Tan Enamorada

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Lunes por la mañana y Dulce hacía ingreso en el piso diez del edificio de la naviera Espinosa. Ese día, debía de ocuparse de todo en la oficina, ya que su hermano, Gabriel, estaba de luna de miel con su flamante esposa. Estaba feliz por la pareja, pero sobre todo feliz por su hermano que, había dejado de ser un ogro gracias a la dulzura de Mila.

Pero ahora ella tendría que ver todos los asuntos de la naviera por tres semanas y además cuidar a su sobrino Adam que, había quedado a su cargo.

Dulce pensaba en cómo había cambiado la vida de hermano en menos de un año. Él que, después de la muerte de su esposa se había convertido en una persona insufrible, había renacido al amor y había vuelto a la vida. La verdad es que hasta sentía un poco de envidia del ex-ogro. Él tenía amor en su vida y ella estaba sola, y no era porque no tuviera pretendientes, si no que había puesto sus ojos en la persona equivocada, en la persona que no estaba en la misma sintonía, en la persona que no correspondía el sentimiento.

Sacudió la cabeza, como tratando de que ese pensamiento saliera de ella. Siempre se consolaba diciendose que, algún día, el amor llegaría a su vida. Dulce era una mujer exigente y estricta en su trabajo, lo que también se reflejaba en su vida sentimental. Ella deseaba el amor, pero el de una persona en especial, y dentro de ella sabía que por eso estaba sola.

Llamó a la que sería su nueva secretaria y comenzó a poner todo en orden para su jornada laboral. Ya tenía toda su agenda en orden y se preparaba para una reunión en el puerto a la que tendría que asistir en un par de horas, cuando la voz de su secretaria se dejó escuchar por el intercomuncador:

―Señorita Espinosa, tengo aquí al señor Christopher Uckermann. No tiene una cita programada con usted, pero me dice que de igual forma usted lo recibirá.

Dulce sonrió, ya se imaginaba la cara de Christopher cuando la nueva secretaria no lo dejó entrar de inmediato.

―Hágalo pasar, Nora ―dijo Dulce.

La puerta se abrió y un sonriente Christopher Uckermann ingresó en la oficina de Dulce. Él se acercó hasta ella y le besó la mejilla. Ella se erizó ante el contacto. Siempre era así. Aunque llevaban años como amigos, el roce de los labios de Christopher en su mejilla, siempre le provocaba deliciosos escalofríos.

―Bueno días, Dul. ¿Qué pasó en esta naviera?

―¿Por qué dices eso? ¿Qué pasa con la naviera, Chris?

―Bueno, que pasamos de la dulce de Mila a la limón agrio de...¿cómo se llama tu nueva secretaria?

―Nora, su nombre es Nora, y no es una limón agrio, si no que es muy eficiente.

―Mila era igual de eficiente y nunca me trató como lo acaba de hacer Nora. Casi me taclea al ver que me dirigía a tu puerta.

Dulce sonrió por lo que escuchaba y se imaginó a Nora, una mujer de unos cuarenta y cinco años, tacleando a un hombre como Christopher.

―Y para colmo te ríes ―dijo él fingiendo un falsa indignación―, no me parece gracioso, Dulce.

―Disculpa, no pude evitarlo. Le diré a Nora que eres nuestro abogado y que no necesitas una cita especial. Pero creo que deberías empezar a ganártela si quieres que te trate bien.

―Ni loco. Capaz que si le digo algo amable me devuelve un ladrido.

―¡Christopher! ―dijo Dulce dándole un pequeño golpe en el hombro― Bueno y, ¿a qué es lo que venías exactamente?―Él caminó hasta la silla que se ubicaba frente al escritorio de Dulce y sacó una carpeta desde su maletín.

―Por esto. Necesito tu firma en estos papeles. ―Él le dejó los papeles sobre el escritorio y ella los comenzó a mirar detenidamente. Christopher la miraba fijamente, le causaba gracia la cara de concentración que ponía Dulce al ver los documentos. Él tenía los ojos fijos en sus labios y en su pequeña nariz que tanto le gustaba. Aunque tenía el ceño fruncido, eso no lograba opacar la belleza de su rostro. Ella levantó de golpe los ojos hacia él y se encontró con la mirada risueña de su amigo.

―¿Qué? ―dijo ella sintiéndose observada y nerviosa.

―Nada. Solo te estaba mirando, ¿o es que acaso no puedo mirarte?

―¿Por qué no miras tus papeles en vez de mirarme a mí?

―Porque los papeles no son tan fascinantes como tú ―dijo él con una sonrisa ladina.

Dulce se sonrojó por el comentario de Christopher. No era justo que él fuera tan coqueto con ella. Que jugara con ella como si nada. Pero él no tenía ni idea de los sentimientos de Dulce. Él la veía como su mejor amiga, esa que siempre estaba ahí para cuando él la necesitara.

La historia de ellos era antigua. Christopher era amigo de su hermano Gabriel, pero cuando él llegó a ser el abogado de la naviera, hace unos siete años atrás, la química entre los dos fue inmediata.

Se llevaban muy bien, tenían el mismo sentido del humor y los mismos gustos musicales. Él era amigo de Gabriel, pero en poco tiempo se había convertido en el mejor amigo de Dulce. Pero todo se complicó una noche. Dulce y Christopher estaban en un bar y luego de unas copas de más, terminaron encamados. Al día siguiente, ella se despertó en la cama de Christopher y pensó que todo cambiaría entre ellos. Que Christopher le haría una declaración amorosa y que se volverían pareja como era su deseo, pero eso no llegó a suceder.Christopher le pidió perdón diciéndole que eso nunca debió de haber pasado. Como si lo ocurrido entre ellos fuera un gran error. Ella se sintió herida y se marchó de su casa y no lo volvió a hablar hasta luego de varios días.

Luego de unos meses, retomaron la amistad. Pero ahora ella sabía a qué atenerse. Con Christopher podía salir a divertirse como amiga y nada más que como amiga y ella prefería tenerlo así, a no tenerlo.

―Bien ―dijo ella devolviéndole los papeles al abogado―.¿Necesitas algo más?

―Sí. Te invito a almorzar.

―No puedo, Chris...

―Vamos, Dulce. Te invito a comer al restaurante Italiano que tantonos gusta, ¿qué dices?

―No puedo. Por si se te olvida, estoy sola en la naviera. Dentro de media hora salgo para el puerto, tengo una reunión con el gerente. Así que dejémoslo para otro día.

―Está bien ―dijo él levantándose de la silla para llegar hasta ella―, te acepto la negativa esta vez.

Christopher le levantó la barbilla con la mano y la miró fijamente a los ojos. Ella se imaginó que la besaría en los labios, pero no fue así. La boca de él se fue a posar en la mejilla de ella para darle un beso.

―Adiós, Dulce.

―Adiós, Christopher.

Ella vio cómo el hombre salía por la puerta de su oficina. Dulce soltó un suspiro. Era difícil ser la amiga del hombre del que se estaba tan enamorada.


Y llegamos al Lunes y lo prometido es deuda...

¿Que tal les parece la historia?

Recuerden me podran leer todos los viernes



Tú eres para míWhere stories live. Discover now