Capítulo 41: Notas Declaradas (II)

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-¿Te acuerdas que te dije que te iba a llevar a dos lugares más? -me pregunta aún conduciendo.

-Claro, fue hace cinco minutos.

-Pues lo vamos a acortar, porque la tercera es la que más se acomoda a todo lo que quiero hacer.

-¿Así que vamos al último lugar que me querías llevar?

-Exacto. Ya verás porqué.

Conduciendo el chico fuerte que me quiere sorprender con una sonrisa de perla en la boca, me sumerjo en mis pensamientos. Pienso en mi familia, en mi hermana pequeña y en mi madre. Las he dejado solas y no sé cómo están. Perdí el contacto con ellas hace tiempo, no contestan mis llamadas, como si las rechazaran.

Y otra cosa que me preocupa. ¿Le gustará las dos canciones que he hecho? Solo quiero cantar una, pero no puedo decidirme por cuál. Mi cabeza es un manojo de nervios, tengo que hacerlo en esta última parada o habré perdido mi oportunidad.

Estaré bien, solo tengo que soltarme, sentirme liberado y sin nervios. Ojalá no fuera tan tímido para estas cosas.

Las farolas acaban por desaparecer del paso de la carretera y no posan su luz en el asfalto. Los árboles van materializándose ante mi vista y darme la bienvenida con una sonrisa maquiavélica.

Tras conducir por la carretera formada por la naturaleza, bajamos del coche y me lleva agarrado de la mano en mitad del bosque para acabar trepando una rampa empinada de rocas y hierba.

Nuestras pisadas se escuchan junto con los murmullos de los grillos y el silbido de las hojas al ser acariciadas por las hojas.

Su apretón aumenta de fuerza y me arrastra por el matojo de hierbas para acabar en la cima de una pequeña montaña que está decorada con un manto típico de un pícnic con una cesta encima. Un par de velas sin encender aún están a los lados, listos para ser encendidos.

Pero eso no es lo mejor. Las vistas son lo mejor. La noche estrellada es espectacular al no tener tanta contaminación lumínica de las farolas de la ciudad. Los árboles son iluminados por la luz de la luna, al igual que se refleja en el gran río que se pasea a un par de kilómetros de nosotros.

-¿Te gusta? -me susurra a la oreja, erizando mi cuerpo.

-Mucho -se acerca a las velas e intenta encenderlas-. ¡Alto! -se detiene con el mechero en la mano-. No es buena idea encender un par de velas en pleno bosque. Podrías crear un incendio forestal.

-¡Lo siento! -agarra las velas y las mete en la cesta rápidamente, con un rostro de remordimiento de no haber pensado en ese detalle.

-Sé que hay una nota en la cesta, no intentes ocultarla.

-No lo intento -despega la nota y se acerca a mí-. Toma, léela.

-"Estas vistas me recuerdan a ti, tan lleno de vida natural, igual que me dejas a mí, deseando verte mucho más." No sé si es bonito o has forzado la rima.

-Jamás se sabrá -aunque él lo sabe-. Siéntate -da un par de golpes leve a la manta y acabo por sentarme.

Al abrir la cesta, me encuentro con un bol lleno de fresas con chocolate que lleva otra nota. ¿Por qué presiento que va a ser algo bastante cursi?

-"He encontrado algo como tú de dulce, ¿por qué no te encontré antes?" Era tu vecino por años.

-Ya, pero...

-¿Pero qué? -me llevo una fresa a la boca.

-Pero tenía miedo -al tragar la fresa, mi sorpresa se hizo notoria-. Sí, así es. Tenía miedo, no pongas esa cara -aparta la mirada.

Popular NO Busca Pareja (Gay)Where stories live. Discover now