Día 9 [Martes]

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Al final, Baekhyun y Minseok lo habían arrastrado a la casa de Luhan después que las clases terminaron. El chino escuchó atentamente cuando entre sus dos amigos lo pusieron al tanto de la situación de Kyungsoo, mientras él se dedicaba a hacerle mimos al perro del dueño de casa, tratando de evitar la mirada juzgadora que Luhan le dirigía por no haberles contado tan grande secreto en tantos años.

- Kyungsoo. - llamó el chino después de unos segundos de silencio. El nombrado levantó la vista y se encontró con una expresión nula en el rostro de su amigo. - Tú... ¿confías en nosotros?

Kyungsoo frunció el ceño sin comprender a qué se refería. Temió que Luhan rompiera a llorar cuando lo vio morderse el labio sin despegar la vista de él. Sus otros amigos también lo miraban expectantes y eso no hizo más que ponerlo nervioso.

- Luhan, chicos... Yo no les conté esto antes porque... - Kyungsoo quería explicar que si había alguien en el mundo en quién confiar, serían ellos, pero no lo había hecho por la vergüenza de admitir que gustaba de Kim Jongin porque, diablos, es Kim Jongin. Y él es solo él.

- No te pregunté eso, Soo. - cortó el castaño negando con la cabeza. - ¿Confías en nosotros? - repitió y luego de obtener un asentimiento casi imperceptible por parte del pelinegro, sonrió de gran manera acercándose como si fuera a contarle un secreto.

Luhan le susurró que las cosas del amor simplemente no se podían planear, así que debía ser paciente y que en clases debería mostrar su verdadera personalidad más seguido, como hacía en presencia de ellos.
Minseok y Baekhyun aportaban seguido en el discurso de animar y subir la autoestima de Kyungsoo adulándolo y señalando virtudes que él mismo dudaba tener, pero que agradecía escuchar de todos modos.

Después  de eso, cuando llegó a su casa, Kyungsoo tachó los días del calendario de su habitación con una sonrisa en los labios.
No llevaba ningún avance, pero pronto tendría uno, lo presentía.

Aunque nunca pensó que sería tan pronto.

Era martes cuando volvió a ver el maravilloso ser llamado Kim Jongin por los pasillos del colegio y estuvo tan sorprendido de verlo que no pudo reaccionar antes de que se volviera a perder de su vista.

Bueno, antes sí se encontraba un poco ridículo por emocionarse cada vez que se lo encontraba en los pasillos porque bueno, era normal. Llevaban asistiendo al mismo colegio desde hace seis años, incluso tenían algunas clases juntos, pero su hermosura no dejaba de  sorprenderlo todos los días. Pero hoy... Hoy era un día especial.

Estaba rubio. Y Kyungsoo solo pudo pensar en lo bien que le quedaba ese color de tinte.
Babeó mentalmente el resto del día y solo volvió a la realidad cuando Baekhyun pisó su pie en la clase de Historia.

- ¿Qué demo... - se había girado para exigir una explicación pero se encontró con que su amigo le tendía una lapicera y con el mentón le señalaba el fondo del salón.

Ahí estaba Jongin, de pie entre las filas de asientos, mirando alrededor con una expresión relajada y hermosa.

- Oh, Kyungsoo, ¿me lo prestarías, por favor? Prometo devolvértelo al final de la clase.

¿¡En qué maldito y bendito momento se acercó tanto!? ¿¡Por qué tiene la mano estirada hacia mi!? Su voz se oye como la gloria y dijo mi nombre... ¿Estoy soñando?

- Ah, ¿qué? - dejó salir mirando hacia atrás, inseguro si le hablaba realmente a él. Escuchó el sonido de una mano chocando con una frente y su mente asumió que fue su amigo avergonzándose de él.

- Te decía si me prestas un lápiz, el mío se perdió y...

- ¡Claro! ¡Sí, por supuesto! Ten. - Kyungsoo se obligó a levantarse para entregárselo, pero la emoción hizo que básicamente saltara y le aventara la lapicera en la cara al moreno, quien solo le sonrió. - S-si necesitas algo más... yo podría ayudarte. - ofreció en un susurro audible mientras lo miraba fijamente.

Jongin sonrió aún más mientras asentía, le agradeció y volvió a su puesto.
Kyungsoo no hizo algo más normal que salir huyendo importándole poco y nada que el profesor acababa de entrar en el aula para impartir su clase.
Por su mente pasaban muchos pensamientos desde "¿por qué nunca me di cuenta que el Dios griego de mi esposo comparte Historia conmigo? Estaba con la guardia baja, me vi como un estúpido" hasta algunas más vulgares como "espero que cuando estemos solos, desnudos y sobre una cama diga mi nombre en el mismo tono porque, maldita sea, no necesito nada más para casi tener un orgasmo o un paro cardiaco... BENDITO SEA BELCEBU. ¡KIM JONGIN SABE MI NOMBRE!"

Kyungsoo comenzó a correr en dirección al baño esperando poder ahogarse tranquilamente en sus emociones encerrado en un cubículo o mojándose en los lavabos frente al espejo. Algunos alumnos que todavía estaban por los pasillos lo miraban raro al escucharlo reír y gritar como si fuera una chica enamorada y correspondida. Y más o menos así se sentía, excepto por la parte de los genitales.

Iba tan rápido y ensimismado en sus pensamientos que no notó un macetero al girar por el pasillo. Su pie se metió entre la maceta y la pared, tropezando y terminando con la cara en el suelo. Y a pesar de sentir su rodilla arder, no quitó la sonrisa de su rostro.

Se levantó sacudiendo su uniforme, sucio con la tierra que se había derramado, acomodó la planta con cuidado, como si nada hubiera pasado, y se disponía a seguir con su celebración interna cuando sintió a la voz rasposa de un hombre adulto llamarlo a sus espaldas.

- ¡Señor Do! ¡A mi oficina, ahora! - gritó el Director con las cejas juntas y una mueca en la boca.

100 días para estar con él [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now