Capítulo 31

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Madison
(Un día antes)

— ¿¡Yo lo maté!? Porqué no lo recuerdo. —le pregunté mientras abría la puerta.

— Lo mató uno de tus amigos por salvarte en las pruebas.

Algo hizo como un clic en mi cabeza recordando todo.

— ¿Era un tipo alto y bien apuesto?

— Sí, ese mismo.

— Era un gilipollas. Casi pierdo las pruebas en dos ocasiones por él —dije sin pensar.

— Era mi hermano.

— Lo siento, estoy algo ansiosa por salir de aquí. Si nos quedamos mucho tiempo creo que vamos a morir.

— Tal vez te lo mereces...

— ¿Vas a matarme? ¿Ahora me odias o lo hacías desde antes? ¿Por qué no me lo dijiste hasta ahora?

Se encoge de hombros sin decir ni una palabra. Me di una hostia mental. ¿Por qué tuve que preguntar? Si antes tenía una gran probabilidad de morir, ahora ya tengo la tumba cavada. Chad es capable de dejarme aquí.

Como unos delincuentes, buscamos los archivos. Mi archivo de ninguna manera lo encontré. Por suerte, tomé el de Alan. De reojo, vi a Chad sacar los papeles de una carpeta y meterselos en los pantalones, creo que hasta dentro del boxer.

— ¿Qué escondes? —le pregunté.

— Es la carpeta de mi hermano. —dice serio y cortante.

Aprovechando el tiempo, busqué la carpeta de K. Si la encontrara era de pura chorra porque lo único que sé de él es una letra: K.

— Vámonos. —me dice Chad dejando todo como estaba antes— Nos vemos chicos, espero volver a hacer misiones contigo.

Hacemos unos pasos pero nos llaman.

— ¡Oye! ¿Ella es tu novia? —me señala.

Chad comienza a reirse como un desquiciado.

— ¿Novia? ¿Lo has olvidado? Ellas sólo son maquinas de placer.

Le miré arqueando una ceja. Volvimos a darnos la vuelta y en cuando doblamos la esquina, Chad me tomó de la mano y tiró de mi para correr. Subimos rápidamente al coche.

— ¡Arranca rápido! Sospechan de nosotros. —me grita.

— Con razón preguntaron eso. Por cierto, si tu hermano pensaba eso, es un imbécil. —dije tranquila.

— Lo era. —se queda con la boca abierta queriendo seguir hablando pero se calla. Aunque no tarda mucho en comenzar a hablar— Era un acosador, un maníaco, violaba a las chicas y les hacía todo tipo de perversidades.

— Se parece a ti...

— Déjame terminar. Luego las amenazaba con que las iba a matar. Él era lo opuesto a mi en estas cosas. Yo doy placer a las personas en cambio él... daba dolor. Le encantaba el dolor. También le gustaba el poder que le obsequiaba el estar en el bando.

— ¿Cómo es que le permitieron estar en el bando haciendo esas cosas?

— Ya viste lo que hacen en otros bandos, el nuestro no es diferente. Bueno, todo eso no es todo sobre él. Ahora dime, ¿me parezco a él?

— Bueno... —me rasque la cabeza— En ese sentido no.

— ¿Te he hecho daño? ¿Fuiste infeliz conmigo? —dice muy enojado.

— Tranquilízate.

— ¿¡Qué me tranquilice!? ¿Por qué todos decís que somos iguales cuando ni siquiera sabéis la historia completa? He sido bueno contigo porque, por ahora, eres la única que no me quiere muerto de verdad y puedo quedarme tranquilo estando bajo el mismo techo.

— Chad, lo siento, no hablaba enserio.

— ¿Sabes qué? Para el coche.

— No, vamos a casa.

Directamente abrió la puerta y saltó del coche.

— ¿¡Estás loco!? Lo está. —me dije a mi misma.

Este chico me va a matar con su actitud. En lo triste de la situación, estuve un poco feliz porque Chad, volvió a abrirse por segunda vez conmigo y por su tontería, ahora que se busque la vida encontrando algo para llegar a casa y digamos que no esta muy cerca. No creo que Chad haya actuado todo este tiempo y quiera hacerme algún daño. O si lo está haciendo, ni quiero imaginarme lo que me hará habiendo tenido tanto tiempo a su disposición. No parecía que lo quisiese tanto por como habló de él pero tampoco puedes apreciar por completo a la persona que fue culpable por la muerte de tu hermano.

Me di prisa para llegar a casa y poder leer tranquilamente los archivos que tomamos. Una vez en ella, tomé la mochila y subí a mi cuarto. Por las escaleras, el portazo de la puerta de la entrada hizo que me diera la vuelta y viera a Chad tomando desesperadamente aliento sujetándose del pomo de la puerta.

— Dame esa mochila. —dice intentando pronunciar bien las palabras.

Le miré algo confusa.

— ¿Has venido corriendo? —le pregunté mientras venía hacia mi.

— No del todo. —me arranca la mochila de la mano.

— ¡Oye! ¿Qué haces? Iba a leerlos.

— Luego te los doy.

Veo como se va a su habitación cerrando la puerta con pestillo. Me quede ahí parada como una idiota sin entender nada. Su reacción me bloqueó por completo. ¿Qué piensa hacer y qué tiene en esa mochila que yo no sepa?

¡Ups! Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora