Capítulo 25: Baila Conmigo (I)

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Ya han pasado unos cuantos días desde que nos quedamos en casa de Farren por la lluvia. Al volver, mi padre me preguntó sobre lo que hicimos Jennifer y yo, lo cual nos pilló de imprevisto. Menos mal que a la rubia se le ocurrió una gran mentira, porque yo estaba en blanco.

Dormimos juntos en casa de un amigo suyo -le dijo a mi padre-. Menos mal, porque sino nos resfriamos.

Desde entonces mi padre ha intentado traerla todos los días, pero ella se negaba porque tenía deberes que hacer, aunque era mentira. Lo que le pasaba es que ahora tiene una vecina nueva y parece que hay una chica casi de su edad que la ha enamorado con tan solo una acción. No me ha dicho cual, pero no hace falta. Si mi amiga está enamorada, debo apoyarla y hacer lo que sea.

El castigo se me levantó, por parte de mi madre, después de la lluvia. Pensó que ya había pasado un mal momento, así que decidió hacerme libre. Y menos mal, porque esta noche es el baile en el bar "Holly's Dreams". Ricky me lo ha estado recordando todos los días. La verdad es que no hacía falta, lo apunté en el calendario que hay colgado en la puerta de mi armario.

Mi padre ha ido a por Jennifer, que creo que trae a su vecina, para venir también. Vienen también Dana y Jorge, aceptaron porque yo se lo pedí, menos mal.

En un par de horas el bar abrirá sus puertas para recibir a los clientes, y nosotros estaremos ahí. Un momento... Si Ricky quiere bailar conmigo... ¡La gente puede vernos! Si nos ven echarán fotos, las colgarán en las redes sociales y, de alguna forma, mi padre se dará cuenta de mi orientación sexual. ¿Qué hago? ¿Aceptar un baile con Ricky y dejar que mi padre lo vea o rechazar el agarre de su mano para mantener una distancia corta y así librarme de lo que haga mi padre? ¿Quiero vivir o ser feliz y morir?

No sé qué hacer.

El móvil suena, es una llamada. Agarro el móvil y miro el contacto. ¡Es Ricky! Hablando del rey de Roma...

Contesto a la llamada mientras me acerco a la ventana para ver si está.

—Vaya, vaya... Justamente pensaba en ti.

¿En serio? Debo ser un reloj, porque te llamo en el momento justo.

—Venga, suelta por esa boca lo que quieres decir.

No me hagas ir al grano que aún te ganas una buena, y no es un golpe.

—Sí, mejor me callo.

Te llamaba para pedir tu opinión sobre como voy vestido. Acerca tus bonitos ojos por la ventana.

Ya en la ventana, miro y veo al vecino con una ropa que da un toque elegante a la vez que casual. Le queda tan bien que parece un bombón de chocolate con leche con un envoltorio para millonarios.

—Estás... Estás... —no puedo ni formular una simple frase.

, lo . Demasiado elegante. Debería ponerme algo más casual, no quiero destacar.

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