Capítulo 3

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Madison

La casa era más grande de lo que parecía desde fuera. Tenía cuatro cuartos, dos baños, una cocina, un salón y un gran sótano en toda la parte baja en la cual se accede con una clave.

— Las habitaciones ya veréis como os las vais a repartir. Lo importante es el sótano. —dice Norton una vez estando en el— Por todo el lugar hay sensores de movimientos y cámaras para estar seguros en todo momento. Y desde aquí podéis estar viéndolo todo. —señala las pantallas.

— Por este otro lado tenéis las armas y el equipamiento. Nos hemos encargado de que no falte nada. Además, en la parte trasera hay tres coches y con el de Chad son cuatro. Los vais a necesitar. —continúa Louis.

— ¿Y que haremos sin señal? —pregunta Hudson.

— En el salón, en la mesa, tenéis los móviles con cobertura. Además tenéis instalado una alerta de los sensores y de las cámaras.

Estuvieron explicándonos algunas cosas más y luego se fueron. Claro, antes de irse, Alan ayudó a Bryce a sacar las maletas del coche. Y se las llevó a su cuarto. Odio a esa mujer y más a su hijo. Yo sola pude con mis maletas y las llevé al cuarto que por lo visto tengo que compartir con Alan. En otros días estaría contenta pero hoy no. Me agache para abrir la maleta.

— Hm... No estás nada mal. —dice Chad detrás mia. Me levanté y le miré.

— ¿Qué haces aquí?

— No sé. —se acerca— Parece que a Alan le gusta la nueva.

— Más bien el niño. No creo que le guste esa vieja.

— ¿Vas a ser nuestra puta? —le iba a dar un puño pero rápidamente tomó mi mano y me dio la vuelva pegándome a él— Yo estoy libre. —lame mi oreja.

— No me interesa tu persona. Y cómo vuelvas a llamarme puta. —no me dejo terminar.

— ¿Qué me vas a hacer? ¿Pegarme? —me suelta— Venga, inténtalo.

Comencé a darle puños pero él con mucha facilidad los fue esquivando. Llevo tiempo sin practicar.

— ¿Sabes qué? —me paré y me acerqué mucho a él— Creo que... —recorrí sus labios con mis dedos— Tienes que estar más atento. —dije rápidamente para luego darle una patada en la entrepierna. Él cae al suelo poniéndose muy rojo— Eso por llamarme puta. —salí de la habitación.

Fui al salón en donde estaba Alan jugando con el niño. Creo que ni observo que estaba ahí. Al poco rato llego Hudson y se sentó a mí lado.

— ¿Qué haces? —me pregunta.

— Estoy flipando.

Los dos nos quedamos en silencio viendo a Alan. 

— ¿Tenemos algo para comer? —pregunta Bryce bajando las escaleras— Me muero de hambre.

— Sí, la nevera está llena. —le contesta Alan.

— Ya puedes ir cocinando algo. —dije.

— No se me da muy bien cocinar. —sonríe ella mostrando sus dientes. Chad bajo y se sentó en una silla. Parece que se ha recuperado.

— ¿Sabes luchar? —le pregunté— ¿O por lo menos sabes hacer algo?

— Yo también fui parte del bando, ¿sabes?

— ¿Te los ibas tirando a todos? ¿Por eso no está el padre? —le dice Chad.

— No sabes nada de mí, no deberías atreverte a hablar. —dice Bryce algo enojada.

— ¿Por qué? —pregunté.

— Chicos, ya basta. —interviene Alan.

— Pero deja que nos cuente su vida, deja que sea útil una vez en su vida. —le contesté.

— Tengo una idea. —salta Chad— Deberían luchar las dos.

— Estoy de acuerdo. —dije retándola con la mirada.

— Y yo. —dice ella haciendo lo mismo.

— Pues vamos fuera. —dice Chad muy contento.

— Mad, esto no es una buena idea. —me dice Alan.

— Yo no me voy a retirar. Díselo a ella, a lo mejor tiene miedo y se rinde. —le dije antes de que Chad me tomara por los hombros y me llevara más rápido.

— Tienes que sacar la fuerza que no sacaste conmigo.

— ¿Estás apoyándome?

— No, pero no me gusta esa mujer. Así que tienes que darle una buena paliza. Además, no creo que sea muy buena luchando.

— Mad, confío en ti. —dice Hudson haciéndome un masaje en los hombros— Sé que puedes.

— Yo también lo sé.

— Alan por lo visto no.

Le miré. Estaba con Bryce y con su hijo. Maldito imbécil, en vez de apoyar a su novia se va con esa y con aquel bicho.

— ¿Estás lista? —grité.

— Siempre. —dice ella mientras se acerca a mí.

— Estás a tiempo de rendirte.

— Aún siendo algo más mayor que tu y haber tenido un hijo, puedo ganarte.

— Venga, menos hablar y más pelear. —le dije y me acerqué más a ella.

Puños y patadas, aciertos y fallos. Más que una pelea esto parecía un baile. Las dos estábamos cansadas pero ninguna se rendía. Me acerqué a ella para darle un puño pero ella se movió más rápido y me lo dio a mí haciéndome retroceder. Escupí a un lado y la miré repulsiva. No puedo creer que haya caído tan bajo. Yo era muy buena en esto. Grité mientras corría hacia ella tirándola al suelo. No se espero esto así que aproveché para darle unos puños sin parar. Ya te tengo.

— ¡Madison! ¡Para! —dice Alan mientras me empuja hacia un lado— La vas a matar.

— ¿Qué te pasa? —le grité— Ella aceptó esto. Que sufra las consecuencias.

— Tiene un hijo, no puede quedarse también sin su madre.

— ¡Y a mí que coño me importa eso! —me ayuda Hudson a levantarme.

— Deberías de defender a tu novia no a esa. —le dice Hudson.

— Ya no te reconozco. —me dice Alan decepcionado.

— Yo siempre fui así.

— ¡Vaya! Ganaste. —dice Chad aplaudiéndome.

— No dudé ni un segundo de ti. —me dice Hudson.

— Tengo que volver a entrenar.

— Lo necesitas, una niña de diez años pelearía mejor. —dice Chad.

— No pedí tu opinión. —tomé a Hudson de la mano y lo llevé dentro.

— Ve a ducharte, yo te preparare algo para comer.

— Gracias. —le sonreí.

— Vaya... —alarga y me mira sorprendido— Tu dando las gracias.

— Idiota. —le miré achinando los ojos y luego fui a ducharme.

Ni rastro de Alan. Ni me pregunto que tal estaba o algo. Se fue a cuidar de esa tipa. Pues que se quede con ella.

¡Ups! Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora