6. Las llamas de la esperanza Prt.3

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La luna logró ocupar su lugar entre las estrellas. Como de costumbre, en casa del hechicero del hielo, aquel acontecimiento era la señal que necesitaba el semielfo para saber que había llegado el momento de servir la cena. Aquel día todo era diferente, Dreid no parecía ser la misma criatura risueña y despreocupada que lograba contagiar optimismo, algo había cambiado. Quizá era debido a lo ocurrido durante el entrenamiento con el muchacho, la aparición de aquellas poderosas energías. Por primera vez ocupó el lugar de Agoyh, normalmente preocupado, parecía más despreocupado. El guardián del hielo era diferente tras su encuentro con la hija del Lobo Azul. El recuerdo del primer beso con Aruc invadía gran parte de sus pensamientos.

―¿Cómo ha ido el entrenamiento hoy? ―preguntó Agoyh al mismo tiempo que servía un caldo caliente―. Creo que pronto conseguirás vencer a Dreid, en el pueblo ya empieza a ser conocido y no precisamente por sus habilidades con la espada.

―Hoy hemos entrenado mucho ―contestó el chico―. Esta vez Dreid ha tenido que esforzarse mucho, casi he conseguido ganar un combate.

―Te convertirás en un gran caballero, estoy seguro.

―Creo que sé qué ocurrió esta mañana ―interrumpió el semielfo―, esta mañana no lo pensé. Creo haber encontrado una respuesta. No existe otra explicación posible. Alguien debe poseer la Esperanza Sagrada. La espada creada por los fundadores de kiastanour, Kiast el grande, Solmar el sueño de los dioses, Kin-sha'ra el heredero y Noure el creador. Una de las armas legendarias conocidas. Una espada creada con el propósito de ampliar el poder espiritual de su poseedor, capaz de absorber la energía y almacenarla en su interior. La leyenda dice que, si sus seis cristales de akil consiguen iluminarse, despertará el inmenso poder que yace en su interior. Un poder capaz de rivalizar con los altos dioses.

―Tiene sentido ―interrumpió Agoyh―, si Sagras creó el primer hechizo de fuego, su adversario pudo absorber y devolver el ataque. Por eso fuimos capaces de sentir dos espíritus iguales. Por suerte, Sagras sigue vivo.

―Bueno, no hablemos más de este asunto; es hora de cenar. Llevo esperando este momento todo el día, así que cenemos en silencio. ¡Dreid necesita concentrarse para comer!

El quinto día de reposo vino acompañado de la desaparición de las heridas más superficiales. Durante todo ese tiempo la hija del herrero decidió visitar al guardián. Día tras día, Lua llevaba mantas y comida por la simple necesidad de mantener contacto, aunque solo fuera verbal, con él. Nisha ocupó el lugar de su hermana en su visita a Sagras al séptimo día, pues ella debía de ocuparse de la herrería. El joven de ojos rojos dio sus primeros pasos hacia la cueva.

―Por fin has decidido entrar ―preguntó fríamente el hechicero al percibir la entrada del chico de pelo gris―. ¿Qué quieres?

―Yo... ―Nisha fue incapaz de pronunciar su deseo sin titubear. Tras comprobar el poder del hechicero en la batalla de Sagras contra Velker, la sola presencia del guardián del fuego infundía respeto al chico de ojos rojos―. Lua no ha podido venir y me manda para saber cómo os encontráis...

―Pocas personas presentan tal nivel de tozudez como tu hermana. ―Sagras permaneció un instante en silencio―. Dile que estoy bien, no debe preocuparse tanto por mí. Puedo cuidar de mí mismo, no necesito a nadie.

―Todo el mundo necesita a alguien ―se atrevió a contestar―, no sois diferente. ―Sagras ignoró de nuevo al chico―. ¡Quiero que me enseñéis! ―Aquella familia no dejaba de sorprender a Sagras. El guardián negó aquella petición―. Quiero defender a mis padres, a Lua y a toda persona que necesite ser defendida. Quiero ser fuerte, quiero tener poder... ―Nisha hablaba a trompicones con su discurso ensayado.

―No necesito un aprendiz, no necesito preocuparme por nadie... ―interrumpió el guardián, dándole la espalda al chico―. Búscate a otra persona.

―Mañana volveré, si estáis aquí me aceptaréis como alumno. Defenderé a mi familia.

―Lo que hagas no es asunto mío.

Nisha, el joven de ojos rojos, marcaba el paso de vuelta con tranquilidad. Recordó su vida antes de conocer a Lua y a sus padres, la experiencia de formar parte de una familia había cambiado al chico, su antiguo carácter tosco y orgulloso había dado paso a un chico amable y solidario con los demás. No estaba dispuesto a poner en peligro todo lo conseguido en tan poco tiempo tras años de sufrimiento. Defendería a los suyos hasta el final, no deseaba volver a ser aquel muchacho solitario a quien el destino llevó hasta Odol.

Las horas dieron paso a la noche que parecía ser eterna, Nisha deseaba comprobar si Sagras aceptaría su propuesta. Los primeros rayos del sol dieron la señal al chico, que no logró ni desayunar, solo corría sin cesar al encuentro del guardián del fuego.

―Te he estado esperando ―dijo Sagras levitando sobre la cabeza del muchacho al ver su desolación por no encontrarlo en el interior de la cueva―. Regla número uno: jamás hagas esperar a un hechicero y regla número dos: vigila siempre lo que pueda haber sobre tu cabeza.

―Dije que vendría ―se limitó a contestar.

―Ya te advertí de que la testarudez de Lua no te conviene ―dijo con una leve sonrisa, descendiendo de las alturas―. Serás mi discípulo, pero debes saber que el camino no resultará sencillo. No sé por qué hago esto. Pero te lo advierto, el Consejo de Loudim jamás te aceptará como uno de ellos, a ojos de los demás no serás nada y puede que jamás logres dominar el fuego.

―Solo deseo defender a mi familia ―dijo con rotundidad el chico.

―Esas palabras me recuerdan a mí. Tampoco te conviene ser como yo, jovencito.

―Soy yo mismo. Basta de palabras, empecemos hoy mismo. Me convertiré en alguien más poderoso incluso que vos..., maestro.

―Entonces, no perdamos más el tiempo, ¡empecemos!

t:150%;FX~

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now