Un empujoncito más

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El día domingo llegó, Daniel y Dulce entraban en el estadio de fútbol donde se jugaría la semifinal del campeonato. Apenas puso un pie dentro del recinto, ella recordó a Christopher. Cada vez que, había entrado en ese estadio para ver algún partido de su equipo, lo había hecho con el abogado. Pero ahora estaba con Daniel y estaba dispuesta a pasarla bien, él era una buena compañía y solo esperaba que la distrajera en demasía ya que, sabía que Christopher, estaría en el palco con sus amigos viendo el partido.

Dulce y Daniel llegaron a sus lugares que, para desgracia de Dulce, estaban bajo el palco que frecuentaba Christopher. No quería girar y mirar hacia arriba, no quería pensar en él, así que se reprendió fuertemente a sí misma y se prometió no girar su cabeza ni una sola vez.

Christopher estaba sentado en el palco con un par de amigos, tal como Dulce pensaba. Él miraba el césped, faltaban unos minutos para que el partido comenzara. Su mente estaba lejos, echaba de menos el tener a Dulce ahí junto a él para discutir cada jugada o para que ella increpara a jugadores, árbitros y entrenadores o a quién se le cruzara por delante.

Verla furiosa le encantaba así como también le encantaba verla saltar de alegría por un triunfo de su equipo.

Se acercó un poco más a la orilla del palco, cuando algo en las tribunas llamó su atención. Primero pensó que estaba equivocado, pero luego de unos segundos de mirar fijamente la escena que se presentaba ante él, no tuvo más dudas. Ahí, sentados en las tribunas bajo su palco, estaban Daniel y Dulce conversando animadamente. Ella sonreía y él no se quedaba atrás, prestándole más atención de la necesaria para su gusto.

Daniel estaba divertido con Dulce, la verdad era que lo pasaba muy bien con ella, podía entender porqué el abogado estaba perdido por esta mujer y pensó que, si no estuviera tan enamorado de Denisse, podría haberse enamorado de Dulce.

De pronto Daniel comenzó a mirar de un lado a otro cuando sin querer se giró y quedó con su vista frente al palco y a la seria mirada de Christopher. Él sonrió con malicia, sabía que Christopher se moría de celos al ver a Dulce a su lado y que tal vez hasta sería capaz de lanzarse desde el palco hasta llegar al lado de Dulce.

―Dulce, no te gires, pero el abogado está en el palco y creo que ya me he muerto tres veces con las miradas que me ha dado ―le dijo acercándose un poco más a ella.

Dulce sonrió por lo que escuchaba y tuvo que luchar con las ganas de girar su cabeza para ver a su amigo en el palco.

El partido comenzaba y Dulce estaba agredecida de distraer su mente con el fútbol y así dejar de pensar en que Christopher la estaba observando. Christopher, en cambio, no se había enterado de que los jugadores ya estaban en el campo de juego. Podría estarse jugando la final del campeonato mundial de fútbol en ese instante, pero él no le habría prestado atención más que a cada movimiento hecho por Dulce.

Dulce se levantaba, gritaba, aplaudía y se sentaba animando a su equipo. Daniel la miraba divertido, nunca se imaginó que, dentro de una diminuta y bella mujer, existiera tanta pasión. Él se acercó a Dulce y le dijo algo al oído, estaba provocando abiertamente a Christopher, quería que él hiciera algo, que actuara de una vez y no se lo pensara tanto.

Christopher estaba tenso, molesto por lo que veía, rabioso por la cercanía de Daniel. Dentro de él sentía cómo la ira y los celos se apoderaban de su razón. Había pensado en saltar desde el palco y sacar a Dulce de ahí a rastras, pero sacundiendo su cabeza para que esos pensamientos no ganaran la lucha interna que tenía en ese instante, respiró todo lo profundo que pudo y trató de tranquilizarse antes de que cometiera una locura.

Cada día estaba peor. No sabía qué hacer respecto a Dulce, de pronto todo era muy confuso para él. Tenía un deseo incomprensible hacia su amiga, un deseo que cada día se acrecentaba más y más y que no sabía hasta dónde lo iba a llevar.

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