🌹C.22🌹

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- ¿Realmente piensas pasar todo el día tirada sobre el sofá comiendo helado y bebiendo un bote de salsa de chocolate? -se quejó Leila disgustada de ver a Coraline en esa posición tan holgazana. Se negaba a volver a la Universidad, y lo único que hacía durante todo el día durante la ausencia de sí amiga, era comer y ver TV con su pijama puesto y las pantuflas peludas y luminosas con el rostro de unos renos que le regalaron hace 4 más navidades pasadas. Jamás los usó ¿Porqué  diablos quería utilizarlas ahora?

- Pasa por el supermercado cuando vuelvas. Se me está acabando el chocolate y quiero más crema batida para el helado. -respondió sin haberle prestado atención a la pregunta de su amiga, y le dio unos cuantos billetes para que comprara todo lo que necesitaba para continuar engordando como una maldita vaga.

- ¡Coraline! -gritó la morena sin poder soportar más su actitud.

- ¡Me ducharé esta tarde! Ya no jodas y vete de una maldita ves. -gruñó echando la cabeza hacia atrás mientras sostenía el gran bote familiar de salsa de chocolate sobre su cabeza, y lo apretó para que el contenido cayera directo en su boca.

- Eres desagradable. ¡Debes levantar tu plano trasero del sofá! Joder C, tú... Ag. - no sabía qué decir. No lograba comprender su actitud.

- ¡Ah! También necesito que compres algo de cerezas, cerveza y si tú quieres, también algo de vino o cualquier basura que contenga alcohol. Si quieres, puedes traerte unas papas light. Debo hacer algo de dieta; pero si no quieres no las traigas.

- ¡Dios! ¡No puedo creer que deba lidiar con esto a los 21 años de edad! -exclamó molesta.

- ¿Te vas a ir o no? ¡Estoy viendo Bob Esponja! -gritó de manera casi inentendible ya que su boca se encontraba llena de helado y chocolate. Leila gruñó y dio un pisotón con fuerza intentando contener la rabia, y se fue con el dinero para comprar todo lo que su amiga deseaba sin replicar. Aún que no quiera, pensaba darle el gusto.

Cuando Leila subió en el autobús, creyó haber visto pasar a alguien conocido en un auto blanco. Podría ser Harold; pero él "supuestamente" ya no existe, así que eliminó esos pensamientos de su mente y sacó un libro de anatomía para ir leyendo en el camino.

Mientras tanto, Coco continuaba recostada sobre el sofá raspando con su cuchara el bote vacío de helado, como si por hacer eso mágicamente fuese a reaparecer más.

- Vacío... Igual que mi alma -gruñó lanzando el bote vacío junto con la cuchara a cualquier dirección de la habitación.

Ella pensaba dormir un momento hasta que Leila volviese con las compras, pero unos toques en la puerta de entrada se lo impidieron. No quería saber nada con respecto a levantarse. Los toques cada ves eran más fuertes e insistentes, y no le quedó de otra que levantarse a ver quien demonios molestaba a esas horas de la mañana. Dudaba de que fuera el dueño del edificio para cobrar, porque ellas siempre adelantaban los meses, así que no tenía ni idea de quien podría ser...

En fin; Coraline se acercó a la puerta arrastrando los pies sin ánimos, hasta que finalmente alcanzó el picaporte, lo giró y al abrir la puerta quedó completamente paralizada sin saber como debía reaccionar. Por dentro sabía que era cuestión de tiempo de que él volviera, pero no creyó que pudiese volver tan pronto...

Harold se encontraba allí de pie frente a ella, observándola detenidamente en silencio. Su labio inferior tenía un pequeño corte morado, pero fuera de eso parecía estar bien. Sus heridas sanaron demasiado rápido, o por lo menos las de su rostro lo parecían.

Désaccord (1)Where stories live. Discover now