7. La caída de la fe. Prt.3

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Tras sumirse en recuerdos, el semielfo aprovechó la reunión del Consejo de Loudim, propiciada por Lennan, para hacer frente a los temores crecientes ante una Segunda Resurrección, para realizar un entrenamiento de supervivencia lejos de las comodidades del hogar del guardián del hielo. Tras dejar atrás las flores doradas decidió tomar el camino del sur; maestro y alumno parecían reconocer una y otra vez las mismas señales, sin duda, se habían perdido.

―Nos hemos perdido ―afirmó Baren―, debería haberme marchado con Agoyh.

―No nos hemos perdido ―le rectificó―, sé perfectamente en qué lugar nos encontramos... ―Dreid buscó a su alrededor en busca de alguna señal para impedir dar la razón a su alumno―. ¿Ves estas setas bastón? Esto nos indica que estamos cerca de...

―Llevamos dos días caminando en círculos, es la tercera vez que pasamos por este lugar, tengo hambre, sed y necesito dormir.

―Forma parte de tu entrenamiento, así que deja de protestar ―miró con disimulo, comprobando que su explicación fuera lo suficientemente convincente―. Vuelvo a decirte que sé perfectamente dónde estamos. Has olvidado que tengo sangre élfica. Un elfo jamás se pierde en un bosque.

―También tenéis sangre humana y los humanos se pierden a menudo.

A Dreid le costaba mucho reconocer que estaban perdidos, era muy orgulloso, sin embargo, quizá era el momento de ceder y reconocer su nefasto sentido de la orientación. La suerte se alió con el maestro de caballero, pues reconoció los árboles con las ramas curvadas junto con flores azules con franjas amarillas; ¿cómo podía haber tardado tanto en reconocer la zona? Aquella vegetación mostraba el camino hacia el poblado de Lade, al norte de las Tierras Húmedas, el poblado donde residían Gerio y Taris, los padres del guardián del hielo.

―Sé perfectamente dónde estamos ―no tardó en pronunciar el semielfo―, estamos cerca de...

―Cerca de Lade ―interrumpió el alumno―, yo también sé reconocer las flores recuerdos del cielo. ―Dreid se sorprendió al ver cómo su alumno conocía aquellas flores―. No es la primera vez que he venido, pero ha sido divertido veros intentar reconocer el lugar.

Dreid estalló en risas al ver cómo su alumno le había dado una lección. Tras unos instantes en silencio, Dreid se acercó a Baren y lo lanzó montaña abajo como castigo.

El maestro del hielo había conseguido convocar un nuevo Consejo de Loudim, pese a las primeras reticencias de gran parte de los hechiceros superiores, pues no veían la urgencia que Lennan mostraba ante los acontecimientos recientes. La reunión se celebraba en la isla de Karda, situada en pleno océano de Tardan, isla que permanecía oculta hasta que los maestros elementales partían de los puertos designados; aquella era la señal que necesitaban los cuatro custodios para retirar los sellos que impedían la aparición de Obsedon, el templo eterno.

Del mar surgió una isla protegida por una esfera de hielo que envolvía todo el territorio, fue la llama la encargada de liberar a Karda de su protección; el viento consiguió levantarse consiguiendo así apagar la llama eterna, siendo el poder de la tierra quien levantó, una vez más, la majestuosa construcción surgida de las profundidades del Tardan. Finalmente, la luz hizo brotar la vida de nuevo en el templo.

―Jamás me cansaré de verla aparecer ―confesó el maestro al ver erguirse sobre las aguas la isla de Karda―. El hombre guiado por la luz, puede hacer de este mundo un lugar mágico.

Las diferentes embarcaciones de los hechiceros fueron alcanzando sus puertos al llegar a la isla. Karda, fue construida después de la aparición de Bator, antiguo hechicero del fuego y señor de los kiastanour sucumbido a la oscuridad; fue tras la guerra de las Sombras donde se creó el Consejo de Loudim. La majestuosa construcción quedaba rodeada de un verde hipnotizador, sus paredes blancas fueron fundidas por las llamas de antiguos dragones. Los tres niveles formaban unas cascadas que divergían en cuatro caminos que unían la torre central a las atalayas representativas de los cuatro poderes elementales.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now