Empeñado en separarme de ti

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Dulce llegó a trabajar el lunes temprano por la mañana luego de que estuviera recuperándose de una gripe en su casa. Recuperándose era una manera de decir a los cuatro días que estuvo encerrada en su casa junto a Christopher. Él no quería dejarla y fue ella quien le insistió el domingo por la tarde que, se fuera a su departamento para que se prepara para el trabajo. Él, después de mucho batallar con ella, aceptó a regañadientes y la dejó en la cama no sin antes hacerle el amor a modo de despedida.

Ella entró en el piso diez, caminando con prisa por el vestíbulo hasta que se encontró con su secretaria a la cual le dedicó una gran sonrisa y la saludó con un "Buenos días" para luego encaminarse hasta su oficina.

Cuando abrió la puerta de su despacho ella se quedó paralizada en el umbral por lo que veía. Nora que, se encontraba tras ella, le dijo:

―Eso llegó para usted muy temprano esta mañana.

Dulce se acercó hasta su escritorio y contempló que, sobre éste se encontraba un bello ramo de Dalias blancas. Tomó la tarjeta para ver quién se las enviaba, pero no hacía falta, ella ya sabía bien quién le mandaba aquellas flores. De igual manera sacó la pequeña tarjeta desde el sobre y leyó lo que decía:

«Ya te echo de menos, espero te gusten las flores... besos. C.»

Ella tomó la tarjeta entre sus manos y observó con atención las flores. Su corazón latía con intensidad, con alegría por el momento que estaba viviendo.

Nora la sacó de su burbuja para comenzar a leerle su agenda del día y luego le comunicó que Gabriel la esperaba dentro de una hora en su oficina. La secretaria, luego de informar de todo a su jefa, dejó a Dulce sola.

Dulce se puso a ordenar algunos documentos que estaban sobre su escritorio. Tenía la mirada fija en los papeles, pero de vez en cuando, levantaba sus ojos hacia las hermosas Dalias y sonreía al pensar en Christopher.

Había pasado una media hora cuando Nora interrumpió sus pensamientos por el intercomunicador para decirle que, el abogado Christopher Uckermann, quería verla. Ella le dijo que lo hiciera pasar. Se puso nerviosa y comenzó a arreglarse el cabello, preparándose para recibir a Christopher.

Él ingresó en la oficina de Dulce, cerró la puerta tras él, mientras que ella se levantaba de su silla para recibirlo, sonrojada recordando todo lo vivido con ese hombre ese fin de semana. Él dejó su maletín en el suelo y con rapidez y en un par de zancadas llegó al lado de Dulce.

No esperó a que ella lo saludará, no dejó que ella hablará y tomando la cara de Dulce entre sus manos, la besó con desesperación. Ni él sabía qué le pasaba, pero era demasiada urgencia que le provocaba esta mujer. El beso se extendió, ninguno de los dos quería terminar el contacto, pero tenían que hacerlo para poder respirar.

―Buenos días ―dijo Dulce casi en un suspiro.

―Buenos días ―le respondió él mientras le acariciaba las mejillas y la miraba fijamente a los ojos―. ¿Te gustaron las flores?

―Claro que sí, están hermosas... Gracias.

Él volvió a besarla con pasión, pasando una de sus manos por la cintura de ella, atrayéndola más a su cuerpo. Dulce, aunque no quería, se separó de él. Si no se detenían en ese instante, podría ocurrir cualquier locura en esa oficina.

―Chris...―Dulce le hablaba jadeando y tratando de separarse del abogado, pero él la apretaba con más fuerza contra su cuerpo.

―Dul, no me digas que pare, te extrañé mucho anoche.―Ahora él le besaba el cuello entre palabra y palabra que decía― Mi cama estaba tan fría y grande sin ti.

Tú eres para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora