La puerta de par en par

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Gabriel ya estaba en su oficina esperando a que Christopher y Dulce aparecieran esa mañana para dejar todo en claro antes de la reunión que tendrían ese día en el puerto, pero hasta esa hora, ninguno de los dos había puesto un pie en su despacho y le parecía muy raro.

Dulce venía subiendo por el ascensor, nerviosa, porque vería a Christopher ese día. Aún estaba perturbada por cómo él la había abordado en el estadio, pero tenía que ser profesional y reunirse con él y su hermano para preparar todo antes de la reunión en el puerto. Llegó al piso diez y se fue directo a la oficina de Gabriel. Entró dudosa, estaba un poco retrasada, y tal vez, Christopher ya se encontraba en el lugar, pero cuando ingresó en el despacho, vio que solo estaba su hermano.

―Buenos días, Gabriel ―saludó ella y dejó su bolso en uno de los sofás de la oficina para luego sentarse en una de las sillas frente a su hermano.

―Buenos días. Al parecer Christopher y tú se pusieron de acuerdo para llegar tarde hoy.

―Ay hermano, solo son diez minutos, no te enojes, ¿quieres?

―Me enojo, claro qué me enojo, y para colmo Christopher que ni ha asomado su nariz.

―Bueno, algo tiene que haberle pasado, ya llegará, aún nos queda tiempo, ahora quieres revisar algún tema en específico...

―Disculpen la demora ―dijo Christopher que venía entrando a la oficina muy apurado―, tuve un problema en la oficina.

Dulce se reacomodó en su asiento, nerviosa ante la llegada del abogado. Él por su parte trataba de no mirarla, no quería que Gabriel notara cuánto lo afectaba Dulce.

Gabriel miró a la pareja frente a él y sabía que algo pasaba entre los dos. Christopher había entrado a toda velocidad en la oficina directo a sentarse sin siquiera saludar a Dulce y ella actuaba como si el abogado fuera invisible. Ahora los tenía ahí sentados frente a su escritorio, ambos con la cabeza gacha, como si estuvieran muy interesados en los papeles que tenían entre las manos, los cuales ojeban una y otra vez.

―Bien, ahora que estamos los tres, repasemos el contrato que llevaremos a la reunión ―dijo Gabriel, quien así logró que, ambos levantaran la cabeza y le prestaran atención.

―Gabriel, creo que la claúsula número cinco está demás ―dijo Dulce.

―¿Por qué crees eso?

―Es un cliente nuevo, no queremos que se espante...

―Yo le sugerí a Gabriel poner esa claúsula ―intervino Christopher―. Creo que es lo mejor para ambas partes.

―A mí no me parece ― dijo ella mirando Christopher―, creo que deberíamos sacarla.

―A Gabriel le pareció bien.

―Pero no me consultaron, yo he estado tratando este asunto con el cliente en el puerto. Mínimo deberían haberme puesto al tanto de esto antes de que fueramos a la reunión.

Gabriel estaba en silencio, siendo un mudo espectador de una pelea entre Christopher y Dulce. Ella estaba roja de ira y él con el entrecejo fruncido tratando de explicarle algo que, ella de puro testaruda, no quería entender. Eso estaba muy extraño, pensó Gabriel mientras seguía escuchando los ataques desde un lado y otro.

―Ya no podemos cambiar el contrato, estamos sobre la hora. Gabriel y yo pensamos que así está bien, deja de ser caprichosa, ¿quieres?

―¿Caprichosa? ¿Me has dicho caprichosa? Qué te has creido...

―¡Dulce! ―dijo Gabriel reprendiendo a su hermana―. Basta, el contrato se quedará como está y punto. Si al cliente no le gusta, que se joda, ¿oíste? Ahora, ¿podemos avanzar y dejar de hablar de la claúsula número cinco?

Tú eres para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora