Capítulo 44

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Al día siguiente, ya empezaba a preocuparme pero no por Chad sino por mi pellejo. Seguí intentando convencer a Camille para que se fuera por lo menos ella. Igual que los últimos intentos, fueron en vano.

— ¿Qué tan buenas son para correr? —me enseña sus nuevas zapatillas.

— Camille, ¿me estás escuchando?

— Claro, no estoy sorda.

— Entonces deja de ignorarme —dije frustrada—. Y esas zapatillas no te servirán de nada si no sales de esta casa.

Un fuerte golpe se oyó desde la parte inferior.

— ¿Qué ha sido eso? —pregunté.

— Voy a ver —se dirige hacia la puerta.

— Pero espera, no me dejes aquí.

Tira deprisa las llaves al suelo y se va. Me abalancé sobre ellas. Por desgracia, estaban fuera de mi alcance.

— Genial Camille, eres increíble —suspiré.

Todo lo malo que puede pasar, me pasa a mí. Espero que sea Chad borracho y con su torpeza haya perdido el móvil. Podía escuchar algunos ruidos pero las voces me fueron imposibles. Estuve tan quieta que hasta podría decir que casi no respiraba. 

De un momento a otro, se escucharon pasos viniendo hacia la habitación. Entra un hombre con Camille tomada por los pelos y amenazándola con un cuchillo al cuello.

— A ti te estábamos buscando —asiente con una sonrisa perversa— y a ti ya no te necesitamos —mira a Camille y le clava el cuchillo en la espalda.

— ¡Hijo de puta! ¿Ella qué te hizo? —grité.

— Ya sabes como va esto —se acerca amenazante—. No importa quien muera o viva mientras la misión se complete y haya un buen dinero de por medio. Y por suerte, vuestras cabezas valen mucho —hace un chasquido con la boca—. Anda, mira —se agacha para tomar las llaves—. Nunca tuve una misión tan fácil —se acerca a mi poniéndome el cuchillo al cuello.

Algunos disparos se oyeron desde abajo.

— Chicos, ¿qué está pasando ahí? —gritó el hombre pero no le contestaron—. Tranquila, sea lo que sea, mis hombres se encargarán de eso.

— Si necesitas dinero, yo puedo darte mucho —me eche un poco hacia atrás porque ya sentía el filo atravesar poco a poco mi piel.

— Pero no me darías tu cabeza y toda la reputación que ganaría —se lame los labios con ansias.

— Pues toma esto haber si te gusta —dice Chad disparandole. Me salpicó con su sangre por todo el cuerpo—. ¿Estás bien? —me pregunta.

— ¡A buenas horas llegas! —dije molesta— Yo estoy bien pero Camille no, tienes que ayudarla —la mira.

— Morirá de todas maneras. Toma las llaves. Tenemos que irnos —dice indiferente antes de salir.

Rápidamente tomé las llaves del hombre que estaba tendido en el suelo y me quité las cadenas para luego ir con Camille.

— Te dije que tenías que confiar en mí y no en él.

— Tenías razón —dice mientras sus lágrimas se mezclaban con la sangre de la boca—. Uno de los errores aprende. Por lo menos hice bien mi trabajo, no estás muerta —sonríe de lado dando su último suspiro.

Le cerré los ojos y acaricie su mejilla.

— Lo has hecho muy bien tan sólo has escogido el equipo equivocado —le susurre.

Esto me está afectando demasiado. Suspire tocando mi barriga. ¿Se supone que ahora estamos libres? Con pasos lentos me dirigí hasta la parte inferior parándome en el último escalón. Varios cuerpos yacían por el lugar. Sus caras transmitían temor, como si en cualquier momento se levantasen. Desvíe mi mirada hacia Chad.

— Ponte todo esto —me entrega unas ropas.

— Estas herido —dije acercando mi mano a la herida del hombro. Me toma la mano con cuidado. El aire del cuarto se sentía tenso.

— Me dispararon. No es nada grave —me acaricia con su pulgar— ¿Quieres que te ayude? —mira la ropa.

— No, creo que recuerdo como hacerlo —me suelta la mano posandola en la ropa.

— Estaré al otro lado —señala la puerta de fuera—, ven ahí cuando acabes —asentí.

Y ahora me da espacio personal... Deje la ropa en una esquina del sofá porque la otra parte estaba ocupada por un usurpador. Ropa interior, blusa suave, pantalones cómodos, muy atento Chad. Antes de salir fui hacia la cocina para limpiarme la sangre de la cara.

— ¡Madison! —grita desesperado Chad.

— ¿Qué ocurre? —dije volviendo al lugar de antes secándome la cara. Se queda mirándome por unos segundos en silencio.

— Deberíamos irnos —asentí.

Al salir de la casa me abracé, hacia mucho frío. Era normal estando en invierno. Sonreí por lo bajo. La casa estaba en medio de la nada, eso explicaba porque ningún vecino vino a mi rescate. Chad me abrió la puerta del coche y la cerró después de haber entrado.

— ¿A dónde vamos? —pregunté rompiendo el silencio.

— A la casa de otro aliado. Allí estarás a salvo por un tiempo.

— ¿Vas a volver a encadenarme? —me mira.

— No, vas a estar en una habitación normal. Por mi culpa ocurrió todo esto así que te mereces eso.

Mejor eso que nada. Encendí la radio y la calefacción. Un pensamiento a otro me llevo hasta Camille. Inevitablemente, las lágrimas salieron.

— La has abandonado Chad. Ella confiaba en ti y tú la has abandonado —dije con rabia dándole un puño en el hombro. Él aprieta fuerte el volante y su mandíbula ya estaba tensa. Se me había olvidado su herida. Me mira—. Chad espera, no quería golpearte ahí —levanté las manos rindiéndome.

¡Ups! Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora