Enfermo

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Esa mañana desperté tarde, corrí rápido por una ducha y no desayuné. Sé que quizás el dormir tarde es una preocupación innecesaria para mí, pero pensar se ha vuelto una rutina, todas las noches al dormir siento una presión en mi corazón, quizás sea todos mis problemas presentándose a esa hora.

—Deberían todos entender esta ecuación —demandó la maestra de física intentando por cuarta vez explicar una ecuación a la clase, y yo tarareaba una canción en mi cabeza fingiendo no estar en esa clase o en cualquier otra.

Mi libreta está en blanco acusadora de las malas noches y poca atención de mi parte a la clase.
Con un ajetreo el bullicio del salón se hacía cada ves más fuertes sintiendo reventar mi tímpano, sujeté mi banco hasta poner mis nudillos blancos y respiré calmada mirando el lápiz descansar a lado de mi libreta.

— ¿Señorita Woods?

Levanté la cabeza para observar a la señora de no más de cuarenta mirarme atenta.

—Paso.

Ella sonrió, algo así como lo hacen los dementes en alguna película de terror.

—¿Cuál es la respuesta?

Enfoqué mi atención a la pizarra, en ella estaba una ecuación bastante fácil de resolver pero no hablaría frente a todos.

—¿Dime?

Sacudí la cabeza y tomé mi lápiz comenzando a garabatear algo en mi cuaderno. La maestra entendió que no me dejaría abrir así que siguió con las otras mentes vacías del salón. A veces levantaba la mirada y miraba docenas de mentes atrapadas en algo distinto que física.

5:38 p.m el timbre de salida sonó.
Comenzar acá las clases era aburrido. Me alejé de las personas una semana antes de comenzar las clases, ahora llevamos un mes de clases y sigo sin poder encontrarme. Estoy perdida sin estarlo.

•••••••

—Así que las clases fueron grandiosas ¿eh?— Sebastian preguntaba sentado en mi cama observando un viejo cuaderno de bocetos.

Gemí aburrida y me arrojé a su lado con la espalda en la cama y estiré mis brazos a los lados; golpeé algo ni tan duro.
Sebastian rió bajo.

—¿qué?

Él se acostó junto a mí llevando el cuaderno en su mano.

—Creo que me estoy enfermando— soltó serió.

Estallé en risas.

—Eres un fantasma, ¿cómo podría ser eso posible?

Negó. Mi brazo picaba desde un tiempo para acá, alguna clase de alergia presentaba. Rasqué un poco y Sebastian lo notó.

—También tú.

—Oh no, esto es alergia.

Cogió mi mano entre las suyas, me Asusté. Y algo raro pasaba, podía sentirlo, no como una mano normal pero había algo allí, suave y no tan frío. Mis ojos estaba muy abiertos e inclusive puedo apostar que mi boca también lo estaba.

—¿C-cómo?— pude articular entre mi asombro.

—Te lo dije, estoy enfermando, Ammy— dijo retirando su mano de las mías. Lo extrañé.

—Puede que las cartas digan algo acerca de esto— sugerí algo feliz.

Asintió y me pasó la pequeña caja donde estaba las cartas.





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Saludos, A.

El Misterio De La Casa Del Lago. Where stories live. Discover now