12. El viento se agita Prt.1

4 2 0
                                    


«¿Qué llevó al joven de ojos rojos a enfrentarse a sus compañeros?», se preguntaba el joven Baren al cruzar el portal que los llevaría cerca de la ciudad de Idej. Nisha era ahora un dragón y un nuevo enemigo. El semielfo se lamentaba del tiempo perdido, debían unirse a la resistencia del rey Feron o la oscuridad avanzaría sin oposición. No podían dejar caer la ciudad de la esperanza. El guardián del viento se centró en los sentimientos de inutilidad al ver cómo su poder era insignificante al enfrentarse a un dragón, jamás sería tan poderoso como Sagras e incluso Agoyh le superaba, después de convertirse en el maestro del hielo. El portal les trasladó hasta un sendero oculto que les guiaría directamente a la ciudad de Idej.

―Nuestro viaje llega a su fin ―dijo Cuntos a modo de despedida―, no vi venir la decisión de Nisha.

―Siempre confié en ti ―respondió el joven Baren―, fue su propia decisión unirse a la oscuridad.

―Dime, viejo alquimista ―intervino el semielfo―, Lennan creó un inmenso bloque de hielo para proteger a Eria, ¿conoces algún modo de liberarla?

―La desgracia se presenta de nuevo ante Lágrima Blanca, pues un hechizo tan poderoso necesita un poder superior para liberarla, por eso Nisha era importante para que Eria pueda cumplir con su destino. Ni siquiera tu padre podría liberarla. Ojalá Sagras estuviera con nosotros, su poder unido al de su hermano o al del guardián del viento lograría liberarla. A decir verdad, estoy seguro de que encontraréis el modo de hacerlo, Lennan depositó la vida de su mujer en vuestras manos. Él también os reconoció como los herederos de la luz.

«Los herederos de la luz ―pensó para sí el joven―. No es la primera vez que lo escuchamos».

―Llegado el momento los que aún conservéis la esperanza y valor necesario comprenderéis el verdadero significado de mis palabras. Ahora debo marcharme, Egion debe ser informado de los últimos acontecimientos. Os deseo que la luz de Loudim viaje con vosotros.

―Que la buena suerte sea contigo, buen amigo ―se despidió al fin Baren―. ¿Nuestros caminos se volverán a cruzar? ―Cuntos no contestó a la pregunta, simplemente sonrió.

La marcha del alquimista vino acompañada por la llegada de sus antiguas monturas, sin duda se trataba de algún extraño conjuro creado por Cuntos. En el interior del sendero los árboles bailaban junto al viento de manera harmoniosa dejando traspasar la suave luz del día. A lo lejos por fin se erguía la figura del castillo sobre la ciudad de Idej. El tiempo apremiaba, el galope de los caballos se hizo más intenso al acercarse a las puertas de la ciudad, debían avisar al rey de las intenciones de Lumal.

―El alquimista no mentía ―dijo Velker―, ha cumplido su palabra.

―Su poder no es despreciable ―le contestó el semielfo―, sin embargo, sus acciones tienen mi desconfianza, es lo que nos ha llevado a esta situación.

―No puedo hacer otra cosa que discrepar de mi maestro, pues Cuntos siempre ha obrado a nuestro favor y esta vez no ha sido una excepción. Como prometió, nos ha llevado hasta las mismas puertas de la capital de Iderio.

―Te lo avisé una vez ―le reprochó su maestro―, nunca debes fiarte de las intenciones de un alquimista. Ahora no debemos perder tiempo, el rey debe recibirnos.

―Yo debo marcharme ―avisó el guardián del viento para la sorpresa de todos―, este lugar requiere de las habilidades de la espada más que las capacidades de un hechicero. Yo no sería más que una molestia, carezco del poder de Agoyh.

―Riv ―intentó persuadirlo el joven Baren―, sois uno de los hechiceros más poderosos que existen en este mundo, sois el guardián del viento.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now