─Chapter; T H I R T Y F I N E.

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𝐌𝐔𝐄𝐑𝐓𝐄𝐒 𝐈𝐍𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀𝐃𝐀𝐒.

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❝Vivimos esperando lo inesperado; 
no llores cuando
 tu mayor pesadilla se cumpla.❞

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La espera del vacío seguía insistente, doliendo y latiendo de una manera continua y difícil de expresar, el largo recorrido de las decisiones difíciles aún seguía, y cada vez lo miraba más lejos de terminar o de que algo cambiara radicalmente de una manera única y diferente, pero una parte de mi sabía bien que aquello no pasaría, que aunque le rogara a Dios que volviera el tiempo y evitara que todo aquello pasara, en mi mente los recuerdos de lo que había cometido seguía presente, como dice el dicho; 'ni golpe dado, ni Dios lo quita'. Mis expresiones faciales habían cambiado radicalmente, Stefan me decía que mi mirada se veía más maliciosa, que ya no había el brillo inocente y bonito en mis ojos que me caracterizaba por ser una persona tierna y soñadora; al parecer aquella faceta mía se había roto, sucumbido y quedado totalmente en el pasado, junto a mis sueños rotos, a mis ilusiones, a mis propósitos y aspiraciones de ser una gran vampiresa. Mi amor por Klaus automáticamente, había quedado de lado, siendo reemplazado por la insaciable sed de sangre, de poder y del querer más de lo que ya tenía, mi enorme amor y devoción hacia los Mikaelson, hacia Klaus, hacia mis hermanos había sucumbido ante mi deseo enfermo por beber sangre, por querer enterrar mis colmillos en un cuello inocente, por querer matar a alguien y poder sentir los huesos quebrarse en mi manos. La tortura solo había durado una semana, la había soportado brutalmente, pero mis deseos enfermos aún seguían ahí, golpeteando insensatamente mi corazón, mi hambre, mi sed, mi amor por aquella familia me había convertido en un monstruo, mi estúpida ideología y capricho de querer ser algo que no soy me había convertido en la próxima reina del averno.

La iglesia era de un tamaño regular, no había muchas personas pero tampoco habían pocas, todas rezaban mientras el padre daba su misa, tal cual había sido como ayer; aquel sacerdote era muy joven de enorme orbes color verde y un cabello castaño, como si el solo hubiese dibujado leve lienzos sobre él, escuchaba frenéticamente su corazón latir, y el deseo de matarlo se hizo presente desde ayer cuando choque con el fuera de la iglesia, en el jardín precisamente.

-Ir en paz queridos hermanos.-anuncio aquel sacerdote con una sonrisa.

Pacientemente espere a que todos los presentes salieran de aquel lugar, quedando solamente el sacerdote y yo, quien se encontraba con un cortafuego, apagando las velas de los cirios, estaba a espaldas de mí; y como buena depredadora comencé a acercarme a él lentamente, hasta que el dio la vuelta dando un pequeño brinco en su lugar.

-Me has asustado, hija mía-dijo con una pequeña sonrisa.

-He venido a confesarme padre.

-¿Quieres que lo hagamos en el confesionario?

-No, quiero hacerlo aquí-dije mientras me acercaba a algunos cirios aun encendidos, dándole la espalda al padre.

-Ave maría purísima del refugio-dijo el padre.

-Sin pecado concebido-dije alzando mis ojos volteando a ver al cristo delante de mí.-Perdóneme padre, porque he pecado.

-¿Qué es lo que has hecho, hija mía?

-He matado, mentido y engañado.

-¿A quién has matado?

Tʜᴇ Oᴛʜᴇʀ➝ᴛʜᴇ ᴏʀɪɢɪɴᴀʟs, ᴛʜᴇ ᴠᴀᴍᴘɪʀᴇ ᴅɪᴀʀɪᴇs.©|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora