Semidiosa

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Corre... corre... vamos, más rápido... que no te alcance...

Eso era todo lo que pasaba por la mente de Miki mientras corría de lo que sea que la estuviera persiguiendo, y que no iba a quedarse a averiguarlo...

Ella seguía corriendo, una esquina, luego otra... más abajo... Central Park... una esquina, y...

Callejón sin salida... ahora sí estoy muerta.

Miki se dio la vuelta, el monstruo había alcanzado la entrada del callejón, ahora podía detallarlo mejor; la parte delantera era la de un león, la posterior era la de una enorme cabra macho; tenía también, unas alas gigantescas de dragón. Y tenía tres cabezas; una de dragón, otra de león y la última de una cabra macho.

Una Quimera... definitivamente.

La Quimera se acercó poco a poco, cuando estuvo a unos metros de Miki, se alzó es sus dos patas traseras, lista para atacar; pero antes de que el monstruo pudiera hacerle algo, una espada tan negra que daba miedo, atravesó su estómago y la Quimera se deshizo en polvo. Entonces, Miki pudo distinguir al dueño de la negra espada, quien iba completamente a juego con el arma.

Era un chico de unos 15, iba vestido de negro con una chaqueta de aviador que pareciera tres tallas más grande, su cabello negro le cubría parte del rostro y sus ojos... sus ojos eran tan negros como la oscuridad. Estaba bastante delgado y pálido, como si hubiera estado encerrado en un sótano toda su vida.

- Estás bien? - dijo él acercándose y tendiéndole la mano.

Un momento, tendiéndole la mano? Miki se miró a si misma y vio que estaba arrodillada en el piso, ni siquiera se había dado cuenta que sus piernas habían dejado de sostenerla. Ella tomó la mano del chico.

- Estoy bien, esa Quimera no pudo alcanzarme mientras escapaba de ella y tú llegaste en el mejor momento - dijo Miki sonriendo, y al ver que él seguía serio agregó agachando la cabeza - Gracias.

- Eres de Japón? - ella levantó la cabeza sorprendida por la pregunta - Por... por.. el gesto...

Ella volvió a sonreír.

- Pues sí, mi nombre es Miki - dijo tendiéndole la mano.

- Nico - fue lo único que dijo antes de darse la vuelta, dejando a Miki con el brazo extendido. - Ahora ven, te acompaño a tu casa, creo que tienes algo que hablar con tu madre o padre.

- A qué te refieres? - preguntó ella corriendo para alcanzarlo.

- Será mejor que ella o él te lo cuente.

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Miki definitivamente se había perdido, no recordaba el camino que había tomado escapando de la Quimera, y aún no sabía muy bien cómo funcionaban las cosas aquí en Nueva York... Nico tampoco ayudaba mucho, estuvo callado la mayor parte del tiempo, sólo preguntando datos a Miki de vez en cuando y asintiendo con la cabeza, se estaba volviendo incómodo.

Luego de vueltas y vueltas y más vueltas, por fin llegaron al apartamento, resulta que lo que había corrido Miki fueron unas cuantas cuadras hacia abajo y como 5 vueltas a una misma cuadra, y al parecer Nico estaba algo irritado...

- Okaasan! - dijo Miki abriendo la puerta - tengo que decirte algo...

La madre de Miki salió de la cocina; se parecían bastante... ambas eran delgadas y de baja estatura, con el cabello negro y liso (claro que Miki tenía las puntas de color azul, típico de las adolescentes japonesas), los típicos ojos achinados de los japoneses y una sonrisa muy simpática y acogedora; la única diferencia entre ellas era el color de sus ojos, mientras que los de la madre eran tan oscuros que eran casi negros, los de Miki eran azul verdoso...

Cuando la mamá de Miki vio a Nico sus ojos fueron de su rostro a su espada y luego a su rostro otra vez, la sonrisa desapareció de su rostro.

- No esperaba que la encontraran tan rápido.

Una Hermosa HistoriaWhere stories live. Discover now