Celos a la Vista

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Llego un capítulo mas

Recuerden que publico cada Viernes

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Era lunes y Dulce venía caminando por la calle que albergaba la gran mayoría de las empresas de la ciudad. Muy temprano por la mañana había tenido que acercarse hasta el banco, donde debía firmar y recuperar unos documentos.

A la naviera la separaban ocho calles del banco, así es que como no tenía nada en su agenda hasta para dentro de unas horas más, decidió volver caminando hasta su oficina.

Estaba por entrar en su edificio, cuando el letrero verde de Starbucks parecía estar llamándola desde el otro lado de la calle. Le entraron una enormes ganas de tomar un Caramel Macchiato, así es que casi sin pensarlo, cruzó la calle y entró al lugar.

Lo primero que vio en un rincón, le aceleró los latidos de su corazón. Christopher estaba bebiendo un café y leyendo el periódico. Él no había reparado en su presencia, así es que Dulce se dirigió disimuladamente hasta la barra para hacer el pedido, esperando que él no la notara en el local.

Dulce pidió su café y mientras lo esperaba, no se giró ni una sola vez a ver a Christopher. El último día que estubieron juntos ella se juró que se alejaría de él. Sabía que iba a ser difícil, más porque Christopher trabajaba para la naviera, pero ella estaba dispuesta a intentarlo, estaba dispuesta a dejar esa relación de amistad cercana que tanto daño le hacía. Seguiría siendo su amiga, pero ya no estaría disponible para él como lo hacía siempre. Ya no habría salidas, tal vez uno que otro almuerzo, pero nada más.

―¿Me está siguiendo, señorita Espinosa? ―preguntó Christopher tras ella con su inconfundible voz profunda, lo que hizo que a Dulce le temblaran las piernas. Mal empezaba con el plan de alejarse de él, si el solo escuchar su voz le hacía flaquear su voluntad.

Ella se giró para contestarle, para seguirle el juego y se econtró con un hombre que la miraba risueño, con esa sonrisa pícara que ella adoraba.

―Qué más quisieras tú que yo te siguiera ―dijo ella levantando la barbilla, haciendo que él soltara una carcajada. Le gustaba que ella tuviera respuesta para todo, que lo enfrentara y que lo desafíara constantemente

―¿Cómo estás, Dul? Pensé que ya estabas en tu oficina. Yo terminaba el café y me dirigía para allá.

―Vengo del banco. Tenía que ir temprano por unos documentos. Pero quería un café de estos ―ella levantó su vaso mostrándoselo―, y crucé la calle. Pero ahora vuelvo.―Bueno, vamos entonces.

Cruzaron la calle y entraron en el edificio de la naviera. Se subieron al ascensor que los llevó hasta el piso diez.

Conversaban animados por el pasillo del vestíbulo hasta que se encontraron con el escritorio de Nora. Dulce se paró de golpe por lo que veía y Christopher se detuvo tras ella.

Ella se acercó despacio, como no creyendo lo que había sobre el escritorio de su secretaria.

―Buenos días, señorita Dulce ―dijo Nora saludando a su jefa e ignorando la presencia del abogado.

―Buenos días para usted también, Nora ―dijo Christopher con sarcasmo a la secretaria.

―¿Qué es esto, Nora?

―Son para usted, llegaron hace media hora.

Lo que había sobre el escritorio de la secretria era un enorme ramo de hermosas rosas rojas de tallo largo.

―¿Para mí? ―preguntó ella incrédula.

―Sí, señorita. La tarjeta dice su nombre.

Christopher buscó con su mirada la tarjeta y en efecto tenía el nombre de su amiga. Ella tomó la tarjeta, la abrió y leyó el mensaje.

Tú eres para míWhere stories live. Discover now