Decirle de una vez 💜💜

719 61 24
                                    

Dulce cruzaba la calle desde el edifico de la naviera, en dirección al local de Starbucks. Si bien ella podía prepararse un café en la carísima máquina que estaba en la naviera, los sabores que le ofrecía Starbucks no tenían comparación.

Llegó a la puerta del local y entró. Christopher que, había visto a Dulce cruzando la calle y entrar en el local, entró tras ella tratando de que Dulce no notara su presencia. Dulce caminó hasta la barra para hacer su pedido y él la siguió a cierta distancia, fijando sus ojos en cómo el vestido azul marino que, ese día ella había decidido vestir, se le ajustaba tentadoramente en las caderas.

Se vía hermosa, pensó para él, con su cabello suelto que caía en ondas por su espalda. Dulce hizo su pedido ajena al par de ojos que la miraban y la deboraban sin cesar.

Christopher estaba dudoso y se dabatía entre acercarse a ella y actuar como siempre o esconderse para seguir observándola como si fuera un ladrón.

La verdad era que él estaba muy confundido con los sentimientos que había descubierto tenía por su amiga y no sabía muy bien cómo actuar con ella. Sabía que estaba enojada con él por besarla y huir sin hablar, pero Christopher no podía soportar estar alejado de ella, así es que se acercó y rogó al cielo para que ella por lo menos lo saludara.

―¡Buenos días! ―saludó, pero Dulce no se giró de inmediato como él esperaba―¿Qué haces aquí? ¿Es que el ogro de tu hermano no tiene un café decente en la naviera?

Dulce sonrió y se estremeció al mismo tiempo al escuchar aquella voz a su espalda. Su piel se puso de gallina y solo esperaba que él no se diera cuenta.

―Buenos días, Christopher ―dijo ella girándose para quedar frente a frente con su amigo―. Gabriel tiene una máquina excelente en el piso, pero quise salir un rato de la oficina.

Ella tomó su vaso y caminó hasta una mesa. Él la siguió y se sentó frente a ella. Por lo menos estaba de buen humor, pensó él, y así podría hablar con ella sin que lo mandara a la mierda.

―¿Qué vas a hacer el fin de semana? ―soltó él de golpe y de forma inesperada.

―No sé, aún no tengo planes, pero...

―Te invito al estadio. El sábado es la semifinal ¿Qué dices?

―No, pero gracias por la invitación. ―Dulce se moría por decirle que sí, que iría con él donde quisiera, pero se había propuesto tratar de olvidarlo, sacarlo de su corazón y lo primero era ir alejándose de su amistad.

―Vamos, Dul, es la semifinal, no me digas que no, sé que te mueres por ir, si quieres podemos llevar a Adam, él estará feliz.

―No insistas, ya dije que no ¿Es que acaso no tienes más amigos con los que ir al partido?

―Claro que tengo más amigos, tú lo sabes bien.

―Entonces ve con ellos.

―No, yo quiero ir contigo ―dijo él con el ceño fruncido y cruzando los brazos sobre su pecho.

―¿Por qué? ¿Por qué no quieres ir con tus amigos?

―Porque ellos no le gritan groserías al árbitro de la forma tan sexy en la que tú lo haces.

Dulce sintió que el rubor se le extendía más allá del rostro, él la miraba risueño sabiendo que la había afectado con sus palabras.

―Lo siento, pero no voy a ir contigo. ―Dulce se levantó de la silla y comenzó a caminar para salir de la cafetería.

―Dulce, ¿podemos hablar? ―dijo él llegando hasta ella y tomándola por un brazo.

―¿Recuerdas el otro día que yo quería hablar contigo? Me dijiste que no, ¿por qué quieres hablar ahora? ¿Por qué tendría yo que escucharte?

Tú eres para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora