Como en su primera cita

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Dulce llegó al puerto donde fue recibida por el gerente de éste, el señor Morris. Ella lo saludó con un apretón de manos y él le pidió que lo acompañara hasta la sala de reuniones.

Una vez llegaron a destino, Dulce entró en la sala de juntas y se encontró que dentro de ésta había un hombre. Él la miró de arriba a abajo y luego se acercó para saludarla.

―Señorita Espinosa ―dijo el gerente―, le presento a mi hijo, Daniel.

―Un placer, señorita Espinosa ―dijo el hombre, estrechando la mano de ella.

―Dulce, dígame Dulce, por favor ―dijo ella y él le sonrió.

Dulce observó que el hombre tenía una bella sonrisa, bueno, en realidad, Daniel era muy guapo, pensó.

―Bueno, Dulce, ¿quieres algo de beber?

―Un café estaría perfecto ―pidió ella y el gerente la guió hasta la mesa donde mantendrían la reunión.

Durante una hora, Dulce y los dos hombres, discutireron de costos y de ganancias. Ella era tan dura para negociar como su hermano y eso llamó la atención de Daniel.

Luego de que dejaran todo claro, el señor Morris la invitó a almorzar y ella encantada aceptó.

Los tres llegaron a un restaurante cerca de la costa y se sentaron a una mesa que tenía una hermosa vista al mar. Hicieron su pedido, cuando al señor Morris le sonó el teléfono móvil.

El hombre pidió disculpas y levantándose de la mesa tomó la llamada. Discutía con alguien, se veía enfadado y luego de unos minutos terminó la llamada.

―Señorita Dulce, me va a tener que disculpar, pero me tengo que ir. Surgió algo en el puerto que requiere de mi presencia.

―Lo entiendo, señor Morris. No se preocupen por mí, vayan a salucionar el problema.

―¿Es necesario que yo vaya, padre? ―dijo Daniel a su padre y a éste se le dibujó la sorpresa en la cara.

―No. Creo que me las puedo arreglar solo, Daniel. Me quedaría muy tranquilo si acompañas a la señorita en su almuerzo.

―No te preocupes, padre, no dejaré sola a la señorita ―dijo Daniel mirando a Dulce haciendo que ésta se sonrojara.

―Bien ―dijo el señor Morris acercándose a Dulce para estrecharle la mano―Como siempre ha sido un placer tratar con usted señorita Espinosa. Espero disfrute de su almuerzo, que tenga una buena tarde.El hombre se despidió de su hijo y se retiró del restaurante dejando a la pareja en la mesa. Un incómodo silencio se hizo por un momento, el que fue interrumpido por el mesero que traía sus platos.

―Y bien, Daniel, cuéntame algo sobre ti ¿Por qué no te había visto antes en el puerto?

―Estaba trabajando en otra ciudad. Tuve un problema hace unas semanas y le pedí a mi padre me transfiriera aquí.

―Tiene que haber sido un problema muy grande ―dijo Dulce sin pensar y pudo notar la incomodidad de su compañero de mesa―.Disculpa, no quise ser entrometida, no es mi asunto.

―No, está bien, no tengo problemas en contarte...

―Es que creo que no deberías, recién nos conocemos y...

―¿Puedo hacerte una confesión, Dulce? ―dijo él y se llevó la copa a la boca para beber un sorbo de vino.

―Claro.

―No sé por qué, pero desde que te vi entrar en la sala de juntas vi algo en ti. Algo que me da confianza. Debes pensar que estoy loco, pero es así, además pretendo verte otra vez y lo mejor es que nos conozcamos.

Dulce no pudo evitar sonrojarse otra vez y se regañó mentalmente por parecer una quinciañera en su primera cita.

―Me siento halagada, Daniel.


Nos vemos el proximo Viernes!!!

Que disfruten de su semana

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