5. Nueva familia, viejas historias Prt.3

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La búsqueda no había obtenido los resultados deseados, no quedaba rincón en Odol que no hubiera indagado, el tiempo apremiaba, pues aquella joven no le esperaría mucho más tiempo. El sol pronto desaparecería y las puertas de la ciudad se cerrarían en un intento de protegerse de las tormentas de arena que el desierto de la Desesperación regalaba cada noche de luna nueva. Tras dirigir sus pasos de nuevo hacia El Pato Cojo logró cruzarse con aquellos ojos rojos huyendo de nuevo de varios guardias reales. Sagras arrojó al muchacho a un bebedero de caballos ocultándole de sus perseguidores.

―No siempre estaré para protegerte ―dijo ayudando a salir al muchacho de aquel repugnante lugar―, deberías moverte con más cuidado por la ciudad.

―No necesito vuestra ayuda. ―Los ojos rojos seguían mostrando rencor por lo ocurrido en la plaza del Oro. El joven intentó seguir su camino cuando el guardián del fuego se lo impidió.

―¿Dónde crees que vas? ―El joven cada vez parecía más molesto ante la presencia de Sagras―. Te he hecho una pregunta ―dijo con contundencia.

―Podría haberme librado de esos guardias yo solo ―protestó―, no os he pedido ayuda.

―Ahora me perteneces ―sentenció―, vendrás conmigo ―aquella orden sorprendió al niño―. Luego ya veré que haré contigo.

La tenue sonrisa del guardián del fuego dio por finalizada la conversación. Como era de esperar, la rebeldía de aquel chico se hizo presente negándose a la proposición de Sagras. Sin tiempo a que pudiera reaccionar, un certero golpe en el estómago del muchacho le dejó inconsciente. Sagras alzó al joven en brazos y se marchó al encuentro de Lua.

Su cabeza no dejaba de preguntarse el motivo para depositar confianza alguna en él. No obstante, allí estaba, esperando la llegada del guardián. No habían sido pocas las ocasiones que su razón le indicaba que era mejor marcharse. El desierto de la Desesperación era un lugar realmente inhóspito cuando la oscuridad ocupaba el lugar del sol en el firmamento. Sin embargo, su corazón deseaba confiar en aquel hechicero. Ella sabía que Sagras volvería, simplemente lo sabía. Su corazón no se equivocó, a lo lejos logró distinguir la silueta del joven, que tal y como prometió, había vuelto.

―¿Crees que se debe hacer esperar a una dama? ―inquirió―. ¿Quién es este muchacho? ―preguntó curiosa al ver aquel chico de pelo gris.

―He encontrado a este niño cerca de la plaza. No tiene familia. ―Al escuchar aquellas palabras, Lua pareció intuir las intenciones del guardián de fuego―. Ahora me pertenece y estoy dispuesto a llegar a un acuerdo. ―Ahora que su sueño estaba tan cerca, la joven dudó, ¿hacía bien comprando aquel muchacho? ¿Estaba el guardián interesado en el dinero? La ilusión por recuperar la felicidad en su hogar se anteponía a cualquier duda que pudiera surgir.

―¿Estás seguro de que no tiene familia? ¿Por qué tiene el pelo gris?, ¿está enfermo?

―Si no os interesa buscaré a otro comprador ―sentenció―, no sois la única que desea un ejemplar tan joven. Es vuestro por veinte lines de oro y dos de plata. ―Ante aquella cifra, la joven perdió toda esperanza. No había conseguido ahorrar más que cinco lines de plata y quince de bronce.

―No tengo tanto dinero..., yo solo tengo... ―Le mostró las monedas.

―¿Me estáis mintiendo? ―Sagras alzó una ceja.

―No miento ―suplicó la joven―, te prometo que no tengo más. ―Sagras insistió nuevamente sobre el precio, la joven ante la desesperación le dio la vuelta a los bolsillos para demostrarle que no tenía nada más―. No puede ser... ―La joven pareció sorprendida al descubrir aquellos lines de oro y de plata, ella no recordaba haber tenido tal cantidad de monedas en su poder―. ¿Esto servirá? ―preguntó sin entender aún lo sucedido.

Sagras despertó al joven de su sueño con un nuevo golpe y recogió la bolsa con las monedas acordadas. Sagras vendió al joven de ojos rojos a aquella joven que despertó los sentimientos más ocultos en su frío corazón. La sonrisa de Lua iluminó por completo la mente del duro hechicero, una sensación extraña y, sin embargo, agradable.

―Te estoy muy agradecida ―habló de nuevo―. No sabes lo que significa esto para mí. ―Sagras no fue capaz de responder―. Ahora dime, jovencito ―dijo por primera vez a su nuevo hermano―. ¿Cómo te llamas? ―El muchacho decidió guardar silencio―. Mi nombre es Lua, a partir de ahora seré tu hermana, vivirás conmigo, seremos una familia. ―La voz era agradable, cada palabra transmitía ternura y amor, amor por el que ya consideraba su hermano.

―¿Por qué voy a aceptar que seas mi hermana?

―Porque nos necesitamos ―dijo con firmeza―; yo necesito un hermano y tú, tú no tienes a nadie más.

―Nisha... ―susurró ante aquellas palabras. Sagras pensó que aquella mujer era capaz de hacer amar a cualquier ser―, mi nombre es Nisha.

Tras la turbia noche, el amanecer cubrió por completo el hogar de los Miro. El olor a comida recién cocinada fue la señal que necesitaba el semielfo para levantarse. Dreid daba la impresión de ser un rastreador buscando el origen de aquellas señales aromáticas. Y allí encontró mucho más de lo que esperaba, por fin había vuelto Eria, Lágrima Blanca. La antigua hechicera saludó con su dulce sonrisa a su viejo amigo, fundiéndose los dos en un gran abrazo. Eria había estado ausente durante el día anterior a causa de los preparativos para las fiestas de la aldea. Su humilde horno de pan y sus remedios curativos requerían gran dedicación, pues las ventas aumentaban considerablemente durante las celebraciones en honor de los fundadores. El maestro del hielo y el muchacho ya habían almorzado y esperaban con impaciencia el regreso de Agoyh y su hija. «Salgamos fuera, ya están aquí», afirmó Eria. Lágrima Blanca, al igual que su hija, poseía la habilidad de sentir las energías de seres con un poder mágico significativo, llegando a reconocer a las personas a grandes distancias. Tras aquellas palabras, los dos jóvenes aparecieron a lo lejos del sendero. Baren, que pese a todos los comentarios tranquilizadores de los adultos seguía temiendo la pérdida de Agoyh y no logró contener sus emociones, corrió al encuentro de su tutor. Tras desmontar de Brisa, el guardián del hielo realizó la reverencia oportuna a su maestro y a su esposa. Al semielfo le bastó una leve sonrisa para intuir lo que había sucedido durante la noche. Los jóvenes decidieron relatar lo acontecido ignorando parte de lo vivido entre ellos.

―Parece ser que tu hija y Agoyh ocultan algo, ¿me equivoco? ―comentó el semielfo―. Creo que algo más ocurrió en el lago del Espejo.

―A mí me pareció bastante creíble ―respondió Eria con una leve sonrisa que apoyaba la afirmación del semielfo―. Ahora volvamos a dentro, tenemos un día muy largo por delante.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now