38. Es suficiente

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Beatriz: has venido a por mí, ¿verdad?-sonrió con un brillo especial en los ojos.

Samuel: no... vengo a lo mismo de siempre, a reclamarte por el odio que sembraste en Andrea.

Beatriz: ¡NO PUEDES AMARLA!-se rompió de dolor-¡TU DEBES AMARME A MI!-afirmó con la cabeza frenéticamente-si, si, si, si, tu debes de quererme a mí, los dos seremos felices-comenzó a reírse.

Samuel: estás completamente loca, ni muerto me iría con una vieja, mírate-ella se asombró-estas vieja, con el pelo blanco, desmejorada, ¿crees que un hombre como yo te querrá a mi lado? ¡JAMÁS! No estás a la altura de Andrea.

Beatriz: eso no es verdad-comenzó a llorar desconsolada, aquello la estaba desestabilizando mucho más de lo que estaba-ella no sirve... como mujer no sirve.

Samuel: ella es mucho más mujer que tu-la enfrentó mirándola a los ojos-¡Ella me ama! ¡Y yo a ella! ¡Seremos inmensamente felices!

Beatriz: no, no, no-agitó su cabeza-¡ELLA NO SIRVE, YO SI!-rió de nuevo-¡ELLA VIVE SECA POR DENTRO!-volvió a soltar otra carcajada y Samuel cayó en una confusión.

Samuel: ¿Qué quieres decir loca?

Beatriz: ELLA NO PODRÁ DARTE UN HIJO JAMÁS-río dándole honor al sitio en el que estaba-YO LA DEJE SECA POR DENTRO, JAMAS SERÁS PADRE SI SIGUES CON ELLA.

Su rostro se desencajó completamente, dentro de su locura notaba en su mirada que aquello que le decía Beatriz era cierto, entonces encajó lo que Flavio le dijo hace una semana, que Andrea tenía otro secreto y que es por ello que lo estaba alejando de él... poniendo de excusa lo de Patricia, cayó en la cuenta como un tonto y se maldijo así mismo mientras salía de aquel lugar entre las sombras para correr hacia Andrea, no podía perder más el tiempo, amaba aquella mujer y necesitaba ir aclarando las cosas para ser completamente feliz a su lado.

Decidido bajó del coche bajo la mirada de Irina, quien se encontraba haciendo unas tareas,se sorprendió al ver llegar a Samuel, desde hace una semana tanto él como Andrea habían negado saber el uno del otro. Entró en la casa y la distinguió en el despacho, estaba de pie junto al escritorio mirando unos papeles, avanzó hasta el despacho y ella lo sintió entrar, apenas tuvo tiempo de reaccionar ante su entrada.

Se miraron a los ojos y Samuel avanzó hasta quedar cerca de ella, sin necesitar más, él la agarró de la cintura y la atrajo a su cuerpo, ella no sabía qué hacer, se encontraba estática ante aquella extraña visita por su parte, pero era incapaz de alejarse lo había echado un montón de menos y los últimos días se había dado de cuenta que lo necesitaba a su lado más que nunca.

Avanzó sobre su rostro cubriendo sus labios en un tierno beso, ella se dejaba querer por él mientras posaba sus manos sobre su cuello, ambos deslizaban los labios el uno sobre el otro en un pequeño vaivén de sensaciones, sus lenguas volvían a encontrarse, haciendo contacto entre ellas confesándose lo mucho que se habían anhelado, la respiración de ambos se volvió intensa, mientras las manos de él acariciaban suavemente aquel lunar que tanto lo volvía loco.

De pronto Andrea se separó poniendo la mano en el pecho de él y negando con la cabeza, las lágrimas volvieron a sus ojos tratando de apartarse pero él no la dejaba, besando sus labios una y otra vez incansablemente anhelando aquel sabor.

Andrea: ¡Basta Samuel! Tú no puedes estar aquí, los dos no podemos.

Samuel: si podemos, Andrea-cogió su cara entre sus manos-¡Te quiero! ¡Te amo! ¡Te necesito! ¡No puedo vivir sin ti!-sus ojos se aguaron y Andrea lo miró atentamente-no puedo pasar más tiempo alejado de ti siento que me muero, no importa lo que haya en tu pasado ni me importa Patricia, te quiero así tal como eres.

LA VIUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora