7. El tiempo no cura nada

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Samuel se trasladó a la mansión de los León, lejos de ocupar una habitación de servicio, Felipe le dio la habitación contigua a la de Flavio, ambos se hicieron muy amigos con el paso del tiempo, él le explicaba a Samuel todo lo referente a la empresa en la que trabajaban, era una empresa textil que principalmente trabajaba con el algodón, poco a poco se fue integrando en aquella pequeña familia, Flavio lo veía como un hermano y Felipe prácticamente lo había adoptado como su hijo, siguió creciendo tanto física como psicológicamente, hasta llegar a convertirse en un gran empresario de 32 años con un gran carácter y con mucha bondad.

Sin embargo esos 15 años no le sonrieron para nada a la joven Andrea, a pesar de haber sido nombrada heredera universal de los bienes de los Alcázar, su odio siguió creciendo cada día, cada vez más cabreada con lo injusta que fue la vida con ella, ese odio la convirtió en una mujer déspota, amargada y bastante malvada, no tenía piedad de nadie, a la mínima oportunidad que tenía desquitaba su rabia con cualquiera. Solo Irina, quien se había convertido en su mano derecha sabía controlar la fiera que llevaba dentro, esta no tardo en averiguar el pasado de Andrea por lo que la entendía y la apoyaba en todo, para nadie era un secreto el sufrimiento de aquella mujer a la que apodaban "la viuda".

Caminaba firmemente con sus zapatos de color rojo por aquel pasillo, las paredes eran blancas el suelo también lo era, desfilaba por un sinfín de puertas del mismo color, de pronto se detuvo frente a una de ellas, sus labios rojos dibujaron una sonrisa y decidida movió el pomo de la puerta para entrar.

Andrea: ¡¡Pobrecita!! Si hasta te tienen amordazada-fingió una cara de pena y se sentó frente a ella, cruzó una pierna y sonrió nuevamente-¡quítale la mordaza! Necesito que hable-el enfermero obedeció.

Beatriz: no, no, no...-se balanceaba sobre si misma mientras tenía la mirada perdida en el vacío.

Andrea: ¡Sí! Aquí estoy una vez más perdiendo mi valioso tiempo contigo, mi querida suegra, ¿Dónde está mi hija?

Beatriz: ¿hija?... no, yo no, no...

Andrea: si te acuerdas ¿verdad? La que tuve con tu difunto hijo, ese al que tu mataste.

Beatriz: no, yo, yo, no fui-cerró fuertemente los ojos mientras se balanceaba cada vez mas fuerte.

Andrea: ¡Lo quemaste vivo!-gritó frente a su rostro y ella abrió los ojos casi saliéndose de sus órbitas.

Beatriz: ¡¡NOOO!!

Andrea: mataste a tu marido, a tu hijo y a tu nieta, te cargaste a tres generaciones en una sola noche, ¡¡ASESINA!!

Beatriz: ¡¡MALDITAAA!!-trató de levantarse pero las cadenas la frenaron mientras en aquella sala solo sonaba la malvada risa de Andrea.

Andrea: ay mi querida suegra, 15 años y sigues rematadamente loca, pero sigue sin ser infierno suficiente para ti-se levantó, la agarró del pelo moviendo su cabeza hacía atrás y ambas se miraron a los ojos-espero que te guste el regalito que te tengo preparado, te va encantar.

Con rabia beso su frente dejando la marca del rojo de sus labios en ella, la cara de Beatriz cambió por completo, sabía lo que eso significaba, cada mes que se cumplía de la muerte de su hijo ella le hacía el mismo regalo, comenzó a moverse agresivamente tratando de liberarse mientras varias personas entraban con máquinas.

Andrea: chamúscale bien la cabeza-dijo fríamente-sube de intensidad.

Colocaron a Beatriz sobre la cama, la ataron con varias cuerdas y colocaron varios aparatos sobre su cabeza, entonces el médico cargó la intensidad de la máquina y una fuerte descarga de alto voltaje sacudió su cabeza mientras emitía un grito agónico, ese grito fue acompañado del ruido de sus tacones mientras avanzaba a la salida con una sonrisa, a pesar de tener un sufrimiento infinito sobre su alma aquellos gritos aliviaban su corazón marchito.

LA VIUDAWhere stories live. Discover now