Un buen remezón

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......

―¿Qué pasó con el abogado, Dulce? ―preguntó Daniel a su acompañante mientras miraban la carta y hacían la elección para el almuerzo.

―Nada, ¿por qué crees que pasó algo?

―Bueno, siento que me invitaste a almorzar solo para que el abogado te viera salir conmigo. Y no me malinterpretes, me encanta tu compañía y me siento halagado que decidas sacarle celos a Christopher conmigo, ya sabes que soy materia dispuesta.

―No, Daniel, no es eso...

―Dulce, no tienes por qué negarlo. Todo bien con eso. Y ahora dime, qué pasa.

―Me besó, Daniel. Él me besó ―dijo Dulce de golpe y con la mirada perdida.

―Te lo dije, te dije que él siente algo por ti. Y bueno, ¿por qué estás almorzando conmigo y no con él?

―Porque estás equivocado, Christopher no siente nada por mí. Me besó y luego salió de mi casa como alma que lleva el diablo, como si besarme hubiera sido lo peor que le ha pasado en la vida, porque es un cobarde que, cuando le dije que habláramos, se quedó callado y me dejó sola. Ahora dime, ¿crees que él siente algo por mí? Yo no lo creo.

―Vaya, me cuesta creer lo que me dices. Si hoy mismo casi pude sentir que quería matarme cuando me vio entrar en el vestíbulo de la naviera.

―Es verdad, Daniel. No sé por qué él actúa así. Me tiene realmente confundida, pero ya me cansé de toda esta locura. Le pedí que habláramos, que me explicara qué sucede con él, pero me dejó con la palabra en la boca. Yo debo olvidarme de él de una buena vez. Mejor que lo vea como a un amigo y termine enterrando lo que siento por Christopher.

―Lo que creo es que falta que le den un buen remezón a este hombre.

―Ya no, Daniel.

―Pero si...

―No, es mejor no seguir pensando en él. Te agradezco que me escucharas, pero este tema lo dejamos hasta aquí.

―Bien... lo que tú digas ―dijo Daniel con su boca, pero en su mente pensaba en cómo ayudar a Dulce. Algo tenía que hacer, algo para que Christopher actuara y confesara de una vez los sentimientos que tenía por Dulce.

En otro restaurante de la ciudad, Christopher y Gabriel almorzaban y trataban de tener una conversación. Trataban, porque Christopher estaba extrañamente distraido, lejos, en otro mundo y Gabriel tuvo que llamar su atención un par de veces.

―¿Creo que debería vender la naviera y mandar todo a la mierda? ¿Qué te parece? ―preguntó Gabriel esperando una reacción por parte del abogado.

―Sí, genial, creo que está bien ―respondió Christopher sin escuchar ni media palabra pronunciada por su amigo.

―¡Se acabó! ―dijo Gabriel dejando los cubiertos sobre el plato― Me vas a contar inmediatamente lo que te sucede.

―A mí, nada, ¿por? ―Christopher bebió un gran sorbo de agua porque de repente la garganta se le secó por completo.

―Christopher, que te conozco, dime, ¿qué es lo que pasa? ¿Es algo muy grave? ¿Puedo ayudarte en algo?

―No sé de dónde sacas que me pasa algo, estoy bien, gracias por la preocupación, pero no me pasa nada.

―No me digas que no pasa nada cuando he estado almorzando con un zombi, te he estado hablando de miles de cosas solo me has dicho tres palabras y siempre han sido las mismas. Vamos dime qué te pasa.

Christopher se quedó callado por unos segundos, como tratando de ordenar las ideas que se agolpaban en su cabeza. Qué podía decirle a Gabriel, ¿que estaba lejos de ahí pensando en qué estaría haciendo Dulce? ¿Que desde que la volvió a besar, no había podido sacarse el sabor de sus labios? Gabriel lo mataría primero antes de que terminara de decir la última palabra. Además de todo, se había portado realmente mal con Dulce, en vez de quedarse con ella y hablar de lo sucedido. Ella no se lo perdonaría tan fácil, de eso estaba seguro.

Tú eres para míWhere stories live. Discover now