42. Me gustaría que fueras ella

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Flavio entró en el rancho, todo estaba muy solitario y apagado, caminó hacia el despacho observando a Samuel con una copa en la mano, ya era la cuarta desde que Aurora se había ido, él se acercó y se sirvió la primera, iba ser una noche larga.

Flavio: va estar bien con Andrea.

Samuel: ¿la viste?

Flavio: si... ella es su madre, sabrá cuidarla.

Samuel: lo sé, por eso al final no se lo impedí, es la oportunidad perfecta para que se traten más

Flavio: te pido nuevamente que recapacites, a lo largo de este tiempo te he dicho mil cosas y he cambiado de opinión, he sido un loco, pero esta vez te lo pido de verdad... desiste de esta idea, no te traerá nada bueno...

Samuel: tengo la cabeza en un mar de dudas, no puedo más, primero soy el bastardo de su suegro y hermano de su marido, luego Aurora es su hija, después me aleja por que no puede tener hijos y a día de hoy no quiere saber nada de mi y prefiere verme casado con Patricia-suspiró.

Flavio: yo solo te pido que pienses en ti y en la niña.... Vuestra mejor opción para una vida feliz no es la estúpida de Patricia...

Samuel: ¿Andrea?

Flavio: tal vez si o tal vez no... pero desde luego no Patricia

Samuel: yo que sé, tengo la cabeza echa un cristo...

Flavio: piénsalo bien Samuel... por favor.

Samuel: tranquilo haré lo mejor para todos.

Andrea estaba en su habitación inquieta por la situación, el tener a Aurora en casa y cargando aquella gran tristeza le había hecho entender que tal vez se equivocó animando a Patricia a enredarse nuevamente con Samuel y casarse con él, se pasó las manos por la frente maldiciéndose.

Andrea: ¡Desde que ese hombre llego a tu vida no has hecho más que hacer las cosas mal!

No podía permitir que Patricia se quedase con Samuel, ni que esa mujer lo hiciera eternamente infeliz, Andrea sabía que a quien amaba Samuel era a ella y lo estaba empujando a los brazos de otra sin darse ambos la oportunidad de ver si son felices a pesar de no poderle dar hijos, por otro lado pensaba en Aurora, no podía permitir que aquella tierna niña terminase en un internado en algún rincón de Europa...

Salió de su habitación y tocó en la habitación que le asignara a Aurora, tras un rato de silencio ella entró y la observó acostada con lágrimas en los ojos, su instinto materno emergió casi al instante aproximándose a ella para protegerla de aquello que la hacía sufrir.

Andrea: ¿Qué pasa cielo?-se sentó sobre la cama y la pequeña se acurrucó sobre ella.

Aurora: me imagino la vida con ellos en la ciudad y es que me dan ganas de llorar, no puedo evitarlo-Andrea acarició su larga cabellera negra.

Andrea: tranquila yo me encargaré de todo-posó un dulce beso sobre su pelo.

Aurora: eres lo más parecido a una madre que tengo-los ojos de Andrea se aguaron al instante-me gustaría que fueras ella.

Andrea: cielo... gracias por esas palabras-la abrazó dulcemente-sé que he sido algo dura con tu padrino pero en verdad lo quiero con la mayor de las locuras-Aurora sonrió-ahora mismo sois lo más importante que tengo y no te preocupes, impediremos esa boda, pero a la manera de la viuda, ¿estamos?

Aurora: ¿Qué vas hacer?

Andrea: eso déjamelo a mí, ¿vale? Tu estén tranquila, nadie te va mandar a ningún internado ni nada parecido, tú te quedarás al lado de tu padrino.

LA VIUDAWhere stories live. Discover now