8. El final del entrenamiento Prt.5

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―¿Los alquimistas lograron escapar? ¿Siguen vivos? ―preguntó con cierto recelo el joven.

―Puedes preguntárselo directamente ―contestó el semielfo―, pues junto a nosotros se halla uno de ellos.

―No debo escapar de mi responsabilidad, criatura élfica. Los alquimistas fueron perseguidos, varias partidas salieron en su búsqueda, pero eran demasiado poderosos. Aquellos años marcaron mi juventud, era demasiado inmaduro, confié en ellos y sobre mis espaldas recae el peso del mal ocasionado por los que yo consideraba hermanos. Me utilizaron, ellos tan solo ansiaban la maldición de Solmar. Yo debía reparar mi mal de algún modo, no podía enfrentarme a ellos, no era lo suficientemente fuerte para alzarme con la victoria. Yo los delaté ―confesó―, levanté las sospechas en la guardia real, los cité en el momento preciso, comprobando así la utilización de la magia oscura. Los ojos del rey fueron testigos de cómo aquellos dos alquimistas realizaban hechizos prohibidos siglos atrás.

―Si tus palabras son ciertas ―prosiguió el semielfo―, eras inocente, no debiste huir.

―La creencia de que yo les era fiel fue lo que salvaguardó mi vida durante aquellos años en el castillo. Yo los delaté, pero el rey no distinguió entre amigo y enemigo, la amenaza era real, debía acabar con todo vestigio de alquimia oscura... Escapamos de la amenaza del antiguo reino de Idej. Tras abandonar el castillo logré escapar lejos de mis antiguos compañeros, pero me atraparon, lo sabían; me enfrenté y fui derrotado. Hubiera perecido en aquel lugar sin la intervención de un alto elfo en aquel lugar. Desde aquel día los alquimistas han permanecido en la sombra.

―Confío en ti ―intervino finalmente el joven tras un breve silencio. Baren miró fijamente a su maestro.

―Nuestras espadas y nuestro espíritu viajan ahora contigo. Si Baren confía en ti, no hay motivo para que yo no comparta camino.

―Agradezco tales palabras. Mi objetivo no fue otro que la búsqueda de sabiduría, así como librarme de la maldición de Solmar, capaz de ver los acontecimientos que estaban por ocurrir, e incapaz de ver más allá de lo mostrado por mis ojos, por esa razón decidí que fueran consumidos por el fuego abrasador ―dijo mostrando su venda con unos extraños símbolos que ni Dreid era capaz de reconocer―. Ahora mi maldición me muestra lo que debe ser mostrado. ―Una fuerte energía atrajo la atención del alquimista―. No sois los únicos que se dirigen al encuentro del maestro del hielo, no debéis demorar más vuestro camino. ―Baren deseaba aclarar todas sus dudas―. Sé lo que debe saberse ―habló tras leer los pensamientos del joven―, la batalla pronto se iniciará. Hijo de Egion ―dijo refiriéndose al semielfo―, oscuros tiempos se ciernen sobre ti, deberás depositar confianza en los demás, los pasos del lobo deberás hallar para el cumplimiento de una promesa realizar.

―Si tus palabras son ciertas ―contestó el semielfo―, Ukog conseguirá resucitar a Agnam. No lo conseguiremos, no derrotaremos a un ejército, ¿cómo enfrentarse a un dios?

―En vuestra mano está impedir que eso ocurra, aún hay tiempo, no necesitáis ejército para enfrentaros a la oscuridad. Conservad vuestra esperanza, sois los herederos de la luz.

―Cuntos ―dijo Baren refiriéndose por primera vez con su nombre al hombre sabio―, he tenido un sueño, en él...

―En ocasiones los sueños son capaces de mostrarnos el futuro, pero no olvides que los acontecimientos que están por ocurrir dependen de nuestras decisiones. La maldición de Solmar me muestra lo que está por ocurrir, pero no el futuro en sí. Debo marcharme, no debéis buscarme, yo os encontraré. ―Las ovejas, siempre vigiladas por Siman, el halcón, se adentraron en el bosque seguidas por el propio Cuntos―. ¡Hijo de Egion! ―volvió a llamar la atención del semielfo―, en tu corazón encontrarás tu propio camino ―tras aquellas palabras se perdió en el bosque.

El poseedor de la maldición de Solmar observó cómo retomaban el camino que les llevaría al encuentro de Lennan Miro. La silueta del alto elfo se situó junto al antiguo alquimista.

―Todo ha comenzado ―le dijo Cuntos―. De nuevo el destino de todos reside sobre las manos de muy pocos.

―Pronto llegará el momento, debemos mantener la esperanza. En tiempos oscuros nuestra fe debe portar la luz de Loudim sobre este mundo.

―Se han vuelto muy poderosos. Tu guardián del viento ya se dirige al encuentro del Lobo Azul, su poder ha aumentado considerablemente, no erraste en su elección... ¿Qué será de tu hijo? Sufrirá como nunca ha sufrido...; esta vez su perdida será irreparable. 

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now