3. Primeros movimientos Pt.2

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El grado de maestro, no era el poder más elevado dentro de los diferentes clanes de hechiceros, dentro de cada orden existían los amos elementales, un poder cercano al de los dioses. Cuatro poderes elementales regían el mundo de los hechiceros: fuego, aire, hielo y tierra. Existían otros ritos y seres con poderes que no tenían magia elemental como tal, pero su poder e influencia en los distintos reinos era mucho menor, ya que su práctica había desaparecido de las grandes corrientes de la magia. Pese a su notable influencia, la magia elemental parecía debilitarse en el tiempo dejando paso a la ley del oro y la espada. Atrás quedaron los tiempos en que reyes y nobles pedían consejos a los distintos clanes, aquellos tiempos en que cada elemento dominaba una parte del mundo, esos tiempos fueron olvidados tras la Primera Resurrección. Se impuso la figura de los administradores, decisión tomada en el Cuarto Canto del Consejo de Loudim, al término de la batalla de las Espadas. Estos eran personas propuestas por los distintos reinos que gobernaban y decidían las misiones en las que debían acudir los diferentes hechiceros, a excepción de los hechiceros supremos que no respondían ante el control de los administradores, relegando el estatus de hechiceros a meros mercenarios. No todos los hechiceros se sentían satisfechos con la deriva tomada por los consejos de Loudim; Lennan, el llamado Lobo Azul, era uno de aquellos que odiaban a los administradores. Tiempo atrás tuvo un enfrentamiento con un administrador y el incidente ocurrido en el pequeño reino de Ágina en el continente de Evisar terminó por romper todo lazo con ellos.

El respeto entre guardián y maestro era mutuo, para el guardián del hielo su maestro también encarnó la figura de padre durante el tiempo que Agoyh estuvo en el Palacio de Cristal, lo cual obligaba a estar desligado de su familia. Durante los años de aprendizaje al lado de su maestro formó una sólida amistad con la pequeña Aruc, una amistad que pronto se convertiría en amor, pese a que nunca fue capaz de confesarlo.

El sol ya estaba situado sobre Agoyh y Baren cuando desmontaron de Brisa. El muchacho llevaba un tiempo despierto, pero sin ser capaz de articular palabra ante la fascinación del bosque Dorado, que en aquel momento se encontraba en plena explosión de vida. Frente a él nacía un humilde arroyo junto a una cabaña de madera. El caballo, sin indicación alguna, se dirigió al establo a descansar, Brisa estaba exhausta, el viaje había sido muy duro para él. La mirada del niño parecía perderse hacia el interior del bosque, esperando la aparición de su padre, pero no apareció, ya no volvería nunca más.

Sin tiempo para reaccionar, la puerta de la cabaña se abrió mostrando una figura alta y estilizada, de orejas puntiagudas y larga caballera dorada. Los alargados y azules ojos se posaron sobre el guardián, Agoyh respiró aliviado, se trataba de Dreid. Durante los años en compañía de Lennan, formó amistad con un semielfo amigo del propio maestro del hielo. Cuando se marchó a vivir al interior del bosque Dorado solía recibir al semielfo durante largas temporadas. Baren jamás había visto una criatura que no fuera humana, es cierto que había oído historias y leyendas sobre las criaturas que poblaban los diferentes continentes, pero jamás imaginó estar delante de una criatura como Dreid. Ante aquella situación desconocida, Baren encontró refugio detrás de Agoyh e inmediatamente el guardián de los hielos se echó a reír.

―Puedes estar tranquilo, no es un enemigo. Solo un semielfo ―le dijo―. Este es Dreid. ―Baren, algo más tranquilo decidió que seguir detrás de Agoyh era lo mejor―. Me alegra verte de nuevo, amigo ―pronunció el hechicero dirigiéndose al semielfo.

―Lo mismo digo, amigo mío ―contestó a la vez que ingería el mordisco dado a una manzana roja que sujetaba con la punta de una vieja daga―. Estas manzanas son realmente deliciosas. ¿Ese crío es tuyo? ¿La madre es Aruc? ―Agoyh no consiguió evitar abochornarse ante aquellas preguntas―. Tranquilo; era broma ―continuó―. Así que este asustadizo niño es a quien me mandó entrenar el Viejo Lobo. ―Dreid masticó un segundo bocado a la deliciosa manzana, sorprendiendo con ese anuncio al hechicero y a Baren, que seguía desconcertado―. Por tu reacción diría que no sabes el motivo de mi visita. Ese viejo y tonto maestro que tienes siempre parece ocultar sus planes.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now