temisto?

―Mi padre me envía a entregaros diez barreños de leche fresca como agradecimiento por la preocupación de la salud de mi madre. Gracias a vuestros remedios ha mejorado considerablemente. ―Eria se negó en un primer momento, pero tras la insistencia del joven no vio otra salida que aceptar tal ofrenda―. Os estaremos eternamente agradecidos.

―No era necesario, de verdad. Es lógico que nos ayudemos unos a otros. ―Sonrió Eria al joven.

―Gracias una vez más. Sois una bendición. Ahora debo marcharme, debo seguir con el reparto. Además, llegan noticias nuevas del sur. ―Por un momento el joven dudó en continuar con su relato―. Verá, no me mal interprete, nuestra aldea siempre estará agradecida al trato recibido por vuestro esposo, pero otras ciudades no parecen correr la misma dicha. ―Eria invitó al joven a continuar con el relato―. Existe el rumor de que los hechiceros impuestos por los reinos tras el consejo de magia, están abandonando sus puestos. ―Eria pareció más sorprendida que el propio Temisto―. Pero ninguno de nosotros deseamos su marcha, señora Eria.

―Agradezco vuestras palabras. En nombre de mi familia agradezco profundamente el trato recibido siempre por los habitantes de Libraris. ―Tras el agradecimiento el joven prosiguió con su ruta de reparto.

―Madre ―intervino Aruc―, debemos avisar a padre, quizá el Consejo actúe a sus espaldas.

―Debemos marcharnos, debemos comprobar el estado de la protección del templo de Ve-Gor. No creo que los movimientos de los hechiceros del sur porten buenos augurios. Alguien se acerca... ―percibió la hechicera blanca―, su poder espiritual es excepcional...

―Es Riv Nue ―concluyó Aruc―, se dirige al encuentro de padre, algo ocurre. Raro verlo en estos lugares sin la compañía de Agoyh.

―Temisto era portador de la razón, hija mía. ―Al mirar al cielo, Eria logró vislumbrar al joven guardián del viento utilizando la técnica de levitación.

El guardián del hielo estaba centrado en los cuidados de los mellizos recién nacidos, mientras Aulon los miraba atento. El pequeño había heredado el control elemental de la diosa Naunet, pero también poseía habilidades relacionadas con la magia blanca.

―Alguien se acerca ―advirtió Agoyh al apreciar un poder superior―. ¿Eres capaz de advertirlo, hijo mío?

―Se trata del guardián del viento, se dirige a casa del abuelo ―afirmó sin dejar de repasar el libro de hechicería básica―. Alguien más se acerca ―advirtió con una leve sonrisa, esperando la respuesta de su padre. Tras los intentos por descubrir la identidad de tal persona, se vio obligado a prometer salir a montar a Brisa esa misma tarde―. Se trata de Dreid y Baren ―accedió a revelar. Agoyh trató de analizar la situación, su amigo semielfo quizá se acercaba a conocer por primera vez a los mellizos, sin embargo, Riv se había dirigido directamente al encuentro con Lennan. «Quizás el momento ha llegado», pensó―. Deseo ver a Baren, siempre juega conmigo. ¿Tú también quieres verlos? ―Agoyh volvió a centrarse en el presente, elevando a su hijo por los aires a modo de entretenimiento ante las suplicas de Aulon por detener aquel momento.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now