Capítulo 6

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Los segundos se tornaron minutos mientras esperaba que aquel extraño que se encontraba del otro lado, realizara algún movimiento. Con el dedo sobre el gatillo, miraba fijamente el picaporte atento al más mínimo detalle. ¿Por qué carajo se demoraba tanto? Sabía que estaba allí, podía sentir sus pasos de un lado al otro en la entrada. Sin embargo, no parecía tener la intención de forzar la cerradura. Era consciente de la presencia de Melina, oculta detrás de la pared que separaba el living de la cocina, pero sus ojos no se apartaban de su objetivo.

De repente, el sonido del timbre llenó el absoluto silencio. Seguramente, el hombre utilizaría la estrategia de hacerse pasar por algún conocido de Mariano y así ganarse la confianza de Melina. Pero eso no significaba que no la mataría sin dudarlo en caso de descubrir que ella estaba al tanto de las actividades de su hermano o la considerara una amenaza para ellos y su negocio. De todos modos, daba igual las intenciones que tuviese; para llegar a ella iba a tener que matarlo a él primero y eso era algo que definitivamente no estaba dispuesto a dejar que sucediese.

Nuevamente se oyó el sonido del timbre, esta vez de forma un poco más insistente, y segundos después, fue reemplazado por fuertes y reiterados golpes en la puerta. En ese momento, ella pensó que quizás se trataba de alguien conocido por lo que salió de su escondite para dirigirse a la puerta.

Sebastián giró la cabeza en dirección a Melina en cuanto adivinó sus intenciones y le ordenó con la mirada quedarse donde estaba. Ella, confiando en su experiencia, obedeció en el acto retrocediendo sobre sus pasos. Al hacerlo, rozó con su hombro un cuadro que estaba colgado en la pared provocando que este se soltara por accidente. A pesar de sus intentos por atraparlo, el mismo cayó al piso de forma estrepitosa y el sonido del cristal rompiéndose, resonó por todo el ambiente.

Se cubrió la cara avergonzada al darse cuenta de que, si se trataba efectivamente de alguien que la buscaba para lastimarla, acababa de confirmarle su presencia en la casa. Permanecieron en silencio a la espera de algún movimiento por parte del misterioso visitante. Hubo un breve silencio y en seguida el picaporte comenzó a moverse de forma brusca provocando que ella se sobresaltara y él se preparara para la acción.

—Melina, ¿estás ahí? ¿Qué fue ese ruido? Por favor, abrime. Necesito que hablemos.

—Ay por Dios; esto es increíble —balbuceó aliviada a la vez que exasperada, al reconocer la voz de quien se encontraba del otro lado de la puerta.

—¿Qué creés que estás haciendo? —susurró Sebastián al verla caminar hacia él y apoyar tímidamente su mano temblorosa sobre el arma.

—No va a ser necesario que uses eso —le dijo con los ojos posados en la misma—. El que está afuera es Javier.

Frunció el ceño ante su respuesta. Si ya de por sí, oír su nombre lo fastidiaba, su sola presencia lo sacaba de quicio.

—Decile que en este momento no podés atenderlo —gruñó molesto a causa de su tan inoportuna visita.

—No tiene sentido. Lo conozco y no se va a ir hasta que no me vea.

El agobio y la resignación que reconoció en su voz al hablar de él, lo hizo desear romperle la cara a golpes hasta que no le quedaran ganas de seguir molestándola. Además, ¿qué hacía ahí un domingo? ¿No estaba casado? Exasperado, se apresuró a acercarse a la ventana con el fin de asegurarse de que realmente estuviese solo. Una vez que se convenció de que no era una amenaza para ella, regresó a su lado.

—Está bien. No voy a estar lejos —le dijo a regañadientes ya que no le hacía ninguna gracia dejarla sola con ese imbécil—. No te demores mucho y por favor no menciones nada acerca de... bueno, ya sabés.

Tras su promesaΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα