Thomas
(5 meses después)
Me refugie del frío en una de mis cafeterías favoritas de la ciudad. Tomé asiento en la mesa de dos personas que se situaba en frente del ventanal. Pedí un té y me ocupe del papeleo que tenía pendiente. Sin darme tiempo a entrar en calor, K llamó.
— ¿Diga? —contesté.
— En 5 minutos un coche rojo parará frente a la cafetería. Recogeras tus cosas y entraras en el. El gps te llevará al lugar indicado. Cuando salgas de la ciudad te pondrás el pasamontañas que estará en el asiento del copiloto. La misión final ha comenzado.
— ¿Tan pronto? —dije sorprendido.
— Sí —cuelga.
Recogí todo y saqué del bolsillo unos billetes dejándolos en la mesa. Al salir del local, el coche divise el coche vacío puesto en marcha. No sé si me da más miedo que K haya sabido donde estaba o por lo que está por venirse. Subí al coche dejándome llevar a algún lugar. Después de unos minutos, mi móvil sonó. Era el señor arrogante llamando en un mal momento. Estaba claro que no podía responder. Colgué la llamada.
Pocos minutos después llegamos. Salí del coche y me paré a observarlo todo. Estábamos en un campo lejos de la ciudad, escondido por el bosque que lo rodeaba. Unos cuantos furgones y bastantes personas estaban esperando. El coche con el que vine se marchó. Supongo que, el de los demás, también.
— Esto no pinta bien —me dice Ethan apareciendo de la nada.
— ¿Qué haremos? —pregunté cruzándome de brazos. Se encoge de hombros—. Espera, ¿cómo sabes qué era yo? Podrías haberte confundido.
— El hecho de que lleves eso puesto no cambia que conozco toda tu ropa —me toma por los hombros y nos metemos en el grupo de personas.
No conseguí averiguar nada de entre todos los susurros hasta que uno de ellos, por lo visto el líder de la misión, habló.
— ¡Oye! Silencio —todos se callaron al instante— Quiero que todos los presentes os pongáis en una fila allí —señala el lugar— ¡Ya! ¿A qué esperáis?
A paso forzado, hicimos la fila. El mismo de antes, se fue hasta los furgones. Golpeó el capó unas cuantas veces con la mano y las puertas de todos los furgones se abrieron. De estos salieron, a la par, una persona junto a otra llevando la misma máscara que nosotros apuntándoles a la cabeza. Hicieron también dos filas en frente nuestra quedando de cara a nosotros y de espaldas a los que les estaban apuntando. Seguramente había unas cien personas. Delante mía tenía a una mujer y por lo visto, a su lado había un niño llorando.
— ¡Mamá tengo miedo! —dijo el pequeño entre sollozos.
— ¡No le hagan daño por favor! —gritó la mujer—. Hágame lo que quiera a mi y no a él —les suplicó.
— ¿Qué ocurre ahí? Dije que hicieran silencio —dijo el supuesto capitán.
— Dejen ir a mi hijo —se arrodilló ante él.
— Aquí no hay misericordia para nadie —dio unos pasos hacía atrás y levantó la pistola—. Uno, dos y tres —disparó. Justo después todos dispararon a la persona que tenía delante.
¿Qué carajos? Al finalizar con la masacre, se oían algunos gritos de dolor y agonía, el silencio de ahora era absoluto. Estaba tan nervioso que me entraron ganas de vomitar. Es un mal momento para hacerlo.
— Esta fue la primera oleada. Ahora cada uno tomará al que tuvo delante y lo llevarán ahí —señala hacia un lado mas alejado—. Harán un montón con sus cuerpos.
Me costó bastante llevarla ahí. Tampoco es que fuese rellena la señora o yo estuviese en forma. Unas palmadas se oyeron para atraernos la atención.
— Esto lo volveremos a hacer cada día. Ahora pueden irse y olvidarse de todo hasta que de nuevo estemos reunidos aquí.
— ¿Tanto daño hicieron estas personas? —dijo alguien.
— Por alguna razón habéis sido elegidos. No deberíais tener dudas o compadecerles. ¿Alguien mas que tenga dudas? Porque acabará como ellos —nadie dijo nada—. Muy bien. Se acabó. Os subiréis a los coches y os iréis cuando yo os indique. Dejareis el coche en donde lo encontrasteis. En marcha.
De vuelva a la ciudad. Hice una rápida y corta llamada.
— Tienes que ocuparte tu de todo. K sabe todo lo que hago. Por lo tanto tienes que darte prisa —colgué.
La leche, estas cosas no me gustan nada.
