4. Infarto

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Samuel volvió al trabajo después de aquel primer encuentro con Beatriz, es obvio que se dio de cuenta de cómo esa señora lo miraba, pensaba que en cualquier momento iba saltarse sobre él y se lo comería, se sintió asqueado de solo imaginarlo, cogió un par de herramientas y caminó nuevamente al sitio donde lo había dejado para continuar con lo que estaba haciendo.

Ignacio: ¡Samuel!-Ignacio caminó por los terrenos para acercarse a él.

Samuel: no deberías de estar por aquí, te vas ensuciar-sonrió.

Ignacio: aprendes muy rápido chico-observando sobre su espalda todo lo que había hecho en media mañana-igual lo llevas en la sangre-dijo orgulloso y Samuel sonrió agradecido.

Samuel: tal vez.

Ignacio: deja que te ayude con lo que estás haciendo, cuando empecé a trabajar aquí me encantaba hacer estos trabajos de campo.

Samuel: ¿también trabajaste la tierra?

Ignacio: sí, mis padres eran muy amigos de los padres de Beatriz, mi mujer, siempre quise aprender todo lo relacionado con el algodón y su padre me dijo que solo empezando desde abajo iba saberlo todo, así fue como empecé-hacía esfuerzos por ayudar a Samuel pero su cuerpo ya no reaccionaba como antes-estoy hablando de cuando tenía unos años más que tú-soltó una carcajada.

Samuel: Ignacio, deja eso, es un trabajo pesado para ti.

Ignacio: déjame compartir este rato contigo... quiero estar cerca de ti, hijo.

Samuel lo miró mientras él trabajaba era la primera vez que lo llamaba hijo desde que había llegado y realmente se sintió así... como su hijo, sonrió y aceptó movido por la idea de pasar un rato agradable con su padre. Entre cuentos y anécdotas siguieron allanando la tierra, por un momento Ignacio se detuvo, soltó lo que tenía en la mano y se tocó el brazo izquierdo con intensidad mientras hacia una mueca, Samuel se dio cuenta y enseguida lo miró esperando que dijese que solo era un malestar, pero de pronto Ignacio sintió un pinchazo en el pecho que le hizo hincar la rodilla en el suelo.

Samuel: ¡Papá!-se inclinó a cogerlo y con fuerza lo levantó afortunadamente Ignacio seguía consciente, rápidamente lo llevó a casa-¡CHICOS AYUDADME!-entró por la puerta con un gran estruendo alarmando a las chicas que limpiaban la sala, él y tres más cargaban a Ignacio quien se quejaba del pecho-¡JUANA LLAMA A UN MÉDICO!

Fabio: ¿¡¡Que pasa!!?-salió del despacho.

Samuel: estaba ayudándome en los terrenos y se empezó a encontrar muy mal, yo...

Fabio: ¿¡Ayudándote!? Mi padre ya no tiene el cuerpo para esas cosas, ¡no debiste dejarle!

Samuel: lo siento... yo...

Fabio: ¡¡¡Llevadlo arriba!!!

Los trabajadores llevaron a Ignacio a su habitación, lo dejaron sobre la cama y salieron de la habitación por órdenes de Fabio, Samuel se moría de ganas por saber el estado de su padre, pero no podía cometer ninguna imprudencia para no delatar la relación que lo unía con su padre en su lugar esperó en el pasillo, pronto llegó el médico y a pesar de tratas de ver algo cuando abrió la puerta le fue incapaz

Andrea llegó de recoger unas flores por el campo mientras su marido trabajaba en el despacho, fue hasta allí pero no lo encontró y le pareció raro que nadie estuviese por allí cerca, subió al piso de arriba, caminó por el pasillo y se encontró a un joven frente a la puerta de la habitación de sus suegros.

Andrea: ¿Quién eres?-Samuel se giró para ver quien le hablaba y se quedó mirándola perdido en su pequeña sonrisa.

Samuel: yo...-en ese momento Fabio salió de la habitación de su padre y Andrea frunció el ceño.

LA VIUDANơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ